Soy médico; cardiólogo, de esos que ponen muelles a los
pacientes cuando sufren un infarto. Nuestro trabajo me encanta, pero
recientemente salí del hospital un poco más triste que antes.
Un paciente que ya habíamos atendido previamente ingresó de
nuevo con un segundo infarto y, al mirar sus arterias, encontramos que el
stent, el muelle, implantado unos meses antes, se había trombosado, provocando
un segundo infarto mucho más grave que el primero.
Mientras intentábamos reparar de nuevo su arteria enferma, nos
aseguró que seguía tomando sus pastillas, pero la relación entre la trombosis
de prótesis endovasculares y el abandono del tratamiento es tan alta que, ante
nuestra insistencia, terminó por reconocer que lo había dejado dos meses atrás.
La situación es muy sencilla: no tiene trabajo, cobra exclusivamente los
cuatrocientos euros de la ayuda extraordinaria para desempleados y el
tratamiento le costaba más de cien euros mensuales. Tiene mujer, sin empleo, y
un hijo pequeño.
"O comemos, o tomo las pastillas".
Allí mismo, este hombre se puso a llorar. Lágrimas
silenciosas, sin aspavientos. Lloraba de miedo ante la proximidad de la muerte
o de algo peor; pero, sobre todo, lloraba de vergüenza, de tener que mentir a
su médico porque no se atreve a reconocer que no tiene suficiente para pagar el
tratamiento que éste le receta.
Durante el último año, hemos visto esta misma situación en
repetidas ocasiones. En demasiadas, creo. Nunca antes, en muchos años de
ejercicio profesional, nos habíamos encontrado con algo así. Además, si todo se
redujera al dinero, el gasto sanitario que supone una trombosis de stent supera
en muchas, muchas veces el gasto farmacéutico del tratamiento complementario.
No es él quien tiene que llorar de vergüenza. No lo es.
Maximiliano Diego. Miembro
de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Salamanca (ADSP)
Tomado de saludadiario.es
El amor conlleva justicia social
ResponderEliminarCada uno en la vida tiene sus prioridades. La impotencia está cada vez más presente en la vida de muchas familias...... Pepi.
ResponderEliminarOjalá tuviéramos tod@s, muchas lágrimas de vergüenza. El agua y el dolor purifican conductas hasta producirse una transformación. Normalmente las reprimimos, y nos creemos que no pasa nada, hasta que nos toca de cerca.
ResponderEliminarMenos mal que la crisis ha terminado.
ResponderEliminarYo llevo ya más de 5 años desempleado, no tengo derecho absolutamente a ningún tipo de ayuda, ni subsidio, ni prestación.
Estoy terminando de liquidar los ahorros que tenía para la compra de una vivienda. Pero por fortuna, tras diagnosticarme hace dos meses una infección en fase terminal, creo que podré combatir la muerte que se me viene encima con la decisión personal del suicidio. Lo más fácil y lo más valiente