pero el que recibe nunca debe olvidar
jueves, 27 de junio de 2019
Gracias
martes, 11 de junio de 2019
Ser solidario: un signo de salud mental
El voluntario puede “pecar” por exceso o por defecto. Es decir, se puede cometer un doble error en la acción con el ayudado: mantener un distanciamiento defensivo (tratar fríamente al otro, para no “contagiarse de su angustia”) o por el contrario identificarse tanto con el ayudado, que le invite a comer a su casa. Entre ambos extremos se encuentra el punto medio, o la virtud: un distanciamiento amoroso. Consiste en un saber acompañar al ayudado, caminar junto a él, respetando sus necesidades, flaquezas y expresión de dolor, pero al mismo tiempo sabiendo de nuestras posibilidades, pero también de nuestros límites. Esto supone que al emigrante no hay que tratarle como a un “bicho raro”, ni al anciano hay que vestirlo y asearlo como si fuera un inútil, ni al paralítico transportarlo siempre en coche, ni a la persona deprimida dejar que esté todo el día en la cama, por poner algunos ejemplos. Es decir, debemos intentar compaginar una ayuda técnica con el afecto y la comprensión. Es lo que algún autor ha llamado “el eros terapéutico”: no es paternalismo, ni tecnicismo, sino una asociación de ambos.
Como ha dicho Dell (1983), no existe la “llave de oro” que abra la puerta de nuestros problemas, sino que, en cada momento, y dependiendo de la “cerradura” que estemos ofreciendo, habrá que actuar con una llave de oro, de platino o de bronce. Lo importante, pues, no es el instrumento utilizado, sino conseguir el encaje perfecto entre la situación angustiosa y el ofrecimiento de ayuda.
Todos los hombres nacemos con la semilla de la solidaridad, que puede evolucionar hacia un sentimiento auténtico de preocupación por los demás, o bien, convertirse en una fortaleza autosuficiente que desprecie a todo lo que no sea el mismo. Lo que nunca podremos negar es la presencia del “no-yo”, para bien o para mal. De ahí la importancia de los primeros años de la vida, donde desde nuestra primigenia indefensión, debemos ir construyendo un “yo” fuerte, que nos posibilite una interrelación con el prójimo sana y enriquecedora, pero sin caer en la autosuficiencia o narcisismo. El niño debe aprender de forma teórica y vivencialmente que no es el “centro del universo”, que no está sólo. Las necesidades de los demás y sus deseos, son el contrapunto de sus inclinaciones y proyectos. Ser adulto también es tener en cuenta a los otros y sus necesidades.
El voluntariado, pues, es una forma de abrirnos a los demás, potenciado la comunicación y sintiendo el dolor ajeno como propio. De alguna manera, el solidario, pone su mente y su corazón en la indigencia del otro, aplazando por un momento sus propias deficiencias. Además, el voluntariado favorece las relaciones interpersonales y provoca que el individuo salga de sí mismo para ayudar al más necesitado. Todas las personas que trabajan de voluntarios reconocen que “han recibido más” (afecto, valoración, respeto, autoestima, etc.) que han ofrecido: un poco de tiempo y de conocimientos. Por otra parte, también está comprobado que el voluntario, que hace de la solidaridad la bandera de su vida, su propia acción voluntaria (aunque solamente sea una hora a la semana) le ayuda a ser mejor persona, a tener menos ansiedad y a fortalecer su propia autoestima. Por esto podemos afirmar que ser solidario, es un signo de salud mental.
jueves, 23 de mayo de 2019
Claves para aprender a disfrutar

- En los primeros años de la vida debemos favorecer el desarrollo del ello, evitando su represión y permitiendo la verbalización de todos los sentimientos. Es un error educar en un ambiente en que solamente se puede decir "lo bueno”: "me siento bien", "te quiero mucho", "eres muy agradable" ... Por el contrario, se castiga y se reprocha todo lo que huela a odio, rencor, envidia, agresividad. "Esas cosas no se pueden decir", solemos repetir. Es cierto que no puede haber una libertad de acción (hacer lo que uno quiera y cuando quiera), pero sí una libertad de sentir y de expresar, a través de la palabra. Lo negativo no es sentir... rabia, por ejemplo; lo negativo es no saber canalizar ese sentimiento hacia conductas y acciones que favorezcan el crecimiento psicológico del individuo.
