La meditación es dar cauce al anhelo infinito que reside en el corazón humano
El día 24 de enero, a las 7,30 de la tarde, el Centro Cepteco, dentro de las charlas gratuitas “Por el bienestar emocional”, organiza una jornada experiencial dedicada a “la práctica de la meditación dentro del proceso de autorrealización”, impartida por Valentín Turrado, instructor de meditación, profesor de yoga y voluntario del Teléfono de la esperanza.
¿Por qué esa unión de meditación y autorrealización?
Fue el humanista Maslow el que habló de la pirámide de las necesidades humanas y el que colocó en la cúspide la necesidad de autorrealización. El trabajo psicológico y terapéutico tiene un límite y ahí aparece la importancia de transcender nuestro pequeño yo y nuestra realidad aparente de la mano de la meditación, que es una invitación – en medio de un mar de ruidos y de luces – al silencio, en palabras poéticas diríamos que al callamiento, a la autorrealización más profunda.
¿Parece deducirse un cierto menosprecio o minusvaloración del trabajo psicológico?
Ni mucho menos. Para acceder al mundo interior es necesario acompañarlo de un trabajo psicológico en profundidad. Solo un yo sano y fuerte es capaz de ser transcendido. Pretender que la meditación resuelva nuestros problemas psicológicos o las heridas de nuestra alma es un absurdo. Cada problema hay que resolverlo en el ámbito en que se produce. En la meditación aparece todo, especialmente lo que está dormido, lo que está guardado, y si eso oculto es muy doloroso, el silencio va a ser muy doloroso, como diría la ventera del Quijote “para esta comida hay lo que tú traes”. El trabajo terapéutico y el silencio necesitan cabalgar de la mano durante un largo trayecto.
¿Por qué es importante la meditación?
Decía el Principito que “lo esencial es invisible a los ojos”. Necesitamos dedicarle tiempo a lo que es esencial en nosotros. Nuestra esencia no es consumir, no es llenarnos de cosas que nos van a hacer sentir aún más vacíos ni siquiera es pelearnos para ver quién está arriba o quien gana el partido de la vida. Somos algo más que ciudadanos, algo más que contenedores de ideas o de sentimientos, de sensaciones. Eso algo más, que resulta difícil de definir, de explicar, pero que puede ser experimentado, es a lo que nos llama el silencio, la meditación. Desde mi pequeña experiencia constato que las personas que practican meditación son más felices, más bondadosas y más humanas.
¿Hay estudios científicos que avalen esta importancia?
El mejor estudio que se puede aportar es conocer personas que practiquen meditación a diario y verles hablar, sentir, comunicarse. No son personas perfectas, por supuesto, tienen sus luces y sus sombras, su Profesor Jekil y su Mr. Hide siniestro también, como en la novela de Stevenson, son conscientes de su tienda y de trastienda, pero saben ver e ir un poquito más allá, su horizonte es algo más amplio y más amable.
Por suerte, hoy ya hay estudios de universidades americanas que avalan esto que estoy diciendo y que muestran que las personas que practican meditación tienen una mayor calidad de vida en todos los aspectos.
¿Qué es meditar?
No es darle vueltas a una idea ni repetir palabras y más palabras de no sé qué credo. Diría, que es observar. Sí, observar lo que sucede cuando todo se acalla, cuando no hay estímulos, cuando no te puedes ni quieres escapar, y te adentras en la experiencia de ser un “algo, qué se yo qué, misterioso”, como aquel poema hermoso de Blas de Otero y permaneces ahí, sin pretender nada, sin buscar nada, por el simple capricho de estar, de ser, más allá de lo sentido, de lo pensado. Sí, meditar es una mirada interior consciente y amorosa. Una mirada para creyentes, ateos y agnósticos, más allá de todas las palabras que nos dividen y nos enfrentan.
¿Y qué pasa con la realidad? ¿No es una cierta huida? ¿Qué relación existe entre meditación y religión?
El que acuda a la meditación pretendiendo huir de la realidad no se va a mantener en este camino, porque la meditación funciona como un espejo que no puedes eludir a medio plazo y te va a devolver tu propia huida o tus propios engaños. Me gusta decir que hay filtro valioso para saber la grandeza meditativa de una persona: cómo es su capacidad práctica de compasión, de solidaridad, de tolerancia. Los hechos son el aval para comprobar la falsedad o no del silencio.
