El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
Blog
jueves, 31 de mayo de 2018

Ser

Valentín Turrado
   

Ser, sentir amor,
sin espacio ni tiempo.
Ser, sentir amor,
más allá del deseo.
Ser, sentir amor,
sin tu alma,
sin tu cuerpo.
Ser, sentir amor,
en tus ojos,
sin ser sexo.
Ser, sentir amor,
vacío de nostalgia
de pasión y desaliento.
Ser, sentir amor,
sin palabras,
desnudo de pensamiento.
Ser, sentir amor,
sin abrazos,
sin tus besos.
Ser, sentir amor,
sintiéndolo,
sin dejar de serlo.
En silencio.
Ser.
Sentir.
Amor.
miércoles, 30 de mayo de 2018

Qué haces con
lo que te sucede



En el Teléfono de la Esperanza lo hemos dicho muchas veces: no es lo que sucede, lo que nos alegra o lo que nos hace daño, es cómo interpretamos lo que nos sucede.
Hemos visto personas que ante situaciones semejantes han reaccionado de forma muy distinta.
¿De qué depende?
Depende de ti.
Depende de lo que hagas con lo que sucede.
Por eso, decimos que tu vida depende de ti.
Tu tienes en su mano, la manera de encauzar de tu vida.
Igual que pueden encauzar las emociones, puedes encauzar tu vida entera.
Puedes encontrar mil excusas, muchas de ellas razonables, ¿de qué te sirven?
¿Quieres vivir feliz? Vive feliz.
¿Quieres vivir alegre? Empieza a hacerlo.
Ti vida la diriges tu.
martes, 29 de mayo de 2018

Simplemente sé




Hoy invitamos a nuestros seguidores a que comenten este pensamiento.
¿Qué os sugiere?
¿Estáis conformes con él?
¿Es cierto que el gato solo es o solo puede ser?
¿Y nosotros?
¿Y nuestra inteligencia?
¿Qué es ser?
lunes, 28 de mayo de 2018

La comprensión

Fernán Makaroff


Antes me ocurrían cosas que no entendía y juzgaba como negativas. Luego me di cuenta de que esas cosas negativas eran las que más me ayudaban a crecer, sanar y fortalecerme, además de que yo mismo las había atraído a mi vida para tal fin.
Esto me permitió hacerme absolutamente responsable por todo lo que me sucedía. Una vez que comprendí esto, deje de llamarlas “malas” y comencé a llamarlas “buenas”. Por consecuencia y a partir de ese glorioso momento, pude ver que solo me sucedían cosas buenas.
Entonces, me liberé del miedo al futuro (ya que nada malo podía ocurrirme) y comencé a vivir en sintonía con el amor consciente. Comencé a vivir con una fe absoluta y ciega en la Existencia. También me di cuenta de que si no existían cosas malas, tampoco podían existir los problemas… Entonces, me liberé de todos mis problemas instantáneamente. Comprendí que solo eran juicios de mi mente. Este conocimiento profundo me permitió, naturalmente y sin esfuerzo alguno, aceptarlo todo.
A partir de ese momento, mi vida se transformó en una constante bendición, simplemente por comprender que todo, absolutamente todo en este Universo, está creado para ayudarme y a mi favor. Comencé entonces a sentir que era terriblemente amado y protegido. Deje de desear, dejé de pedir y de esperar. Solté y me entregue a lo desconocido. Comencé entonces a recibir, mucho más de lo que jamás hubiera imaginado.
Y finalmente, desperté. Pedí perdón por haber sido tan ingrato y no haber visto la magia de la Vida y al mismo tiempo me perdoné a mí mismo por ello. No más problemas, No más quejas. No más sufrimiento. No más deseos. No más resistencia. No más infelicidad.
Solo constante bendición, gratitud sin límites, amor incondicional y una paz que no es de este mundo; una paz del más allá.
Esto sí es vivir. Esto es la Vida.
domingo, 27 de mayo de 2018

Un chute de energía

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena

Conozco a gente que, en determinadas circunstancias y en determinados ambientes, necesita chutarse para estar “a tope”. Incluyo en tal denominación –aunque técnicamente no lo sean– beber unas copas, fumarse hierba, meterse un pico o empastillarse.

Para bien o para mal, yo no he necesitado hasta ahora meterme chutes de ningún tipo. A mí el chute me lo da la energía de las personas con las que estoy y salgo. Algunas más, otras menos, pero en general no puedo quejarme.

De vez en cuando aparece por mi vida algún personaje con una energía especial y eso me da fuerza para una buena temporada. Sólo con verlo, hablar y compartir ratos me doy por muy satisfecha. La sinergia que se crea, la fluida comunicación, el crecimiento que emerge… compensan con creces otros ratos grises.

Son personas que desprenden tanto entusiasmo con lo que hacen, que se entregan tanto a lo que se traen entre manos, que disfrutan tanto de la vida que viven que, necesariamente, contagian el virus del entusiasmo.

Y cuando este virus entra en nuestro organismo, mejor no destruirlo. Mejor cuidarlo y mantenerlo vivo el mayor tiempo posible.

También es verdad que –como chute que es, al fin y al cabo– termina creando cierto grado de adicción y, a veces, me he descubierto anhelando la aparición de un personaje así. La Vida, que casi siempre nos da lo que necesitamos, se encarga de ello.

Así que, como no podía ser de otra forma, agradezco de nuevo estos benditos encuentros que me nutren, me llenan de energía y me regalan plenitud.

sábado, 26 de mayo de 2018

Los que se van





Tristeza, rabia, angustia...cuando alguien se va
Aceptación, gratitud, esperanza... cuando alguien se va

Ambos sentimientos son posible ante quienes se van
¿Por qué elegir por el que nos hace daño?