- Gozar no es negativo, siempre y cuando no interfiera los derechos de los demás. Al igual que el bebé desea neutralizar el incremento de displacer (sed, sueño, hambre, etc.), también el adulto es muy sensible a la angustia, desvalorización de los demás, etc. En este segundo supuesto la satisfacción no siempre puede ser inmediata (como en el bebé), pero si procurar compensar, de alguna manera, esa carencia y siempre respetando el derecho del otro.
- La necesidad de sublimación. En muchas ocasiones debemos aprender a canalizar (no reprimir) los “sentimientos negativos “(agresividad, odio, etc.) a través de acciones que favorezcan el desarrollo del individuo: el deporte, la cultura, los hobby, etc. son algunas de la posibles vías.
jueves, 9 de mayo de 2019
Apuntes para una psicología del político

Fotografía tomada de elpais.es
En cada profesión existen diferentes formas de ejercerla, y también está en relación con la personalidad del sujeto. En política, simplificando, podemos afirmar que los diferentes estilos de la acción política son: paranoide, narcisista, histérico y psicopático.
Es evidente que posiblemente no encontremos ningún político con uno de esos estilos en estado puro, sino mas bien una mezcla de los mismos, pero con un predomino de alguno de ellos:
Estilo paranoide:
El paranoico está solo ante el mundo y ante el universo: él es el poseedor de la verdad, su verdad. El paranoico que da la sensación de seguridad y poder, es un ser indefenso, que se encuentra atacado por todas partes. Se defiende porque se siente débil; juega a ser el duro de la película pero en realidad es el más frágil, de tal manera que cualquier acción, mirada, palabra, o gesto, lo puede romper. El paranoico parte de una premisa falsa (que él considera verdadera) y comienza a construir su castillo de sus verdades a partir de ahí.
La persona paranoica nunca reconoce su error sino que siempre lo refiere a otro: “los demás son los responsables de mis desgracia”, es el mensaje que transmite. Así, si está enfermo es por culpa de los médicos que no saben curarle; si la familia no funciona bien es porque la pareja no colabora.
En política esto se traduce porque “los otros siempre son los responsables de las desdichas”. Un ejemplo claro lo hemos tenido con la crisis económica: la oposición decía que el culpable era el gobierno y éste que el origen estaba en EE.UU. ¡Siempre echando balones fuera!
Estilo histérico
El histérico es una persona excesivamente preocupada por llamar la atención y ser el centro de cualquier situación. Son superficiales, inestables emocionalmente y se dejan influenciar por cualquier persona. Además son muy seductores, pero difícilmente se implican emocionalmente. Buscan la admiración de los demás, pero huyen de todo compromiso.
Al “político histérico” le gusta figurar y ser el centro de atención, pero también su eficacia es nula. Actúa en función de las apariencias, de lo que dice la gente y su punto de apoyo no son sus convicciones sino todo aquello que le puede hacer más agradable a los demás.
Estilo psicopático
Son personas que siempre están en conflicto con los otros y parece como si no tuvieran afecto y nada les importara los demás. Todo ello se basa en dos presupuestos básicos de este tipo de personas: se sienten distintos a los demás y su relación con los otros es de explotador.
Una forma de entender de esta forma la política está representada por los corruptos y estafadores, ya que lo importante para ellos no es el bien común sino su propio provecho. Ponen en práctica la ley del embudo: pueden ser muy exigentes en el cumplimiento de las leyes por los demás, pero ellos pasan completamente de las mismas. Ha llegado a la política para servirse de su posición, no para servir a los ciudadanos.
Estilo Narcisista
Clínicamente se caracteriza porque, pese a su “enorme autoestima”, es muy vulnerable a cualquier pequeño desaire o rechazo, respondiendo con fuertes sentimientos de ofensa o enfado. En las relaciones interpersonales, con frecuencia, se muestran bastantes distantes y tratan de mantener una impresión de autosuficiencia, y de utilizar a los demás para sus propios fines. Son personas que se consideran superiores a los demás en belleza, talento, capacidad intelectual, etc., y solamente se encuentran bien cuando son admirados y valorados por los demás. Su felicidad, pues, depende de la manifestación de aprecio y estima que los otros expresen.
