Entrevista a Enrique Martínez Lozano
EL YO ES UNA FORMA QUE TOMA LA VIDA
Entrevista de Javier Pagola, con motivo de la participación en el Foro GOGOA de Pamplona, en Diario de Noticias de Navarra, octubre de 2015.
¿Quién es Enrique Martínez Lozano? ¿Cuáles son los principales rasgos de su búsqueda y de sus pretensiones actuales?
Soy una “forma” más en que la Vida se expresa, y soy esa misma Vida que somos todos. No tengo ninguna pretensión, tampoco busco nada; me siento habitado por el Anhelo de rendirme por completo a la Vida que somos, lo cual requiere que mi yo se quite de en medio. En ese aprendizaje estoy.
Somos hijos de la Modernidad, y de ella hemos aprendido que las personas ya no podemos prescindir de la racionalidad y la autonomía. Lo que no es razonable no puede sostenerse, y no hay nadie “fuera” que maneje nuestros asuntos. Este paradigma cultural, esta manera de ver las cosas, ¿qué ha significado para la liberación de la humanidad? Y ¿qué limitaciones ha supuesto para acceder al conocimiento y a la verdad?
La Modernidad supuso un momento más en la evolución de la consciencia, caracterizado por la racionalidad y la autonomía, en contraste con el mito y la heteronomía, propios del nivel de consciencia anterior. Tanto el “espíritu crítico” –pensemos en los llamados “maestros de la sospecha” (Marx, Nietzsche, Freud)– como la llamada a la “mayoría de edad” (Kant) resultan una adquisición irrenunciable para la humanidad, si no queremos volver a la irracionalidad y a la sumisión infantil. La trampa de la Modernidad –o su límite– radica en la absolutización de la razón: si bien es cierto que todo tiene que ser razonable (no irracional), no lo es que solo sea racional; de hecho, la Verdad –como la Realidad misma– es trans-racional. La Modernidad se equivocó al absolutizar la razón y el yo, olvidando la consciencia, y colectivamente estamos aún atascados en aquel enredo.
Cada cual para desarrollar su personalidad construye un YO, a veces un ego muy poderoso. ¿Es esa una necesidad? ¿Se paga algún precio por ella?
Lo que llamamos “yo” no es sino el resultado de la emergencia de la mente, en un momento determinado de la evolución de la consciencia. Pero, en realidad, el “yo” no es nada más que el centro operativo de nuestra vida mental y emocional. Evidentemente, necesitamos construirlo y cuidarlo. El error –fuente de confusión y de sufrimiento– se produce cuando nos identificamos con él. Podría decirse que quedamos deslumbrados por la mente hasta el punto de reducirnos a ella (a eso se le llama “yo”), olvidando que somos Consciencia ilimitada: mente (yo) es solo algo que tenemos; consciencia es lo que somos. A cualquiera que investigue le quedará claro que, como dice Fidel Delgado, “eso del yo es una broma”.
Usted habla del “final del estado egoico de la conciencia” y de la llegada del “nivel transpersonal” ¿Qué quiere decir eso de “la mirada transpersonal” o de “vivir una experiencia transpersonal”?
Justamente eso: la mente, el yo, la persona… no es el final. Absolutizar esas realidades equivaldría nada menos que a decretar una especie de estancamiento de la consciencia. Todos ellos son solo “objetos” dentro del campo de la consciencia. Por más que se resistan quienes han crecido en el “personalismo” (filosófico o religioso), la Realidad es siempre “trans”: se halla siempre “más allá” (en realidad, más acá, porque lo “trans” es lo más profundo e íntimo) de todo lo que podamos nombrar: la mente es una herramienta, el yo es el centro psíquico, la persona es el “papel” con el que la Consciencia (la Vida) se disfraza…
¿Cuál es la distancia entre lo racional y lo real?
La que va del concepto a la Verdad, del pensamiento a la Vida, de la mente al Ser. La razón es una herramienta preciosa que se pervierte cuando se absolutiza. Hay vida más allá de la razón. Como ha escrito el psicólogo Giorgio Nardone, “Es una perversión de la inteligencia creer que la razón lo solventa todo".