Elegir, optar, descubrir...cuáles nos hacen bien
Ahí hay una tarea que puede durar toda la vida

Porque en la vida hay misterio
viernes, 25 de mayo de 2018

Confianza

Christian Bobin


“La confianza es la base de la vida. Hay que tener un suelo por el que andar porque a veces la tierra física, la tierra psíquica, la tierra material se hunde bajo los árboles. Hay un suelo debajo del suelo, y este subsuelo es la confianza…

La confianza está siempre aquí, incluso cuando la pierdo no está muy lejos de mí. Cuando la pierdo sé que está en la habitación de al lado y que, tarde o temprano, la encontraré. Tener confianza en la vida es tener la intuición de que no se dañará a lo más querido y a aquello que no conseguimos ni nombrar. Hay que comprender que en lo profundo no estamos en peligro”
jueves, 24 de mayo de 2018

Entrevista a
Sheela Bimstiel

La Vanguardia, mayo 2018


Sheela Birnstiel, secretaria personal del maestro espiritual Osho (1981-1985)
Nací en India en 1949. Creé la comuna Rashnishpuram (Oregón). Ahora vivo en Suiza. Me casé tres veces y ahora vivo sola. No tengo hijos. Mi sentimiento político es que la humanidad debe vivir junta, de la mano. Mi creencia espiritual es el amor, la aceptación y vivir la vida plenamente

Ha venido a hablar de su vida. ¿Qué quiere contar?
Mi vida consiste en estar ahí para el otro, y si todos nos sintiéramos así, el mundo sería totalmente distinto.
¿En la comuna de Oregón lo consiguió?
Compramos 260 km2de tierra desértica para crear Rashnishpuram en el condado de Wasco, y la hicimos fértil. Llegamos a ser 7.000 personas de diferentes culturas y religiones viviendo en armonía y amor. El conflicto vino de fuera.
Acabaron enfrentados entre ustedes.
No creo que fuera así. Si alguien dice que nos peleábamos, se debe a su propio ego, que no logró satisfacer su voluntad.
Perdone, Osho la acusó de escuchas telefónicas, envenenamiento en masa e intento de asesinato de su médico y llamó al FBI.
Eso pasó entre él y yo. Estaba enfadado porque yo decidí irme.
Usted dijo en la BBC que Osho explotaba a las personas abusando de sus emociones.
Una pelea de enamorados.
En el documental que protagoniza, Wild wild country (Netflix), se ve que usted y su gente de confianza ejercen un severo control sobre los comuneros.
No es mi opinión. Las personas que venían a Rashnishpuram sabían cuál era nuestro objetivo: una nueva ciudad libre y amorosa. Las escuchas fueron sólo en la habitación de Bhagwan (Osho) por motivos de protección, y él lo sabía.
Intoxicó a 750 ciudadanos en The Dalles para ganar las elecciones municipales.
Ya me castigaron por ello, estuve dos años y medio en una cárcel en EE.UU. Han asesinado a mi personaje millones de veces. Y yo ya he dado muestras de mi mérito viviendo como vivo.
¿La nubló el ansia de poder?
Perdone que me ría, yo me veía a mí misma como una amante de Bhagwan, estaba locamente enamorada. Me eligió para que trabajara para él, y es lo único que sabía hacer.
Pues retó a todo el estado de Oregón.
Es verdad, tuvimos que defendernos de los que nos querían expulsar de nuestras tierras. No les gustábamos, les aterraba que viviéramos nuestra sexualidad con total libertad.
¿Qué no le gusta de sí misma?
Para ser franca, estoy contenta con quien soy.
Trasladó a Rashnishpuram a 2.000 indigentes de todo EE.UU. para que la votaran en las elecciones y luego los expulsó.
Los indigentes que se adaptaron siguieron viviendo allí, a los que no se adaptaron se les invitó a marcharse. Todo lo demás son impresiones creadas por los medios de comunicación.
¿Cuál es la pregunta que más a menudo se hace a sí misma?
Cómo puedo utilizar los años que me quedan de vida para ayudar a la humanidad.
La comunidad de Oregón estaba organizada con una estructura piramidal.
No había un jefe, simplemente teníamos a Bhagwan, un ser querido por su comunidad.
Usted se denominaba la reina, tomaba decisiones y tenía policía armada.
Creamos nuestra propia ciudad de acuerdo con la ley, y como la policía local y estatal no nos ofrecía protección, creamos nuestras fuerzas del orden, algo también legal. La gente no tiene la información completa de lo que allí sucedió, y eso hace que le surjan sentimientos negativos.
¿Un hombre espiritual que atesora diamantes y Rolls Royce (93)?
Es un contrasentido. Osho insistía en la inutilidad del materialismo, pero en algún momento lo perdió de vista. Sus fieles le queríamos y lo que podíamos ofrecerle se lo ofrecíamos.
¿Sin cuestionarse ese contrasentido?
No, porque la relación estaba basada en el amor. Yo por él me convertí en la receptora de todas las iras de aquella sociedad tan convencional y cerrada. Lo abandoné cuando comenzó a consumir drogas. Nadie intenta ir más allá, analizar las reacciones humanas.
Eran muy elementales: acusaciones, luchas de poder..., todo muy feo.
Toda la comunidad estaba celosa de mi posición, de mi acercamiento con Bhagwan, pero me eligió a mí. Ocupaba un cargo envidiable.
Me sigue pareciendo todo muy mezquino.
Sí, y él lo era. Había una escisión en su vida. Su comunidad también era su negocio. Mi trabajo era ser muy agresiva con los medios, y esa es la imagen que ha quedado de mí. Pero lo amaba.
¿Osho era un fraude?
Sus enseñanzas eran profundas. Él siempre decía: mira hacia donde estoy señalando, pero no mires mi dedo.
Nuestras acciones nos definen.
Y sus acciones durante los primeros años fueron muy buenas, luego las drogas alteraron su personalidad.
¿Y las suyas? La condenaron por el intento de asesinato del médico de Osho.
Yo tenía a muchas personas a mi cargo que tenían su propia opinión de lo que debían hacer. En todo caso, ya he cumplido mi condena, y todos los periodistas me preguntan lo mismo.
Pregunto por su ética, su esencia...
Míreme, sienta mi corazón y tome su propia decisión. En todo caso, yo ya he ganado.
¿Qué es ganar?
He cosechado amor, he logrado la confianza de las personas que me rodean. Rehíce mi vida en Suiza acogiendo a gente mayor que estaba sola y cuidándolos como si fueran mis padres.
¿Y cómo los mantiene?
Pagan por mis cuidados.
miércoles, 23 de mayo de 2018

Amo a los hombres

Gioconda Belli

Amo a los hombres
y les canto.