El “político narcisista” parte del convencimiento de que es el mejor del mundo y por lo tanto todo debe estar a su servicio. Carece de un mínimo de autocrítica poniéndose una “venda para no ver” las deficiencias y potenciando los pequeños éxitos. Se siente “el ombligo el mundo” y por lo tanto todos deben de estar a su servicio. Es tan autosuficiente que es incapaz de comprender el sufrimiento de los demás.
El Político
El buen político puede tener cualquiera de los estilos de comportamientos que hemos descrito, siempre y cuando ninguno de ellos esté hipertrofiado y sea tan notorio que se convierta en el motor exclusivo de la conducta del sujeto. Lo patológico no es tener algunos de esos estilos de comportamiento sino cuando alguno de ellos se convierte en el centro e impulsor de la conducta del político, pues es entonces cuando la personalidad puede pervertir cualquier acción política. Ser paranoide, narcisista, histriónico e incluso psicopático, dentro de un orden, no es impedimento para ser un buen político… o no debería serlo.
miércoles, 24 de abril de 2019
Las raíces del miedo

El miedo es una vivencia innata a los animales y a los hombres. Tenemos miedo porque no somos omnipotentes, no lo podemos todo. Los dioses no tienen miedo: son autosuficientes. El hombre en tanto en cuanto ser limitado tiene que sentir miedo para no realizar acciones que no puede hacer (volar, atravesar el fuego, correr a 300km/h. por una autovía, etc.). Pero esto no implica que sea un cobarde, sino que es consciente de sus limitaciones como ser humano. El miedo se convierte en patológico cuando desciende a situaciones concretas y cotidianas o incapacita al sujeto para realizar su vida ordinaria. El miedo nos recuerda, pues, una cosa: que somos humanos.
El miedo siempre se produce por la conjugación de dos hechos: supervaloración de la situación concreta, o bien, porque nos infravaloramos y nos consideramos mas frágiles de lo que somos y mas vulnerables. La esencia del miedo procede de nuestra inseguridad y de la hipertrofia del otro (situación, objeto o fantasía). También es cierto que estas experiencias se refuerzan cada vez que se producen y que tienen su punto de arranque en vivencias infantiles de desamparo o de abandono afectivo, produciendo personalidades débiles muy influenciables por el entorno, que siempre vivirán como hostil
Pero existe un miedo ancestral: el temor a desaparecer. Precisamente por esto, en el hombre podemos describir un tipo de miedo, que es como el soporte de todas las posteriores vivencias: el miedo a la muerte y el miedo a la locura. En ambos lo que está en juego es la autodestrucción. La muerte es un viaje sin retorno y la locura un laberinto donde difícilmente podemos encontrar una buena salida. Ambas situaciones son deteriorantes e invalidantes. Ambas situaciones conllevan el peligro de la aniquilación (de la vida o de la razón). El resto de los miedos (a la enfermedad, a la soledad, a la libertad, a la vinculación, etc.) son como un remedo de ese miedo ancestral. Por esto una vivencia de miedo es mas o menos grave en tanto en cuanto nos acerca al principio de nuestra aniquilación como persona o como ser con autonomía y libertad de pensar. En el fondo, con los miedos, siempre estamos en el filo de la navaja del ser o no ser.
Claves para manejar el miedo
"El miedo- ha escrito Antonio Gala - se asemeja a un pozo (que cuanto mas tierra se saca de él mas crece) y a la oscuridad (que cuanto mas grande menos se ve)". Es decir, el miedo se incrementa con el miedo. Señalaremos algunas señales para que ese "pozo" y esa "oscuridad" disminuyan, sobre todo en los mas pequeños:
* principio básico: el miedo es consustancial al ser humano. Tenemos miedo porque somos limitados. No podemos pues desterrar totalmente el miedo de nuestra existencia. Incluso podemos afirmar que un "cuanto" de miedo es necesario para poder vivir. Un miedo patológico nos paraliza, pero la ausencia total de esta vivencia nos llevaría a la insensatez y al riesgo permanente.
