Las relaciones interpersonales, en todos sus niveles –de vecindad, de parentesco, de amistad, de pareja–, pueden ser fuente de gozo o bien constituir un campo minado de dificultades.
Un elemento fundamental que genera sufrimiento en las relaciones es el “guion” con el que el ego se maneja. Según él, los otros están ahí para complacerme. En consecuencia, resulta inevitable que, cada vez que tal expectativa no se cumple, aparezca la frustración y, con ella, el enfado, la ira o el abatimiento.
Solo podremos salir del sufrimiento abandonando aquella expectativa o creencia errónea, gracias a la comprensión, la cual nos ofrece dos claves decisivas en toda esta cuestión:
Los otros no están para complacerme, sino para ayudarme a aprender.
Los otros –como yo– hacen siempre lo mejor que saben y pueden, por lo que carece de sentido la culpabilización.
¿Qué es lo que necesito aprender a partir de lo vivido en las relaciones?
Tal vez, tres cuestiones básicas:
- Conocerme y aceptarme tal como soy, integrando la sombra que había reprimido, ocultado o negado. En las relaciones se me hace patente que todo aquello que me altera de los otros se encuentra en mí sin aceptar y, con frecuencia, sin ni siquiera conocerlo.
- Crecer en amor incondicional hacia mí. Todos mis enfados y frustraciones que nacen en el campo relacional son, en realidad, expresión de un grito que pide amor. Sin ser consciente de ello, estoy pidiendo a los otros el amor –aprecio, reconocimiento, comprensión…- que yo mismo soy incapaz de darme. El hecho de no recibir lo que espero puede constituir una oportunidad preciosa para desarrollar en mí aquel amor incondicional que reclamo de los otros y que, aun sin darme cuenta de ello, me hace vivir mendigando afecto.
- Crecer en comprensión de mi verdadera identidad. De un modo u otro, todo aprendizaje culmina en este, que me permite contestar adecuadamente a la pregunta primera: ¿quién soy yo? Porque no hallaré luz ni paz hasta que no halle, por experiencia propia, la respuesta adecuada: soy no-separado de los otros. Más allá de las formas diferentes –o “disfraces” en que se expresa– todos compartimos la misma y única identidad; la nuestra es una identidad compartida, Eso que sostiene todas las formas y que en todas se expresa.
Me ha encantado tu exposición Enrique; en otras, no he entendido lo que transmites, pero en este momento te he comprendido perfectamente porque es algo que me trabajo diariamente, que es tarea difícil, pero no imposible, por eso me encuentro que voy avanzando.
ResponderEliminarLas relaciones entre las personas, por lo que vivo y observo cada día, me parecen difíciles, por eso me parece muy importante este aprendizaje en cada uno de nosotros.
Me quedo con los epígrafes de las tres cuestiones básicas:
1º.- Conocerme y aceptarme tal como soy.
2º.- Crecer en amor incondicional hacia mi.
3º.- Crecer en comprensión de mi verdadera identidad.
Con la esperanza de seguir avanzando. Pdpi