- Últimamente, en varias entrevistas, usted habla mucho
de la educación y de la crisis en la que se encuentra el sistema de enseñanza
en todo el mundo.
- El mundo está en una crisis global, y yo creo que la
educación es en parte responsable, porque se educa para que las personas sean
como son. Y que las personas sean como son constituye el problema del mundo más
que las políticas. Así todo está en crisis, la política, la economía, pero yo
creo que es el factor humano lo que está por detrás, y lo que no se ha
responsabilizado. Se trata de cambiar las cosas sin cambiar a las personas. Y
mientras hay una educación que es para perpetuar una manera de ser no vamos a
tener evolución social, creo yo.
- ¿Y cómo cambiar el sistema de educación?
- Habría que interesar suficientemente a los educadores y a
los que dictan las políticas educacionales. Los educadores han seguido muy
servilmente a los programas, muy automáticamente, diría yo, con poco fuego
creador. Se supone que son personas creativas, pero en la práctica tienden a
formar autómatas. Y la profesión de educador es muy parecida a la actividad de
una madre.
- Pero si se robotizan, ya no son como las madres...
- Las madres modernas también se robotizan, porque entran en
un sistema muy patriarcado. Yo pienso que la naturaleza patriarcal de la
sociedad es el problema principal y que es una hipertrofia de la mente
científica que eclipsa la mente emocional. Lo que hace una madre, lo que hace
un educador debería ser de naturaleza emocional, de ser empático, de ser para
el otro. Cuando no está eso, ya no se educa para la felicidad de la persona, y
la felicidad de las personas hace que se pueda tener una sociedad feliz
también.
- Qué bien que no ha perdido ese sentido de querer saber
más.
- Sí, eso me sostiene. Tengo un programa que he elaborado a
través de los años. Es la síntesis de prácticamente todo de lo que a mí me ha
servido y que he aprendido. Mi manera surgió antes de que yo pensara en la
educación. Fui un buscador muy intenso en mi juventud, lo que más me interesó
siempre estuvo más allá de las distintas cosas que estudié. Pero más que nada
buscaba yo algo para una sed interior que ni siquiera sabía definir. Y en esa
búsqueda recurrí a elementos del mundo terapéutico, a сosas novedosas, a
maestros espirituales. Tuve una gran inspiración, y con esa fuerza me puse a
enseñar. Se formó un grupo, pero se formó no porque yo pretendiera a hacerlo
así, sino porque mi madre, que siempre era una madre controladora y muy
crítica, quedó muy impresionada al ver mi cambio. Y quiso ya aprender de mí. Y
así surgió mi trabajo.
- ¿Su madre participó en ese grupo? ¿Ha sido alumna suya?
- Fue el estímulo para que yo lo formara ese grupo. Tuve el
privilegio de cambiar a mi madre. Yo creo que todos tenemos ese sueño de poder
cambiar a nuestros padres. A mí se me dio ese regalo.
- ¿La ha cambiado?
- Sí. Su vida cambió profundamente y estuvo siempre muy
agradecida. Cambiaron sus amistades, sus amigos fueron las personas de ese
grupo.
- ¿Cuántos años tenía ella?
- Tenía 60 y tantos. Cerca de los 80 tuvo algunas
dificultades con su marido, que la reclamaba que estaba muy metida en estas
cosas, y le amenazó con separación.
- ¿Pero no se separaron?
- No, no. Bueno, entonces yo de allí empecé con un grupo muy
íntimo de amigos de mi madre, de colegas míos, personas que se habían formado
conmigo en terapia Gestalt. Inventé muchos ejercicios psicológicos y tomé
prestados otros, como la meditación budista o la práctica indonesia de abandono
de sí, de dejar fluir. Ahora los bailarines han adoptado eso en algunas partes
del mundo, el movimiento auténtico lo llaman, como una manera de recuperar la
espontaneidad infantil perdida, liberarse de los automatismos sociales. Y
también incluí el sistema de tipos psicológicos que se asocia al nombre de
eneagrama.
- ¿Y en qué consiste?
- Es un sistema de 27 tipos psicológicos. De cada uno de los
nueve tipos hay tres. Y los nueve eneatipos corresponden un poco a los famosos
pecados capitales del cristianismo –la envidia, el orgullo– cosas que son muy
conocidas para cualquiera que vive en este mundo.