* clima de confianza: el miedo no se vence con valor sino con una educación centrada en la confianza y la seguridad que proporciona el sentirse querido y amado por lo que uno es, no por lo que hace. Aquí el contagio es muy fuerte: una familia miedosa engendrará hijos miedosos. Incluso deberíamos manifestar miedo cuando la situación así lo requiera. ¡Es bueno que el niño perciba que los mayores también tienen miedo!
* enseñar con el ejemplo: una buena receta consiste en explicar las situaciones misteriosas: el significado de las tormentas, un apagón de luz, la muerte de un ser querido, etc. Incluso habría que facilitar que el niño participara en las situaciones que teme: ir al cuarto con la luz apagada, salir a la calle, etc. Y sobre todo nunca ridiculizar o despreciar aquellas situaciones que al niño agobian.
* no amenazar: es un error intentar conseguir que el niño se porte bien o estudie más, pues de lo contrario vendrá una bruja mala o “el hombre del saco”. Nunca el miedo será un buen acicate para portarse bien.
* la ayuda psicológica: en los miedos irracionales e invalidantes es necesario la intervención de un profesional (psicólogo, psiquiatra) para poder superarlos. Aquí la sola buena voluntad no basta, sino que hay que remover las raíces mas profundas de esa vivencia.
lunes, 8 de abril de 2019
Angustia, miedo
y pánico

Era un día soleado. Nieto y abuelo se encontraban en el zoo frente a la jaula de los leones. Los animales rugían. Ante la mirada atónita de los presentes, el niño dice al abuelo: "vámonos, pues parece que tienes miedo". Es una forma defensiva ante el temor: no reconocerlo o atribuírselo a los otros. En este caso al abuelo. No tengamos miedo y... hablemos del miedo.
Angustia, miedo y pánico
En el lenguaje coloquial utilizamos indistintamente uno de esos vocablos. Así hablamos de "miedo al mundo" o de "la angustia a los sitios cerrados". Pero el miedo siempre se refiere a algo determinado y concreto; es algo objetivo y delimitado. Mientras que la angustia es un sentimiento difuso, sin concretar, sin motivo real donde apoyarse.
Antonio llega a la consulta con la cara desencajada. Entre titubeos nos dice: "Me siento raro y extraño. Es una vivencia que no puedo definir. De pronto, siento un malestar generalizado que me revuelve el vientre, me sube a la garganta y tengo la sensación de que voy a morir". Esto es la angustia. Un sentimiento global e insólito que uno no sabe explicar, solamente padecer. Es mas cuando se quiere poner palabras a esta sensación, se escapa, como el agua en una cesta. Antonio insiste: "creo que nadie me comprende. Solamente lo puede entender el que lo haya pasado". Esto es la angustia.
Por el contrario, el miedo se expresa de forma diferente: malestar a la oscuridad, a los ascensores, a los ratones o a las alturas. Todo tiene un denominador común: el objeto del miedo es algo (o alguien) real o fantaseado, pero concreto y determinado. Se puede describir y a veces tocar.
En la vida cotidiana nos encontramos con situaciones, objetos o animales que nos producen un sentido de malestar, con taquicardia incluida, hipersudoraciòn o sequedad de boca, etc. Esto es el miedo. Miedo a la oscuridad, a los perros, a ser enterrados vivos, a las cucarachas, etc. Es un sentimiento que a veces se confunde con el asco y que produce alejamiento de esas situaciones o al menos se intenta.
El pánico es un miedo "al por mayor". Se podría decir que es una ración doble o triple de miedo. Se produce como respuesta a una situación o hecho, que aparece de forma inesperada y que sobrepasa todas las expectativas del individuo: ejemplos: ante un terremoto, un incendio, el desbordamiento de un río o sentirse perdido en una tormenta de nieve. Esto es el pánico. Por la forma de presentación (repentina) y su intensidad (masiva) invade a toda la persona y a veces la paraliza o genera una reacción desproporcionada (tirarse por la ventana de un sexto piso por el pánico de quedar atrapado por las llamas).
jueves, 21 de marzo de 2019
Educar para la convivencia
martes, 5 de marzo de 2019
“Tiene
lo que se merece”
lunes, 18 de febrero de 2019
El complejo
de Peter Pan
Entre los trastornos psiquiátricos relacionados con la comida sobresale uno: la anorexia. Se ha denominado de varias maneras: “adoradores de la delgadez”, “fobia a gordura” o “una forma de seguir siendo niña/o”. Lo cierto es que la anorexia parte del culto al cuerpo y a la moda imperante en nuestra sociedad, e incluso quiere dar signos de fortaleza precisamente a través de la fragilidad del cuerpo.