Amo a los jóvenes
desafiantes jinetes del aire,
pobladores de pasillos en las Universidades,
rebeldes, inconformes, planeadores de mundos diferentes.
Amo a los obreros,
esos sudorosos gigantes morenos
que salen de madrugada a construir ciudades.
Amo a los carpinteros
que reconocen a la madera como a su mujer
y saben hacerla a su modo.
Amo a los campesinos
que no tienen más tractor que su brazo
que rompen el vientre de la tierra y la poseen.
Amo, compasiva y tristemente, a los complicados
hombres de negocios
que han convertido su hombría en una sanguinaria
máquina de sumar
y han dejado los pensamientos más profundos,
los sentimientos más nobles
por cálculos y métodos de explotación.

Amo a los poetas -bellos ángeles lanzallamas-
que inventan nuevos mundos desde la palabra
y que dan a la risa y al vino su justa y proverbial importancia.
que conocen la trascendencia de una conversación
tranquila bajo los árboles,
a esos poetas vitales que sufren las lágrimas y van
y dejan todo y mueren
para que nazcan hombres con la frente alta.
Amo a los pintores -hombres colores-
que guardan su hermosura para nuestros ojos
y a los que pintan el horror y el hambre
para que no se nos olvide.
Amo a los solitarios pensadores
los que existen más allá del amor y de la comprensión sencilla
los que se hunden en titánicas averiguaciones
y se atormentan día y noche ante lo absurdo de las respuestas.

A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana,
con un amor que es más grande que yo toda,
que me supera y me envuelve como un océano
donde todo el misterio se resuelve en espuma…

Amo a las mujeres desde su piel que es la mía.
A la que se rebela y forcejea con la pluma y la voz desenvainadas,
a la que se levanta de noche a ver a su hijo que llora,
a la que llora por un niño que se ha dormido para siempre,
a la que lucha enardecida en las montañas,
a la que trabaja -mal pagada- en la ciudad,
a la que gorda y contenta canta cuando echa tortillas
en la pancita caliente del comal,
a la que camina con el peso de un ser en su vientre
enorme y fecundo.
A todas las amo y me felicito por ser de su especie.
Me felicito por estar con hombres y mujeres
aquí bajo este cielo, sobre esta tierra tropical y fértil,
ondulante y cubierta de hierba.
Me felicito por ser y por haber nacido,
por mis pulmones que me llevan y me traen el aire,
porque cuando respiro siento que el mundo todo entra en mí
y sale con algo mío,
por estos poemas que escribo y lanzo al viento
para alegría de los pájaros,
por todo lo que soy y rompe el aire a mi paso,
por las flores que se mecen en los caminos
y los pensamientos que, desenfrenados, alborotan en las cabezas,
por los llantos y las rebeliones.
Me felicito porque soy parte de una nueva época
porque he comprendido la importancia que tiene mi existencia,
la importancia que tiene tu existencia, la de todos,
la vitalidad de mi mano unida a otras manos,
de mi canto unido a otros cantos.
Porque he comprendido mi misión de ser creador,
de alfarera de mi tiempo que es el tiempo nuestro,
quiero irme a la calle y a los campos,
a las mansiones y a las chozas
a sacudir a los tibios y haraganes,
a los que reniegan de la vida y de los malos negocios,
a los que dejan de ver el sol para cuadrar balances,
a los incrédulos, a los desamparados, a los que han
perdido la esperanza,
a los que ríen y cantan y hablan con optimismo;
quiero traerlos a todos hacia la madrugada,
traerlos a ver la vida que pasa
con una hermosura dolorosa y desafiante,
la vida que nos espera detrás de cada atardecer
-último testimonio de un día que se va para siempre,
que sale del tiempo y que nunca volverá a repetirse-.
Quiero atraer a todos hacia el abrazo de una alegría que comienza,
de un Universo que espera que rompamos sus puertas
con la energía de nuestra marcha incontenible.
Quiero llevaros a recorrer los caminos
por donde avanza -inexorable- la Historia.
Porque los amo quiero llevarlos de frente a la nueva mañana,
mañana lavada de pesar que habremos construido todos.

Vámonos y que nadie se quede a la zaga,
que nadie perezoso, amedrentado, tibio, habite la faz de la tierra
para que este amor tenga la fuerza de los terremotos,
de los maremotos,
de los ciclones, de los huracanes
y todo lo que nos aprisione vuele convertido en desecho
mientras hombres y mujeres nuevos
van naciendo erguidos
luminosos
como volcanes…

Vámonos
Vámonos
Vámonoooos!!!
martes, 22 de mayo de 2018

La mujer que llegaba tarde a una entrevista

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


Una señora acudía a una cita con bastante retraso. Por el camino, iba muy nerviosa pensando que "debería" haber salido antes: "¡madre mía, qué horror!, ¡qué tarde!, ¡pero qué imbécil soy!, ¡debería haberlo previsto!,..." Llega al andén del metro, se abren las puertas de un vagón, accede a su interior y, en esto, un señor que iba sentado se levanta y muy amablemente le dice: "por favor, siéntese usted"... La señora sin pensárselo mucho le responde: "no gracias, llevo prisa".
La mujer está tan inmersa en su angustia por llegar tarde que no es capaz de responder adecuadamente al ofrecimiento amable del señor. En ocasiones, en la vida cotidiana nos puede ocurrir lo mismo: estamos tan ensimismados en nuestro fallo (nos hemos enfado con nuestra pareja, hemos contestado mal a nuestros padres, hemos incumplido una promesa, etc.) que nos sumergimos en el pozo de la culpa o de los reproches contra uno mismo. La solución no está en la queja (no me he portado bien, he sido un mal educado…) sino en la reparación, si es posible. Pues, como la mujer del metro, no porque fuera de pie (manteniéndose en su malestar)…iba a llegar antes (solucionaría el problema).
Ante el fallo, la conducta sana es reflexionar qué se puede hacer en esa situación para corregir el error, pero nunca torturarse con la falta cometida. ¿Qué puedo hacer, ahora?, es la gran pregunta: ¿pedir disculpa?; ¿pedir ayuda? (si la situación me supera); ¿tener cuidado la próxima vez?; ¿reflexionar antes de actuar? O, como la mujer del metro, proponerse programar con mas tiempo, sus entrevistas.
Aquí podemos recordar el conocido pensamiento: “si el problema tiene solución, ¿por qué te preocupas? Y si no la tiene, entonces también, ¿por qué te preocupas?
lunes, 21 de mayo de 2018