¿La mente es una herramienta valiosa? ¿Para qué?
Valiosa e imprescindible para movernos en el mundo de los objetos, sean físicos (materiales), mentales o emocionales. Es valiosa también para mantener el espíritu crítico y denunciar engaños. Pero no es herramienta adecuada para conocer todo aquello que no es objeto.
Usted en sus escritos y charlas invita a “otro modo de ver y de vivir” y a superar el modelo dualista, cartesiano, de conocimiento que considera agotado. ¿Puede usted explicar, con algún ejemplo, que es eso del dualismo?
El dualismo es solo una creencia errónea que nos hace pensar que la realidad es una suma de objetos separados. Tal creencia es consecuencia de la propia naturaleza de la mente –separadora y objetivadora–, ya que pensar equivale a delimitar. De ahí que, al absolutizar la mente y creer que las cosas son como ella las ve, caemos en el dualismo. Pero la Realidad es solo una; no existe nada separado de nada. Tú y yo, por ejemplo, somos no-dos: no somos iguales, pero somos lo mismo. Y es una buena noticia que la misma ciencia nos lo haga ver.
¿Qué signos, evidencias, o líneas de investigación –por ejemplo, en la física cuántica o la neurociencia– encuentra usted en el tiempo actual que indiquen que el modelo dual de cognición se está agotando?
La ciencia habla ya de dos diferentes niveles de lo real: el aparente –el mundo de las formas, que nos entra a través de los sentidos neurobiológicos– y el cuántico, lo que le lleva a concluir que “las cosas no son lo que parecen” y a intuir un nivel todavía más profundo al que designa como “campo unificado de consciencia”, del que estarían brotando los otros dos. Es significativo que la nueva física, apenas se acerca al mundo de las partículas subatómicas, descubre que el “modelo mental” (dual) es insostenible: por una parte, el llamado “sentido común” salta por los aires; por otra, se ve obligada a adoptar una perspectiva no-dual.
¿Qué ventajas tiene abrirse a una perspectiva no dual de conocimiento?
Si lo Realidad es no-dual, nunca llegaremos a ella a través del modelo mental (dual). Reconociendo el ámbito propio de este, es necesario trascenderlo para pasar del conocimiento por análisis y reflexión –propio de él–, al conocimiento por identidad o “conocimiento silencioso”, del que siempre han hablado sabios y místicos. Por decirlo brevemente: No conocemos quiénes somos pensando, sino únicamente siéndolo.
¿Qué significa “conocer por identidad”, conocer algo porque lo somos?
La única forma posible de conocer todo aquello que no es objeto. De hecho, si te piensas –eso es conocer desde la mente– te verás como un “objeto”: ya te has tomado por lo que no eres, olvidando lo que eres. Además, ¿cómo la mente –que es una herramienta que tienes y, por tanto, una parte de ti– podría saber quién eres? Solo lo sabrás cuando lo seas: este es el conocimiento por identidad. En realidad, es el modo de conocer todo lo que no es objetivable. Aplicándolo a Dios, el místico cristiano del siglo XVII, Angelus Silesius, lo expresaba con estas palabras: “Qué sea Dios, lo ignoramos…; es lo que ni tú ni yo ni ninguna criatura ha sabido jamás antes de haberse convertido en lo que Él es”. Y así se nos hace evidente la sabiduría contenida en aquella inscripción del templo de Delfos: “Hombre, conócete a ti mismo, y conocerás al Universo y a los dioses”. Dado que lo Real es no-dual, al conocer lo que eres, estás conociendo el Fondo de lo que es ya que, como bien dijera el Maestro Eckhart, “el fondo de Dios y mi fondo es el mismo Fondo”.
¿Por qué hay que silenciar y acallar la mente? ¿Para qué hacerlo?
