El silencio no se vive en función de una lectura erudita.
El silencio es quedarse sosegado en el asiento, en una silla.
Es dejar que todo, sobre todo nuestro ego, se detenga,
se pare, se asiente de modo que todo se aquiete:
las frustraciones, las inseguridades, las dudas,
la soledad del aislamiento, los temores, los miedos,
las cobardías, todo sobresalto, toda agitación.
¡Qué manera tan sencilla de sumergirse en el fecundo silencio,
en la gratitud de la vida!
Sentarse es abandonar,
despojarse, vaciarse,
menguarse, empequeñecerse.
La silla, un mueble para aprender a vivir.
El ego es inhóspito;
el silencio es hospitalario, acogedor y receptivo.
La silla, una pausa iluminadora como un amanecer.
Pues yo creo que no soy amiga del silencio, porque en cuanto llego a casa o me levanto de la cama lo primero que hago es encender la radio... Necesito sentirme acompañada. Pero eso sí, me gusta pasear en silencio, escuchando la vida que me rodea. Aunque aquí lo más desagradable es el tráfico y también las obras públicas... pero sí se saborear la contemplación de la naturaleza con sus sonidos..., el mar, los pájaros, la lluvia...
ResponderEliminarAsí ya hay un comentario en este blog.
El silencio a Pepi la parece una de las formas de interiorizar más profundamente uno consigo mismo; pero ¿como se consigue?. Alguien transmite la enseñanza. Muchas gracias .
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