Soledad / Plenitud

Enrique Martinez Lozano


La vulnerabilidad trae de la mano la soledad. No es raro que se reactiven ahí –en los acontecimientos dolorosos– experiencias de soledad muy antiguas, de las que incluso no tenemos recuerdo. Y se intensifican al ser consciente de que, en estas circunstancias, tú solo no puedes hacer nada. De esa manera, la soledad refuerza la vulnerabilidad y, si no se detiene la mente pensante, introduce en laberintos sin salida, que resultan cada vez más ennegrecidos por la dramatización mental apoyada en sentimientos densos y oscuros.
La soledad sabe a aislamiento y abandono. En el niño puede provocar una sensación de no-pertenencia a nada ni a nadie, lo cual lo aboca a la vivencia de un aislamiento sumamente doloroso. Parece que a un niño no le hace tanto daño el dolor que pueda experimentar, cuanto el hecho de sufrirlo en soledad.
No es extraño que la soledad se anude a otros sentimientos, como la frustración, el desconcierto, la impotencia…, hasta producirse una tela de araña de la que parezca imposible escapar.
En esas circunstancias, resulta impagable el apoyo o la cercanía de alguien que te comprende desde dentro, te acoge y te ayuda. Sin duda, el mayor regalo que podemos recibir –y que podemos ofrecer– es la presencia de calidad de quien está a nuestro lado.
Pero, aun siendo un regalo precioso, no es suficiente. Por nuestra parte, el sentimiento de soledad está reclamando una presencia consciente y amorosa a nosotros mismos. Necesitamos conectar con el amor que somos y, con él, abrazar al yo que está experimentado soledad.
Progresivamente, en la medida en podamos acogernos de manera amorosa y comprensiva, crecerá en nosotros la consciencia de que no somos el sentimiento doloroso, ni el yo que lo padece, sino la Presencia amorosa capaz de atenderlo y de acogerlo. Y esa Presencia es Plenitud.
Frente a circunstancias dolorosas para el yo y ante cualquier tipo de crisis, la sabiduría consiste en aprender a vivirlas desde la Plenitud que somos. A tenor de dónde esté situado –en el yo o en la Plenitud–, la lectura que haga de lo que ha ocurrido variará decisivamente.
Ante aquella circunstancia (caída) que dio origen a todo lo que estoy compartiendo, desde el yo no podía ver otra cosa que dolor, desconcierto, frustración, impotencia e incluso auto-reproche.
El regalo fue que podía leer todos esos sentimientos como una alerta indicadora de que me hallaba en un “lugar” equivocado. Desde ese lugar (el yo) no cabía otra lectura. Sin embargo, al re-situarme en la Plenitud que somos, caía incluso la necesidad de saber. Solo había aceptación profunda, rendición, “sí” a la Vida en la consciencia de ser uno con ella, confianza y gratitud.
¿Quién necesita saber?, ¿quién tiene necesidad de controlar?, ¿quién querría que las cosas fueran diferentes de lo que son?… La respuesta a todo ese tipo de preguntas es siempre la misma: el (inexistente) yo. Acallado el yo –silenciada la mente–, cesan las preguntas; la Plenitud lo ocupa todo. Y no queda otra actitud que aquella que, de manera sublime, describió san Juan de la Cruz: “Quedéme y olvidéme, / el rostro recliné sobre el Amado, / cesó todo y dejéme, / dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado”.
domingo, 20 de mayo de 2018

Fuera de sitio

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena

Coincidiendo. Foto Jesús Aguado.

Con más frecuencia de la que quisiera me siento, muchas veces, fuera de sitio. Sin buscarlas, me veo inmersa en situaciones que no entiendo o no comparto o estoy decididamente en contra.

Esto no tendría mayor importancia si no me encontrara sola en esa posición. O si no se diera tan a menudo. O si lograra entender la situación y me sirviera para avanzar. Pero no es así.

Al contrario.

A pesar de intentar comprender, de intentar empatizar y de enfocar desde diversos ángulos, mi posición sigue siendo muy distinta, y no logro entender determinadas actitudes por más vueltas que dé o más justificaciones que escuche.

¡Ya me gustaría a mí ser más acomodaticia! ¡Ya me gustaría poder cerrar los ojos y la boca y hacer como, aparentemente, hacen otros! ¡Ya me gustaría no hacerme problemas de autenticidad o de coherencia!

Los que han vivido o viven este tipo de sentimiento sabrán de lo que hablo. Entenderán el vacío que esta soledad produce y el desencanto que acarrea ese estar sin estar, ese vivir a medias. Comprenderán la merma de ilusión que supone cada uno de estos contratiempos.

Y es que, al contrario de lo que pueda parecer, sentirse distinta no es algo tan agradable y tan maravilloso. Conlleva, además, un precio –en forma de desgaste personal– bastante alto.

Así que no es de extrañar que cuando estos “raros de difícil encaje” nos encontramos entre nosotros, establezcamos relaciones estables y duraderas, incomprensibles, las más de las veces, a ojos ajenos a los nuestros.