Las religiones han sido un cauce para expresar el anhelo inabarcable del ser humano, pero ese cauce se acabó convirtiendo en un fin, en un punto de llegada. La meditación que actualmente practico y enseño va buscando los lugares comunes más allá de la religión, la ideología o la increencia. Ese lugar que es unidad, comunión, consciencia, que desde un ámbito religioso tendrá el nombre de Dios y desde un ámbito no religioso tendrá otro nombre, energía, totalidad, universo. ¡Qué más da el nombre de lo que nos habita, de lo que somos! Ya es hora de dejar a un lado lo accesorio.
¿Qué beneficios tiene la práctica asidua de la meditación? ¿A dónde conduce?
Ocho semanas de práctica meditativa producen cambios en nuestro cerebro, dicen los últimos científicos sobre este tema. También son muy conocidos los 101 beneficios de la meditación, hasta bioquímicos y conductuales. Sin embargo, no es lo más saludable acudir a la meditación buscando no sé cosas, conseguir no sé qué objetivos o metas, porque la meditación tiene su propia lógica y es caprichosa a primera vista. Te entrega no lo que pides sino lo que necesitas para continuar creciendo en la vida, aunque sea envuelto en dolor y malestar. Por eso me gusta decir: “medita porque sí, de la misma forma que contemplas un atardecer o escuchas con el alma a otro ser humano, sin pretensiones y un día se te dará todo”.
¿Qué le dirías a una persona que nunca ha hecho meditación y te para por la calla y te pide una sugerencia?
Sigue tu camino, tu paseo, pero desde aquí mismo hasta que llegues a casa, camina de forma consciente, pausada, dándote cuenta del movimiento. Y estate atento a lo que surge dentro de ti. La meditación es una vuelta a casa. La sociedad pretende que vivamos fuera y lo más grande, lo más bonito y lo más revolucionario está dentro.
Para finalizar, ¿quién es Valentín Turrado?
Alguien como tú, como los demás. En ningún caso ni un gurú ni un maestro ni un iluminado. Que se esforzó en la vida cuando pudo. Dejó un par de hijos, tuvo una gran compañera. Escribió algunos libros. Y se experimentó como un aprendiz de la vida y un peregrino de ese anhelo infinito que reside en el interior de cada ser humano. Y fue consciente, muy consciente, de sus propias sombras.
Sigue caminando como hasta ahora, lo estás haciendo muy bien.
ResponderEliminarGracias Valentín por este precioso documento sobre la meditación.Por recordarnos que necesitamos dedicarle más tiempo a lo que es esencial en nosotros, a lo que surge dentro de nosotros.
ResponderEliminarJF
Animo Valentín, sigue enseñando, dando tu gran sabiduría al TE y a todo aquel que quiera estar donde tu estás. Jairo
ResponderEliminar"Meditar es una mirada interior consciente y amorosa". Sabiduría hecha bondad. Ése es Valentín.
ResponderEliminarA Valentín Turrado nunca le agradeceré todo lo que me está enseñando desde hace años, y en el momento presente a través de la MEDITACION, Pepi
ResponderEliminarPuedes enumerar alguno de los 101 beneficios de la meditación? Gracias.
ResponderEliminarTe basta con pinchar en la foto de las personas del taller de meditación de la entrada de hoy y ahí puedes ver alguna respuesta
EliminarA qué hermoso poema de Brasil de Otero te refieres? Gracias. Buen día.
ResponderEliminarAquí lo tienes el poema de Blas de Otero:
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Desesperadamente busco y busco
un algo, qué sé yo qué, misterioso,
capaz de comprender esta agonía
que me hiela, no sé con qué, los ojos.
......
A veces me figuro que ya siento,
qué sé yo qué, que lo alzo ya y lo toco,
que tiene corazón y que está vivo,
no sé en qué sangre o red, como un pez rojo.
Desesperadamente, le retengo,
cierro el puño, apretando al aire sólo...
Desesperadamente, sigo y sigo
buscando, sin saber por qué, en lo hondo.
......
Desesperadamente, esa es la cosa.
Cada vez más sin causa y más absorto
qué sé yo en qué, sin qué, oh Dios, buscando
lo mismo, igual, oh hombres, que vosotros.