Carlos Murciano
Dios está aquí, sobre esta mesa míatan revuelta de sueños y papeles;en esta vieja, azul fotografíade Grindelwald cuajada de claveles.Dios está aquí. O allí: sobre la alfombra,en el hueco sencillo de la almohada;y lo grande es que apenas si me asombramirarlo compartir mi madrugada.Doy a la luz y Dios se enciende; tocola silla y toco a Dios; mi diccionariose abre de golpe en “Dios”; si callo un pocooigo jugar a Dios en el armario.Abro la puerta y entra Dios -¡si estabaya dentro…!-; cierro, y sale, mas se queda;voy a lavar mi cara y Dios se lavatambién y el agua vuélvese de seda.Dios está aquí: lo palpo en mi bolsillo,lo siento en mi reloj y, aunque me empeño,ni me sorprendo ni me maravillode verlo tan enorme y tan pequeño.Me lo dobla el cristal, me lo devuelvehecho yo mismo -Dios, perdón- su fríoy no acierto a explicarme por qué envuelvesu cuerpo en este pobre traje mío.Hoy he encontrado a Dios en esta estanciaalta y antigua en donde vivo. Hacíapor salvar, escribiendo, la distanciay se me desbordó en lo que escribía.Y aquí sigue: tan cerca que me quemo,que me mojo las manos con su espuma;tan cerca, que termino, porque temoestarle haciendo daño con la pluma.
A mi me transmite este poema una vez más, como enseñanzas recibidas: Que Dios está en todas las partes. Pepi
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