María Guerrero Escusa
Psicoterapeuta
El miedo es un muro ante la vida que separa a quien eres de lo que puedes llegar a ser.
Cuando tenemos miedo nos alejamos de nuestra realidad, obviamos los datos que ésta nos ofrece, enturbia nuestras percepciones, nos lleva irremisiblemente a la anticipación negativa, imprimiéndonos una visión catastrofista que termina por convertirse en un círculo vicioso que nos mantiene atrapados y arruina la posibilidad de movilizar nuestros recursos personales. Nos sentimos como si jugáramos en el equipo contrario sin posibilidad de marcar gol salvo en nuestra propia portería.
Algunos de los efectos del miedo son el bloqueo de nuestros comportamientos, pensamientos y sentimientos, materializado en la ansiedad que ocasiona un estado de tensión permanente y que puede ocasionarnos la pérdida de control de las situaciones y de nosotros mismos, el estrés inhibe y bloquea iniciativas, produce falta de motivación, indolencia y pasividad,condiciones que impiden toda posibilidad de actuar con el temple necesario para que la actuación resulte gratificante.
En cualquiera de los casos, el miedo produce un desposicionamiento de la forma conocida de actuar.
EL MIEDO SURGE DE LA NECESIDAD DE MANTENER EL CONTRO
Creemos que controlamos lo que conocemos, sin embargo ante situaciones nuevas entramos en un terreno que nos es desconocido y no disponemos de un repertorio de respuestas preparado para afrontarlo, entonces aparece el miedo ¿Qué hago ahora?, ¿Y si me equivoco?, Y si no lo hago bien?, ¿Y si me rechazan? Y así un sinfín de “Y sis” que forman un remolino en la cabeza que nos produce angustia y desasosiego, sentimientos desagradables ante los cuales podemos responder de diferentes maneras, evadir, ocultar, sustituir, camuflar son solo algunas de ellas, con las que simplemente logramos fijar el miedo y sobredimensionarlo, convirtiéndolo en un monstruo que intensifica nuestras emociones.
La vida es inseguridad, por mucho que lo intentemos no podemos controlarlo todo, cada momento es nuevo y diferente del anterior y no hay modo de controlarlo, tenemos que decidir momento a momento porque solo en ése estamos preparados para responder a lo que está en nuestro presente.
Uno de los momentos en los que estaba escribiendo este artículo viajaba en tren, pensé que si el tren continuaba por sus raíles sin duda llegaría a mi destino, entonces me di cuenta de que la vida no tiene raíles ni destino prefijado, solo hay algo de lo que sí puedo tener certeza, el final de la línea es la muerte, que no es más que otra forma de vida. Me alegré al ser consciente, este descubrimiento despertó en mí la ilusión por estar alerta para descubrir cada momento y acogerlo como único, aceptando las inseguridades de la vida como intrínsecas a la vida, de este modo me resulta apasionante vivir cuando tengo tantas cosas por descubrir.
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