viernes, 18 de mayo de 2018

Ya lo haré

Pax Vostrum
Beatriz


CONFIANZA..., confianza es la palabra en la que tengo el foco estos días y te cuento porqué…
Hace unos días recibí una de esas noticias a las que llamamos "malas noticias"…, de las peores, de las que más trabajo nos cuesta aceptar a los seres humanos.  Esa noticia fue el fallecimiento de un ex-compi de trabajo y buen amigo mío, con 53 años. 
Un amigo que tuvo un accidente que le dejó postrado en una cama de hospital y con pocas posibilidades. Ha estado luchando, avanzando, aguantando, más de un año y medio...  aún con las decenas de secuelas que le quedaron, pérdida de visión, pérdida de las dos piernas, quemaduras interiores y exteriores, pérdida de casi todo el peso corporal..., y muchas otras cosas... Ha sido operado e intervenido en numerosas ocasiones desde el día D.  Y aun así, él ahí, resistiendo, aguantando: "Ahí tirando, no me rindo" -  decía. (Era del mismo Bilbao). 
No solamente tuvo que enfrentarse a esta situación, sino que también un año y pico antes, su mujer había muerto trágicamente en otro accidente delante de sus narices.  Tres hijos jóvenes tenían. 
Era una GRAN persona, y no es lo típico que se dice de alguien por decir cuando fallece. No, era una de esas personas buenas, con un corazón que no le cabía en el pecho. Una de esas personas que hacen la vida mejor a los otros, luchador, soñador, implicado y muy comprometido con la vida y los demás.
Descansa en paz, amigo, ya eres libre, puedes volar. 
Te decía que hoy pongo el foco en la confianza. CONFÍO en que allá donde estés, tengas PAZ. CONFÍO en que, aunque mi mente no entienda toda esta situación que has vivido en estos últimos años, tenga algún sentido. CONFÍO en la vida..., aunque me duela mucho y mi mente limitada no pueda concebir explicación o justicia...
Puede parecer que el título de este post no tiene que ver con lo que te estoy contando, pero sí, tiene que mucho que ver.  Desde que sucedió el accidente, he querido acercarme por el hospital donde estaba ingresado para verlo.  Quizá no hubiera podido, o él no hubiera querido, pero al menos, haberlo intentado. No reside en mi ciudad, hay 300 kms de distancia.  Un día, incluso le compré un detalle en un mercado de algo que le definía y que le iba a hacer ilusión y dar fuerzas. Prefería dárselo en persona, aunque también podía haber intentado hacérselo llegar por otros medios. 
Pero ahora, ya es tarde, ya no puedo decir ya lo haré..., (que es el título de este post). 
He tenido una toma de conciencia importante y por eso quiero compartirte, que, a veces, no tenemos la oportunidad de hacer eso de lo que decimos: "Ya lo haré"...   No. A veces, ya no se puede hacer. Y hay muchos tipos de "ya lo haré".  Para mí, unos más importantes que otros. A partir de ahora, los "ya lo haré" que vayan sobre personas a las que quiero dejan de existir: decir a alguien "te quiero", hacer esa llamada que tienes pendiente, comprar ese detalle a quien quieres demostrarle tu amor, estar con aquel que está enfermo y de quién te quieres despedir en condiciones, ver o visitar a quien estimas...
A veces, tenemos tantos "ya lo haré"...
Haz todo eso que piensas y quieres hacer, porque muchas veces, ya no hay tiempo para el "ya lo haré"...
Un abrazo fuerte mi querido amigo
DEP
jueves, 17 de mayo de 2018

Silencio

Caligrafía de emociones
Jose


Un momento de soledad
acarició mi corazón esta noche
deseoso y soñador
simple y puro

La paz capturó mi alma
por un breve segundo en el tiempo
era uno con el mundo

conmigo
contigo
con todo

me convertí en AHORA

y entonces...
miércoles, 16 de mayo de 2018

Museo del chocolate de Astorga



En el Museo del chocolate de Astorga hemos encontrado estos consejos de siempre que hoy compartimos para todos los internautas de esta casa.

Déjanos tus opiniones en comentarios

martes, 15 de mayo de 2018

Campanas

El rincón del optimista
Juan


Permíteme que de nuevo me asome a este rincón para reivindicar las cosas de los pueblines.  Y con más motivo en este 15 de mayo que, como bien sabes, se festeja San Isidro Labrador, patrón de los hombres, las mujeres y los niños del campo. Te cuento que el sábado 21 de abril, campanas de toda España y de muchas ciudades europeas se tañeron al mismo tiempo para llamar la atención sobre la preservación y valoración del toque de campanas manual y apoyar una idea de unidad cultural múltiple basada en un patrimonio cultural diverso: inmueble (campanario) mueble (campanas) e inmaterial (el toque manual por campaneros que interpretan diferentes lenguajes sonoros). La iniciativa partió de la Asociación Hispania Nostra con el objetivo de sostener la candidatura ante la UNESCO del reconocimiento del toque de campanas como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
El argumento que maneja Hispana Nostra, que comparto plenamente, es que el toque manual de campanas constituye un patrimonio inmaterial valiosísimo por ser un lenguaje musical muy variado y rico, peculiar de cada pueblo, región y país formando parte de su identidad. También es un lenguaje asociado a las creencias religiosas y a la sociedad civil que sufragó campanas y campanarios y que se tocaban para comunicarse cuando no había teléfonos ni otros medios de difusión.
Como me niego a hablar en pasado y como el campanero de mi pueblo, Avelino, está ya muy mayor y pesado para subir al campanario, motivo por el que hace muchos años que no suenan las dos campanas que hay (sólo suena el pequeño esquilín para la llamada a misa accionado mediante una cadena desde el interior de la iglesia), me puse en modo PRESENTE, me armé de valor, subí al campanario y a las 12 en punto de la mañana de ese 21 de abril toqué las campanas como más o menos recordaba que lo hacía Avelino alguna vez que subí con él de acompañante curioso. No sé si lo hice bien o mal, pero lo hice. Me encantó revivir la experiencia. Alguna mujer se acercó a la plaza a ver qué pasaba y eso que estaba claro que no tocaba a ‘posa’ (muerto), arrebato o a ‘quema’ (fuego), que era el tañido habitual y alegre de los días de fiesta, cuando sale la procesión de San Isidro, en Pascua o cuando montan en las andas los patronos, San Facundo y San Primitivo. Cuando bajaba con cuidado las empinadas escaleras del campanario tuve la sensación de que esas campanas se iban a oír desde muy lejos, como así fue. Puse mi móvil a grabar la breve operación y colgué el vídeo en mi perfil de Facebook. De esta forma llegó la ‘hazaña’ a mucha gente. Se compartió la publicación en la red social para que esos sonidos volaran por el mundo adelante. Si quieres escuchar un poquitín cómo suenan las campanas de mi pueblo y te mueves por el ‘caralibro’, aquí te dejo la pequeña grabación del aprendiz de campanero ‘reserva’ de Villeza. Para cuando oigas  campanas no te digan que no sabes dónde.
Ah, casi me olvido, feliz día de San Isidro, tanto si eres agricultor/a, ganadero/a como si no lo eres. Yo lo celebro.
Asín sea.
lunes, 14 de mayo de 2018

La confianza
en el infinito

Valentín Turrado

El pequeño urbanita había decidido dedicar la mañana a horadar su pequeño huerto ecológico, situado en un pueblo cercano a la ciudad, donde solía pasar la época estival.

La organización de la mañana era la adecuada: levantarse temprano, la meditación de rigor, desayuno con su mujer y viaje hasta el pueblo en un día soleado del mes de abril.