Es necesario acallar la mente si queremos ver con claridad. De lo contrario, la mente se interpone como un filtro que deforma aquello que la trasciende (porque, dada su propia naturaleza, lo reduce a mero objeto, aunque lo escriba con mayúscula). Aunque es importante subrayar que no se silencia la mente por el gusto de lo irracional, sino precisamente para poder ver más allá de ella. Una vez más, quizás sea necesario recordar que la mente es una herramienta muy valiosa, pero muy limitada. Y que, más allá del conocimiento que nos proporciona, existe otro al que solo tenemos acceso cuando aprendemos a silenciarla: aquieta la mente, saborea la realidad… y surgirá sabiduría.
Usted realiza una continuada práctica meditativa. ¿En qué consiste básicamente? ¿Precisa entrenamiento? ¿Qué beneficios le produce?
La práctica meditativa es el entrenamiento –“gimnasia sagrada”, la llama el psicólogo José Mª Doria– para acallar la mente y no reducirnos a ella. Se experimenta que tenemos mente, pero no somos la mente, y nos va haciendo diestros en vivir en coherencia con esa nueva consciencia que se regala en el conocimiento transmental o silencioso.
¿Meditar significa apartarse de la realidad o de lo social?
Meditar –lo dice uno de los sentidos de la misma palaba: med-itari, “ir al centro” no solo no es apartarse de la realidad, sino llegar a su corazón. Esto no niega, sin embargo, que, como en todo lo humano, también aquí puedan darse ambigüedades y engaños, como cuando se hace de la práctica meditativa una especie de refugio narcisista frente a una realidad que no se quiere afrontar. Pero ahí no hablaríamos de meditación, sino de “escapismo espiritual”. En su sentido más hondo, la meditación no es una práctica, sino un estado de consciencia, caracterizado por la percepción de la no-dualidad, que lleva a reconocer: “Yo soy todas las cosas”. Como es sabido, esta es una expresión de Jesús de Nazaret –está recogida en el logion77 del Evangelio de Tomás– y es compartida por toda persona que ha vivido una experiencia de “despertar”.
¿Cree usted que solo hay vida en el presente? ¿Qué quiere decir con eso?
El presente no es algo cronológico –eso sería solo un instante fugaz–, sino Aquello que contiene el tiempo. En este sentido, podría hablarse quizás mejor de Presencia, y sería una realidad equivalente a Consciencia y a Vida.
¿Dónde podemos encontrar el sentido de la vida?
El “sentido de la vida” no es algo añadido, como tampoco es algo que nos faltara. En la vivencia no-dual queda radicalmente manifiesto que ya somos todo aquello que nuestra mente buscaba. Si me permites una alusión personal, podría decirte que pasé muchos años buscando, ansiosa y dolorosamente, el sentido de mi vida; cuando, finalmente, la Consciencia se hizo luz en mí, comprendí y vi con claridad que la vida estaba llena de sentido. Si ahora tuviera que formularlo conceptualmente para responder a tu pregunta, lo diría de esta forma: El sentido de la vida consiste en reconocerse uno con la vida y fluir con ella. Los poetas también saben verlo. Así se expresaba Rainer Maria Rilke, en una de sus Cartas a un joven poeta: “Por lo demás, deje que la vida vaya sucediendo y traiga lo que tenga que traer. Créame, la vida siempre, siempre tiene razón”.
Volvamos al principio. Usted plantea que la pregunta esencial es: ¿Quién soy yo? Pero ¿cómo se la responde a usted mismo?
Me surge espontánea la respuesta que en alguna ocasión dio Jesús: “Yo soy la Vida”. Y sé que esa es la respuesta adecuada para todo ser humano. No soy nada de aquello que pueda aparecer en el campo de la consciencia, sino la Consciencia misma (la Vida) en la que todo aparece. Y de ahí brota precisamente la única certeza a la que podemos tener acceso, en la que se asientan la seguridad y la confianza: la certeza de ser. La única certeza que se mantiene en pie cuando todas las ideas o creencias han caído. No necesitamos más.
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