La Escribana del Reino
M. E. Valbuena
Dos mejor que uno. Foto Jesús Aguado
En mi barrio hay un pequeño negocio regentado por una pareja de edad indefinida (más bien joven). El negocio lleva funcionando seis o siete años. Puede que algo más. Pero es un negocio que no da para muchos beneficios, la verdad.
Yo no lo visito demasiado, así que, aunque salude a la pareja por mera relación de vecindad, no sé nada de ellos. Ni siquiera su nombre. Aún así, hay algo en su forma de estar y tratarse que me gusta. Me gusta lo que transmiten.
Suelo pasar por ahí varias veces al día y, desde la calle, puedo ver cómo él trabaja mientras ella, si no hay clientes, lee en voz alta el periódico o, simplemente, acompaña. Abren y cierran juntos el local. Algún sábado les veo salir de desayunar del bar de la esquina y, en otras ocasiones, me los cruzo cuando van a tomar algo después de cerrar.
Supongo que tendrán sus días buenos y malos, como todos, pero en general siempre les veo sonrientes, tranquilos, serenos. Parecen felices y satisfechos con su vida. Puede que todo sean conjeturas fruto de mi imaginación y lo que estoy contando no tenga que ver con la realidad, pero a mí esta pareja me transmite felicidad.
¡Y es tan extraño encontrase gente feliz! ¡Es tan difícil no escuchar quejas, protestas y lamentos día tras días! ¡Son tantas las caras largas y tan precaria la felicidad!
Tal vez por eso, por ser excepción, me haya fijado en ellos y les vea bajo el efecto halo, que no deja de ser un distorsionador. Pero me da igual. Yo les percibo felices y su presencia en el barrio es para mí un soplo de esperanza.
Es verdad que no es frecuente encontrarse con gente feliz
ResponderEliminarEs la felicidad de la "normalidad" en una relación. Y eso es li más raro del mundo. La felicidad se percibe en pequeños gestos, miradas, silencios, en "estar" (como decías la semana pasada). ¡Qué buena observadora eres, Escribana!
ResponderEliminarPaco
Bendita sea tu percepción, porque ya te hace bien a ti, y bendita esa forma sencilla de vivir la vida, al menos eso parece. Porque la vida la complicamos nosotros con tantas miserias y envidias. Abrir el corazón y ir de frente, aunque recibas algún tortazo, es más agradable que ir con el colmillo retorcido pensando donde me la van a dar. Sencillez, normalidad y paciencia. Aceptación. Felicidad. Otetipe
ResponderEliminarA mi también me cuesta encontrar gente feliz. A mi alrededor suele haber queja y protesta casi siempre.
ResponderEliminarVer a la gente feliz, contenta, alegre, reírse...... a mi también me resulta gratificante; aunque a veces no es oro todo lo que reluce, pero hacernos ideas irracionales nos perjudica. Así que debemos disfrutar de la vivencia de ese momento e inclusive que nos traspase a nuestro interior. Pepi.
ResponderEliminarCreo que tu escrito es una invitación a fijarme más en lo que me rodea y tratar de descubrir más gente feliz. Gracias.
ResponderEliminarT.R.