La mañana pareció torcerse cuando la maquinaria agrícola se negó a arrancar. Es verdad que no era un gran experto en este tipo de aparatos, pero en otras ocasiones lo había conseguido, aunque no sin esfuerzo y sin confusión.

A pesar de la insistencia el roda bato se negó a ser arrancado y aquel hombre mirando el reloj sintió que la mañana entraba en otro ritmo distinto del esperado y que las tareas previstas para preparar aquella tierra necesitada de cariño y atención se demoraban. Decidió coger las antiguas herramientas de labranza: la pala, la azada y la tornadera, hasta que el sudor se hizo tan presente que pedía frecuentes descansos y la labor agraria no salía adelante, se ralentizaba en exceso.

Se sentó en el joven poyo de madera a escuchar los trinos de los pájaros, a sentir el sol y a entrar en conexión con su mundo interior, con esa realidad que algunos llaman Dios, otros armonía o universo y otros no ponen nombre alguno. Puso toda la atención en ese momento como si no hubiera más momentos y ahí dejó plantada su semilla: “Tú sabes que soy un ignorante de este tipo de maquinaria y de otras muchas cosas. Te pido tu luz y tu inteligencia para poder continuar la tarea y horadar esta tierra dura y ácida”. Y lo hizo con la confianza de que iba a obtener respuesta.

La maquinaria estaba perezosa y en nada ayudó a romper con esa dinámica torpe y desagradecida.

Lo primero que pensó el urbanita es que el mundo espiritual necesita tiempo y consciencia y duro trabajo y determinación y que no se puede pretender visitar y situarse en la realidad profunda con unas pocas horas de silencio.

Estando en estos devaneos mentales para tranquilizar su interior apareció un vecino de la localidad, que presto entró en el huerto y se ofreció para arrancar el motor inmóvil. A pesar de su destreza no consiguió provocar el deseado ruido del motor que permanecía mudo.

- Si quieres te traigo mi maquinaria y terminas la tarea

- Gracias, buen hombre, pero se me hace tarde.

Al día siguiente pidió ayuda a quien sabía que podría ayudarle, un hermano de sangre y de labor, que desplazándose hasta el pueblo y el huerto,  a base de paciencia, constancia y tesón logró arrancar vida a aquella máquina que parecía ya muerta.

El urbanita terminó aquella tarde la tarea preparada para la mañana anterior, dando gracias al cielo porque sus súplicas habían sido escuchadas.

Moraleja: La Vida siempre escucha, aunque no de la forma que esperamos.

domingo, 13 de mayo de 2018

Lágrimas en soledad

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena
Hace unos días una compañera me comentaba que echaba mucho de menos a su ex-pareja, que tenía días en que sólo podía llorar de pena, de soledad y de rabia. Pero, obviamente, lloraba a solas, en su casa, en privado.
Me dio que pensar.
En esta época de múltiples amigos virtuales nos cuesta mostrarnos como somos. Nos cuesta decir lo que sentimos (si no es agradable) y parece que estamos obligados a mantener una imagen optimista, triunfadora, feliz.
No me muevo mucho por las redes sociales, es verdad, pero nunca he visto compartir desgracias propias, ni decepciones, ni fracasos. No he visto fotos llorando o con cara de disgusto, ni comentarios personales sobre el estado anímico que produce un abandono, por ejemplo. A lo más, comentarios ácidos y llenos de indignación ante determinados actos sociales (plagios, fraudes, sentencias poco acertadas, engaños…) que nos conmueven –no digo que no– pero que no dejan de ser ajenos a nosotros.
Y me cuestiono si tanto amigo virtual no es más que otra atadura emocional, que no nos permite expresar libremente cómo somos y cómo nos sentimos. Esclavizados por esa imagen de felicidad que queremos transmitir olvidamos que también existen momentos de tristeza, de soledad, de duda, de decepción, de profunda amargura.
Puede que ocultándolos nos hagan menos daño. Puede que no necesitemos realmente expresarlos o comunicarlos. Puede que, incluso, podamos vivir un tiempo haciendo como que no existen.
Pero todos sabemos lo que pasa en una olla a presión sin válvula de escape.
sábado, 12 de mayo de 2018

Humo





Pau Dones, Jarabe de Palo, ha vivido y está viviendo un cáncer agresivo y desde ahí escribe esta hermosa canción para escuchar desde el alma y el corazón.
viernes, 11 de mayo de 2018

Dependencia/
gratitud

Enrique Martínez Lozano


La caída me hizo experimentar, una vez más, hasta qué punto necesitamos a los demás, la absoluta dependencia que al yo le cuesta asumir. Porque, en su afán de autoafirmarse, crece en el sueño de la autosuficiencia y, según como haya sido su trayectoria, le cuesta molestar a los otros o “ser una carga” para ellos.
Sin embargo, la realidad se impone. En situaciones de tal vulnerabilidad, no queda sino reconocer la propia necesidad y la dependencia de los otros. Se entra ahí en un aprendizaje de humildad, que incluye, tanto la aceptación de esas circunstancias –humildad y aceptación son sinónimos–, como el “dejarse ayudar”. El yo se ve así confrontado con sus propios límites, su fragilidad y, en último término, con su vacío, de una manera radical. Como si, en esa situación de extrema vulnerabilidad, escuchara una voz que dice: “Eso es el yo”.
La aceptación, de la mano de una comprensión más ajustada de lo que somos, nos permitirá también reconocer el valor de la ayuda recibida y la bondad que se manifiesta en quienes están a nuestro lado.
A poco que nos la dejemos sentir, la gratitud se irá abriendo camino, ablandando nuestro corazón y sacando a flote, al mismo tiempo, lo mejor que hay en nosotros.
La gratitud es un sentimiento profundamente terapéutico: nos aleja de oscuros pensamientos y nos sitúa en la tierra firme de la presencia, alineados con el presente.
Si le damos tiempo y nos permitimos saborearla sin prisa, notaremos claramente cómo la gratitud va ocupando cada vez más espacio hasta llenarlo todo. Empezará asomando como reconocimiento a quienes están, de mil modos, atendiendo nuestra (temporal) incapacidad. Pero se amplificará ante nuestra vista hasta mostrarse tal cual es: gratitud ilimitada y sin objeto.
Habíamos empezado dando gracias a alguien por algo, y está bien. Pero, una vez emergida o sentida, si permanecemos en conexión consciente con ella, se nos manifestará como lo que es: otro nombre o dimensión de nuestra verdadera identidad.
Comprobaremos entonces que la gratitud no es solo algo que hacemos o sentimos, sino que es exactamente lo que somos: seres vulnerables y dependientes –en algunos casos, de manera completa– que, en su verdadera identidad, son gratitud.
Dirigida hacia quienes nos cuidan, la gratitud hará que se renueve nuestra mirada hacia ellos, para verlos en su verdadera belleza y, más allá todavía, reconocerlos en aquella misma y única identidad que compartimos.
Atendida en sí misma, la gratitud nos muestra que estamos en “casa”. Solo que, para atenderla, además de dedicarle tiempo, necesitamos algunas actitudes ya mencionadas: aceptación y silencio. En efecto, al acallar el bullicio y vocerío de una mente no observada, el silencio, suspendido todo juicio, nos trae la paz profunda y la certeza de aquello que permanece siempre: la certeza de ser.
jueves, 10 de mayo de 2018