- Pues porque son la base de una persona.
- O la base de los problemas que tiene una persona y la
sociedad también. La cobardía, la vanidad también están entre esos nueve
grandes profactores destructivos de emociones negativas.
- ¿Y cómo influye eso en la vida de una persona?
- Es como si cada persona tiene una forma de solucionar los
problemas de la vida. Como, por ejemplo, un tipo de niño para conseguir lo que
quiere, patea de rabia. Otro llora, otro niño se resigna, otro quiere hacer las
cosas bien para recibir lo que quiere. Cada persona tiene su estilo. Entonces
claro, si tuviéramos todos los pecados al mismo tiempo, eso sería como no tener
ninguno porque seríamos libres de elegir la conducta que más conviene en la
situación.
- ¿Cómo una persona puede entender qué pecado, qué tipo
le domina?
- Es difícil conocerse a sí mismo suficientemente bien. Se
necesita un poco de ayuda por personas que saben reconocerlo.
-¿Ha logrado usted conocerse a sí mismo, entender a sí
mismo?
- Yo diría que ya hace bastante tiempo que no busco
conocerme más, sino que busco desprenderme de los efectos que ya me conozco. No
puedo decir que he llegado al fin del camino, pero sí que he llegado a un
tiempo de fructificación, a una plenitud interior, a un estado de felicidad, a
un sentirme que mi vida vale la pena, estoy haciendo algo que tiene sentido, y
sobre todo las cosas las hago cada vez mejor.
- ¿Cual es el secreto de la vida?
- El secreto de la vida es vivir. No hay secreto de la vida.
El sentido de la vida está en la vida misma. Cuando buscamos el sentido es
porque no estamos viviendo. Porque en cierto modo estamos robotizados, o
vivimos con una pequeña parte de nosotros mismos. Hoy en día se reconoce que
tenemos tres cerebros: el intelectual, el emocional y el intuitivo. Pero
tratamos de vivir desde la cabeza como si allí hubiera una cabina de control
dentro de nosotros que se ha apoderado del cuerpo en lugar de entregarle el
cuerpo a ese animal interior que es mucho más sabio.
- ¿Y cómo despertar a ese animal interior?
- A través del autoconocimiento. El primer remedio es
estarse en la ocasión de tomar contacto con sí mismo de cómo estoy. Hay una
práctica que es que con cada respiración preguntarse cómo estoy, qué siento,
qué es esto. La conciencia del presente. No solo la conciencia de las cosas, de
las palabras, sino la conciencia emocional del presente. Y corporal también,
porque van juntas. Desde la sensación corporal aparece ya posiblemente la voz
del niño interior descontento que pide esto o que pide aquello. Y uno puede
empezar a darle un poco más de lo que pide.
- ¿La sensación corporal, eso qué quiere decir? ¿Hacer
algunos ejercicios especiales?
- Más el silencio de la meditación, el silencio de la
atención hacia dentro, en el no movimiento que permite más que el movimiento,
porque el movimiento ya es un hacer que nos saca de nosotros mismos. La
incapacidad de estar quieto, solo, hace que nos metamos unos con otros, nos
metamos en la vida de otros, empezamos a juzgar, a condenar y nos llenamos de
deseos inútiles. Así que es muy purificador el no hacer nada y solamente estar.
Se adquiere el sentido de la existencia a través del silencio, del no hacer. Es
como que lo único que puede llenarle a uno y que es una respuesta al secreto de
la vida, al sentido de la vida: el sentir que uno existe.
Entrevista realizada por RIA Novosti, 21-10-2013
Invita a explorar el mundo emocional, la única manera de ser felices. Es el camino que estamos siguiendo en el TE. Norecic
ResponderEliminarHermosa entrevista. Me han gustado unas cuantas ideas. Quiero destacar: "Lo que hace una madre, lo que hace un educador debería ser de naturaleza emocional, de ser empático, de ser para el otro. Cuando no está eso, ya no se educa para la felicidad de la persona, y la felicidad de las personas hace que se pueda tener una sociedad feliz también".
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la entrevista. Sobre todo la posibilidad de cambiar, de transformarnos en algo mejor, algo que nos favorezca. Y sobre todo me ha recordado la necesidad de ahondar en mí misma, que a veces se me olvida.
ResponderEliminarMª José