Josep Fita
Tomado de la Vanguardia, mayo 2016
Alguien podría pensar que usted renuncia porque puede hacerlo, al estar en una posición privilegiada.
Es mucho más difícil renunciar cuando estás arriba que cuando estás abajo. Porque en una posición privilegiada la oportunidad de tenerlo todo es muy grande. El que está abajo no tiene que renunciar a nada, porque no tiene oportunidades. Piensa que la neurosis, incluso la infelicidad, es una enfermedad de la abundancia, de los que tienen necesidades absurdas, no es una enfermedad de la pobreza. Los pobres no tienen neurosis. Tienen otros problemas, pero no ese.
“Si nuestra vida está orientada a la producción de belleza, el estrés desaparece”, escribe usted. Parece un planteamiento algo edulcorado.
A mí me parece que es lo único razonable. Si todas las personas se ponen a trabajar (a hacer esa cosa tan alocada llamada trabajo, que yo no recomiendo), al menos que lo hagan para producir belleza. Porque el mundo no necesita ningún producto más. Y en cambio la belleza, es un bien fantástico.
Curiosa su visión sobre el trabajo…
Intenta en la medida de lo posible hacer cosas hermosas. A lo que me refiero es que los profesionales que puedan (arquitectos, periodistas…) deberían intentar hacer cosas bellas. Porque no tiene sentido ganar dinero y producir fealdad, te estás perjudicando a ti y a los demás. Por ejemplo, a Jorge Javier Vázquez le diría que dejara de hacer esa cosa descabezada que hace y que hiciera algo hermoso con su vida.
Usted asegura que el trabajo es algo innecesario, pero yo le veo trabajar.
Escojo trabajar, pero podría no hacerlo.
Pero lo hace.
Porque me sale a cuenta trabajar en algo que me gusta, que me hace disfrutar. Pero sé que también podría no trabajar y ser igualmente feliz, o más. Es una elección. Los seres humanos somos como niños, de manera natural exploramos el mundo. Jugamos y escogemos la manera de jugar. Mi trabajo me lo tomo como un juego. ¿Podría no jugar a nada y pasármelo bien también? Totalmente. Que nadie me diga que el trabajo de psicólogo tiene alguna importancia, porque no la tiene, es un juego. Cualquier día cae un meteorito y lo revienta todo. En consecuencia, ¿qué es importante?
Visto así… pero la ciencia asegura que hay pocas posibilidades de que un meteorito impacte contra la Tierra hasta el punto de destruirla.
Entonces, podemos escoger otro ejemplo.
Tengo la sensación de que usted propone planteamientos extremistas para que sus pacientes al menos se queden con el término medio.
Eso me lo dices porque tienes un pensamiento muy supersticioso, nada científico. Si Charles Darwin, Isaac Newton o Albert Einstein levantaran la cabeza dirían: ‘¡Sacad a este ignorante de aquí!’ [risas por ambas partes]. Dices que apelo a los extremos, y yo digo que me muevo en el terreno de lo normal. ¡Somos un grano de arena en el Universo! ¡Y eso no es un extremo, es la pura verdad! Entonces, ¿qué importancia tiene mi trabajo? Es sólo un juego.
Supongo que sus pacientes no lo verán igual…
Yo juego a curar de la mejor manera posible. Y como me gusta jugar, me sale muy bien. Es así como lo hago. Pero no sufro por ellos.
¿En serio?
En absoluto. Porque entiendo que ni ellos ni yo valemos nada. Y tú me dirás: ‘Pero a esa persona sí le importa su enfermedad y su sufrimiento’. Pues no debería. Y si yo consigo convencerla de que no se preocupe por ello, ya estará prácticamente curada.
Pero un mínimo de preocupación tendrá en que esa persona no llegue a hacer el cambio de chip mental que necesita.
Ninguna. Cero. ¿Por qué tendría que estar preocupado? Si no mejora, no me sentiré mal, porque es solo un grano de arena en el Universo. ¡Cómo quieres que me sienta mal por un grano de arena del Universo! ¡Es de locos!
Me vuelve a parecer un planteamiento extremista.
Tú piensas que vivimos un mundo donde todo es muy importante, crucial, porque dices que hago planteamientos extremos. Pero lo que yo digo está enunciado en la ciencia; en cambio lo que tú dices es lo que aparece en las películas de Walt Disney. Vivir en una fantasía es la peor manera de vivir, porque damos importancia a cosas que no la tienen.
En otro orden de cosas, usted asegura que fallar o acertar tiene poca importancia en la vida. Incluso anima a las personas a celebrar sus fallos en el trabajo. Pero en el libro explica que uno de sus colaboradores no era muy diligente y que usted intentó que no fallara tanto. Ahí se atisba una contradicción…
Muchos fenómenos de la naturaleza son paradójicos, no contradictorios. Porque paradójico significa que en un momento dado ‘A’ es cierto, pero en otro instante deja de serlo. Depende del momento y del contexto. Y esto sucede mucho en psicología.
Pues no hablemos de contradicción y sí de paradoja.
Yo amo a mi colaborador cuando está orgulloso de sus fallos, aunque me repercutan, porque eso me indica que como persona es increíble, que tiene un sistema de valores fantástico en el que la eficacia no es importante. Por eso esa persona para mí es muy valiosa a nivel personal.
Sin embargo…
Al mismo tiempo, intento que haga las cosas muy bien. Y si sigue teniendo fallos que se los siga tomando así.
Pero quiere que no se produzcan, cuando al mismo tiempo pregona que no son importantes.
Intento que los disminuya, porque que los deje de hacer es imposible. Pero cuando los comete, si se lo toma bien, lo alabo.
Sigue siendo un planteamiento paradójico.
¿Sabes qué pasa?, que millones de fenómenos son paradójicos. El fallo en sí mismo no es maravilloso ni deja de serlo. Lo que es maravilloso es que no le des ninguna importancia. Prefiero que mi colaborador cometa pocos fallos, pero que los que cometa, se los tome de una manera maravillosa. Fallar y darte cuenta de que el fallo no tiene ninguna importancia, ajusta tu sistema de valores, y eso te hace mejor persona.
Me gustaría saber en el ambiente familiar en el que se desarrollo Rafael Santandreu.
ResponderEliminarQue extraordinario es que pueda vivir con tanta felicidad.
Que importante es la enseñanza recibida de que tengamos pensamientos positivos, por tal motivo repercutira en nuestros sentimientos y nuestras acciones. Pepi