Kintsugi,
el arte de reparar

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


Kintsugi es una técnica de origen japonés para arreglar las fracturas de las piezas de cerámica (platos, jarrones, etc.) con barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino. Es decir, es el arte de reparar lo que se ha roto con un metal precioso  que le otorga un valor mayor al que tenía originalmente.
Su enseñanza es que lo destruido o roto, sin ningún valor, se puede transformar en algo más hermoso y valioso. Es la belleza de las cicatrices. Pues, cualquier objeto no es solo valioso por su apariencia sino por su historia y por el significado que tiene para nosotros.
Así, también en la vida cotidiana las adversidades pueden ser puentes o abismo para nuestra existencia. Es decir, tras la adversidad (enfermedad mortal, muerte, ruptura sentimental,  etc.) podemos quedar “rotos” (como las piezas de cerámica) o a través de un cambio de actitud (barniz de resina) reconstruir nuestras vidas (pegar la pieza de cerámica) y convertirnos en más valiosos, pues hemos superado ese gran conflicto.
Por esto, podemos afirmar que “el problema no es el problema, sino la actitud que tomemos ante él”. Si ante cualquier adversidad me deprimo o culpabilizo me quedo roto para siempre. Sin embargo, si asumiendo el hecho, reconstruyo y reparo podré seguir disfrutando de mi existencia, con una cicatriz más, pero con plenitud de vida.
Podemos concluir, que la persona es valiosa no por su apariencia (belleza, riqueza) sino por lo que es: vulnerable y finita, pero con capacidad de transformar la adversidad en “bellas cicatrices”.
miércoles, 9 de mayo de 2018

Lealtad
con uno mismo









Mário de Andarde (Sao Paulo 1893 – 1945) 
Poeta, novelista, ensayista y musicólogo. 
Fue uno de los fundadores del modernismo brasileño.


Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora…

Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.

Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.

Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.

Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.

No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.

No tolero a manipuladores y oportunistas.

Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.

Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.

Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.

Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…

Sin muchos dulces en el paquete…

Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.

Que sepa reír, de sus errores.

Que no se envanezca, con sus triunfos.

Que no se considere electa, antes de hora.

Que no huya, de sus responsabilidades.

Que defienda, la dignidad humana.

Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.

Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.

Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…

Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.

Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.

Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan…

Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.

Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.

Tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una.
martes, 8 de mayo de 2018

Eres la escucha

Silvia C.Z.


Eres la silla que se acomoda frente a mi llanto,
tú también lloras.
Eres sonrisa si yo sonrío, 
siempre me dices que hay un camino.
Que la tristeza no es tan pesada
si con amor va compensada.
Eres balanza, el equilibrio,
cuando con pedazos llego a la sala.
Eres la escucha de mis tormentos,
eres la fuente de mi desierto.
Cuando las fuerzas desaparecen
eres el brazo que me sostiene.
Eres amable, eres cercana,
eres la escucha que calma mi alma.
Y cuando siento que estoy rendida
eres la cuerda que siempre agarra.
No tengo pena si esto se acaba,
eres apoyo que no esperaba.
Eres pañuelo que seca mis lágrimas,
eres un ángel.
Eres humana,
no te hace falta ni cielo ni alas.
Solo una silla, solo silencio,
solo mirada,
solo la escucha que me regalas.
domingo, 6 de mayo de 2018

Flores para mamá

La Escribana del Reino
M. E. Valbuena

Lo sutil es bello, Jesús Aguado

Tengo en casa un montón de trastos que he ido acumulando a lo largo de varios años de celebración del día de la madre. Algunos están ya deteriorados, inservibles, y otros lo estuvieron siempre. Pero me niego a desprenderme de ellos. Y lo digo yo, que tanto hablo de desapego.

Cada uno de esos “trastos” no me habla de su valor, obviamente. Me habla de quien lo pensó, lo compró, lo diseñó, lo decoró o lo envolvió para mí.

Me hablan de ilusión en los ojos de mis hijas mientras esperaban expectantes a ver cuál era mi reacción. Me hablan del empeño que ponían en acertar. Me hablan del tiempo que dedicaban a buscarlo o a fabricarlo. Me hablan de la forma tan bonita que tenían de personalizarlos, con poemas o dibujos. Me hablan de momentos felices compartidos. Me hablan de amor.

Cuando los miro me lleno de ternura y de agradecimiento por los buenos ratos vividos, por sentirme querida, por tantos detalles que me han hecho feliz todos estos años.

Y, como siempre que llega este día, pienso que tan sólo soy una parte más de ese cordón me dio mi madre y antes mi abuela. Ellas me enseñaron a vivir así. Como yo he enseñado a vivir a mis hijas. Las madres somos eslabones fundamentales en la cadena de transmisión de valores. No sólo damos la vida. Enseñamos a vivirla.