Las personas que padecen este trastorno generalmente son adolescentes con buenos rendimientos académicos, muy responsables y muy autoexigentes consigo mismos; pero, eso sí, tienen miedo a engordar, pues lo asemejan a algo feo, descalificador o poco femenino, les gusta la delgadez, pero no saben poner límite entre el peso saludable y el patológico.
Un ejemplo entre miles es el de Ana. Tiene 15 años y desde hace unos meses sufre trastornos de la “regla” y los padres se quejan de su extraña conducta con la comida: “no come casa nada, y en alguna ocasión ha llegado a provocarse el vómito cuando a su juicio había comido demasiado; tiene conductas extrañas como por ejemplo ir todos los días andando al colegio (tarda casi una hora); a veces, ha llegado a esconder la comida en los armarios de su habitación para “demostrar” que se había comido todo…Es muy nerviosa y fuma sin parar”. En pocos meses ha perdido varios kilos de peso.
A veces, estas conductas alimentarias están justificadas con “razonamientos” mas o menos convincentes: temor a engordar, falta de apetito, estrés, trastornos digestivos, etc. Pero, en una lectura en profundidad siempre encontramos un rechazo al propio yo y, en definitiva, un rechazo a su adultez. Por esto algún autor a este trastorno alimentario le ha llamado el complejo de Peter Pan. Estos adolescentes, ante la inseguridad que les supone el ser y actuar como adultos, intentan mantenerse en la “seguridad infantil”, y por esto se niegan a toda posibilidad de crecimiento, incluso en el aspecto físico. Es una de las teorías que intentan explicar este tipo de trastorno de la alimentación.
Una conducta acogedora y no sancionadora por parte de los adultos les podrá posibilitar el tomar conciencia de su conducta, y a través de una ayuda psicoterapéutica (en ocasiones también farmacológica) podrán neutralizar sus miedos y crecer de forma sana.
martes, 12 de febrero de 2019
Alimentación y placer

viernes, 25 de enero de 2019
Sofía
Todo sucedió en una mañana lluviosa en un Madrid otoñal. En una habitación destartalada, de un viejo hospital, y en una ambiente con carga positiva por los padres, tía y abuelo, pero también con una carga negativa de una profesional seca, tajante y distante, naciste a la vida. Aquello parecía la Gran Vía una tarde navideña con entradas y salidas constantes de los profesionales, en una escenificación donde parecíamos invitados de piedra. Ni siquiera el padre o la madre se atrevieron a formular ninguna pregunta. Por la habitación pululaban palabras sueltas (cabeza, dimensiones, espalda, etc.) que como un murmullo invadían mi mente y en ocasiones aceleraban el corazón, al considerar que algo no era lo esperado. Era una de tus primeras fotografías: una ecografía.
Quiero pensar que esta imagen es una metáfora de la vida: amor y malestar, temor y esperanza, miedo y fortaleza, salud y enfermedad, son algunos de los parámetros por los que discurre la vida. Y ahí surgió como un susurro: es una niña. Sofía comenzó a existir. Es verdad que ya existía antes pero como “algo” indeterminado, sin sexo y sin nombre. El nombre le dio existencia, se convirtió en persona.
Sofía, pues fue nombrada y comenzó a existir. Fue su verdadero nacimiento. En una habitación destartalada, de una lluviosa mañana madrileña, pero arropada por el amor de sus padres, tía y abuelo. Y la “loca de la casa”, la fantasía comienza a dar forma al bebé, a la niña, a la adolescente, a la adulta Sofía, y en todos esos momentos surge el monstruo del sufrimiento, de la maldad, de la angustia, pero también el Hada madrina del amor, de la comprensión, de la empatía. Mi deseo es que Sofía sepa neutralizar el malestar, el sufrimiento, etc. con el amor de sus padres, abuelos y tías, principalmente.