Hoy, todas las madres y las que –sin serlo– ejercen como tales, deberíamos tener una flor en casa. Una simple flor, para recordarnos la sutileza del valor de lo efímero y la grandeza de lo aparentemente insignificante.

jueves, 3 de mayo de 2018

Da las gracias



La vida es un camino,
con muchos altos,
unos, obligados,
otros, voluntarios,
unos, dulces,
otros, amargos,
cuenta con ellos
y agradécelos
todos enseñan.
miércoles, 2 de mayo de 2018

La comprensión. Siempre la comprensión

Javier Prieto Mateos


En el camino espiritual, como en cualquier otra dimensión de nuestra existencia, es habitual que nos topemos con numerosas dificultades. Desde mi experiencia particular, de aquello que me ha tocado vivir hasta ahora, lo poco que he sido capaz de superar con sensación de crecimiento personal ha venido siempre acompañado de momentos de comprensión –una comprensión honda que se regala y que va más allá del mero entendimiento mental–.
He podido percatarme de que los conflictos más dolorosos guardaban un denominador común: trataba de vivir y resolver los problemas y preguntas desde un determinado nivel de conciencia –el mental-, cuando lo cierto es que únicamente pueden resolverse desde otro diferente. En concreto, trataba de abordar desde la mente –en lo que vamos a denominar nivel de conciencia mental o estado mental– dilemas que no es que se resuelvan cuando tomamos distancia de ella –en lo que podríamos designar como nivel transmental o estado de presencia–, sino que en este nivel directamente están desprovistos de “sustancia”, por lo que más que resolverse, me parece más ajustado decir que se disuelven. El secreto, o incluso el arte, consiste, a mi juicio, en discernir desde dónde estoy respondiendo a eso que la vida me plantea, a la par que crecer en comprensión acerca de cómo funciona la mente, cuáles son sus límites y cuándo es conveniente que operemos con ella y cuándo no.
En lo que coloquialmente suelen llamarse “ambientes espirituales”, no es extraño que se persigan objetivos como la aceptación, el cese del juicio, el desapego etc. Sin embargo, cuando la vida nos trae algo que nos desagrada, que nos altera o que simplemente desearíamos que fuera de otra manera, es común que nazca en nosotros un sentimiento de malestar al vernos así; nos decepcionamos al considerar que, después de llevar ya algún trecho recorrido, no deberíamos haber sido alterados de esa forma, y nuestra autoestima decae. Para no deteriorar nuestra propia autoimagen es habitual que tratemos de “forzarnos” a aceptar, a decir que “todo está bien” para eludir nuestro rechazo a nuestra propia reacción o incluso que busquemos culpables fuera de nosotros. Todo ello no hace sino incrementar aún más nuestro sufrimiento y frustración, haciéndonos entrar en un círculo vicioso. Lo digo desde la experiencia de haberlo vivido muchas veces y con la seguridad de que son unas cuantas las que me quedan aún por vivir.
¿Cómo salir entonces de este callejón sin salida? En mi opinión, lo que sucede es que “le pedimos peras al olmo”. La naturaleza de la mente es juzgar; ordenar la realidad separándola, analizándola y estableciendo etiquetas en ella. Cuando nos encontramos en el estado mental –en mi caso, a día de hoy, la mayor parte del tiempo–, a los ojos de la mente todo será vivido inevitablemente como “bueno” o “malo” en función de nuestras creencias y de nuestro sentido de identidad. Desde ahí todo nos afirma o nos debilita. Si habíamos construido una identidad ideal en la que nos visualizábamos aceptando y sin juzgar, la mente habrá etiquetado la reacción de la que hablaba antes como negativa, ya que resulta contraria a la idea que me había hecho de mí mismo, quedando, pues, mi identidad y mi sentido del yo actual en entredicho.
Sin embargo, si tomamos distancia de la mente y en ese estado de presencia nos entregamos a atestiguar (observar) nuestra reacción, hablar de juicio o etiquetas carece de sentido; desde ahí todo es aceptado sin esfuerzo, incluida nuestra reacción, porque ahí somos aceptación, y lo que la mente catalogaba como bueno o malo es abrazado en un Silencio mental donde las etiquetas se han desvanecido.
Observar desde qué nivel estamos reaccionando y, sobre todo,comprender lo que podemos pedirle a cada nivel se torna a mi manera de entender, por tanto, crucial. En definitiva, la comprensión. Siempre la comprensión.
martes, 1 de mayo de 2018

Lenguaje positivo

El rincón del optimista
Juan


Luis Castellanos es un filósofo e investigador en el campo de la neurociencia que defiende la teoría de los beneficios de emplear un lenguaje positivo. Tiene editado un libro al respecto, ‘La ciencia del lenguaje positivo’ (Paidós) donde explica que el lenguaje, consciente y bien elegido, construye la vida, modela la personalidad y te pone el futuro con viento a favor. Puedes leer este interesante artículo de prensa sobre esta interesante teoría mezclada por investigaciones científicas. https://www.elespanol.com/cultura/libros/20160410/116238492_0.html
Te recuerdo que hay palabras con alta carga positiva como ‘entusiasta’, ‘ilusionado’, ‘anhelo’, ‘orgullo’, ‘reír’, ‘satisfecho’, ‘apacible’ o ‘tranquilo’; y otras negativas como ‘miedo’, ‘alertado’, ‘envidia’… Estoy muy de acuerdo en lo que cuenta el bueno de Luis, por eso reproduzco aquí alguna frase que él maneja y que considero de elevado interés:
–“Cuantas más palabras positivas expresemos y con más intensidad, más podremos llegar a vivir. El cerebro capitaliza la propensión a experimentar y expresar emociones positivas para construir momentos más positivos y crear diferentes recursos en nuestra percepción del mundo, las personas y los hechos, que aumentan nuestro bienestar”.
–“No basta con decir la palabra de cualquier manera. Igual que el lenguaje escrito, especialmente a mano, tiene más poder que el oral, es necesario ‘habitar’ la palabra que se dice, esto es, sentirla, creer en ella, hacerla física, poseerla”.
–“Las investigaciones científicas han demostrado que el carácter o la predisposición optimista o pesimista de una persona viene determinada en un 50% por el código genético que hemos heredado. Otro 30% de nuestra actitud está condicionada por el ambiente, la cultura o la educación. Nos queda un pequeño pero valiosísimo 20% para interactuar con el entorno y cambiar en la medida de lo posible unas cartas mal dadas por el determinismo genético”.
–“Lo importante del lenguaje positivo es que tiene un empuje hacia mi propia energía, sí, pero también activa la energía del otro. Nos hace confluir”.
Y otra cosa importante, ya de mi cosecha, relacionado también con el lenguaje: siempre que tengas una oportunidad de felicitar a alguien, hazlo, no tiene que ser precisamente por su cumpleaños. Hay mil excusas para hacerlo.
Feliz Día Internacional del Trabajo.
Asín sea.