Sofía, me gustaría que te encontraras un mundo lleno de solidaridad, de paz y armonía, donde pudieras desarrollar tus capacidades de amor.
Sofía, es cierto que nuestro mundo está lleno de dificultades, de zancadillas, de competición desleal, pero también vivimos en un mundo donde la solidaridad es patente y el sufrimiento del otro, en muchas ocasiones se convierte en nuestro propio sufrimiento.
Sofía, ya vislumbro tu sonrisa, tus ganas de vivir, y agradezco a la vida este regalo.
Tomo conciencia de mi nueva condición de abuelo y pienso:
“Ser abuelo”, es como decir que he completado el círculo de mi existencia: fui hijo, hermano, tío, sobrino, esposo, padre, y por último abuelo. Es como una gran medalla que me impone la vida.
“Ser abuelo” supone que puedo disfrutar de Sofía, de su sonrisa, de sus primeros pasos, de su ternura, de sus chantajes emociones… y un largo etcétera que de alguna manera dará luz y color a mi vida. Porque ser abuelo es tener la misma responsabilidad de ser padre pero centrándose más en el disfrute que en la censura o el castigo.
“Ser abuelo” implica contemplar la vida como por el retrovisor de otra existencia mas fresca, mas vital y mas festiva.
“Ser abuelo” inyecta una gran dosis de vida en una existencia que tiene un largo recorrido. Es un brindis al futuro injertado en la nueva vida del nieto/a.
¡¡Soy abuelo!! Gracias Pau y Javier por este regalo a mi vida, a nuestras vidas, y espero, que a pesar del lado oscuro (profesionales distantes, amargados, etc.) sepamos transmitir el amor y cariño de unos abuelos felices. GRACIAS.
viernes, 18 de enero de 2019
“No te deseo un año maravilloso…”
En estos primeros días del nuevo año, el saludo entre familiares o amigos siempre está cargado de un deseo de dicha: “te deseo un próspero año”, “te deseo felicidad para el 2019”, etc. Pero la felicidad no se consigue por arte de magia sino que es consecuencia de nuestra actitud ante los hechos “buenos” o “malos” de nuestra vida cotidiana.
Entre las diversas felicitaciones, que en estos días han llegado a mi correo electrónico, está este texto de Mirta Medici (psicóloga), que quiero compartir contigo, querido lector, con el deseo de que en 2019 seamos capaces de ir construyendo nuestras vidas y encontrar el sentido en cualquier situación de los siguientes 365 días del año. Eso es la felicidad.
Texto de Mirta Medici
“No te deseo un año maravilloso donde todo sea bueno. Ése es un pensamiento mágico, infantil, utópico.
Te deseo que te animes a mirarte, y que te ames como eres.
Te tengas el suficiente amor propio ara pelear muchas batallas, y la humildad para saber que hay batallas imposibles de ganar por las que no vale la pena luchar.
Te deseo que puedas aceptar que hay realidades que son inmodificables, y que hay otras, que si corres del lugar de la queja, podrás cambiar.
Que no permitas los “no puedo” y que reconozcas los “no quiero”.
Te deseo que escuches tu verdad, y que la digas, con plena conciencia de que solo es tu verdad, no la del otro.
Que te expongas a lo que temes, porque es la única manera de vencer el miedo.
Que aprendas a tolerar las “manchas negras” del otro, porque también tienes las tuyas, y eso anula la posibilidad de reclamo.
Que no te condenes por equivocarte; no eres todo poderoso.
Que crezcas, hasta donde y cuando quieras.
No te deseo que el 2019 te traiga felicidad. Te deseo que logres ser feliz, sea cual sea la realidad que te toque vivir”.
miércoles, 19 de diciembre de 2018
El arte de acompañar

miércoles, 12 de diciembre de 2018
Reflexiones sobre las características del cambio psicológico

viernes, 23 de noviembre de 2018
Información y equilibrio psicológico

viernes, 16 de noviembre de 2018
La nuera y la suegra
jueves, 25 de octubre de 2018
¡Tengo miedo!

miércoles, 17 de octubre de 2018
El hombre
y el martillo
