A veces la vida parece regodearse en nuestro sufrimiento, haciéndonos pasar por situaciones límite o por acusaciones que hieren como cuchillos o por desprecios que nos hacen sentir que somos nada o por indiferencia que ignora que existimos o por incomprensión de los que creíamos incondicionales.
A veces la vida es cruel. O nosotros, al menos, la percibimos así.
Y como todo es para aprender y para entender, en esas situaciones nos toca callar, observar, aguantar y captar finalmente al aprendizaje que todo dolor lleva consigo.
Mientras tanto –para que las cosas sean más llevadoras y se amortigüe el sufrimiento– la vida también da.
Da, por ejemplo, miel, para suavizar la garganta, coger defensas y tomar energía. O da bombones, para endulzar el sabor amargo que nos toca tragar. O, incluso, una bufanda, que nos calienta y nos protege del frío exterior e interior. O ratos de escucha. O abrazos.
Y también aprendemos así, a fuerza de cariño y compañía.
Mi abuela decía que las pastillas para el dolor se tomaban mejor en el postre, con un poquito de dulce. Eso es lo que nos da la vida: sufrimiento y dulzura, ambos a la par.
No nos quedemos enrocados en el sufrimiento, que siempre tiene un sentido, pero que no es, desde luego, sufrir por sufrir. Acojamos lo que nos quiere enseñar y dejémoslo ir. Tomemos al mismo tiempo lo que nos ayuda a soportarlo y envolvámonos en ello (en su calor, en su color, en su textura…) que siempre es bueno sentirnos queridos y funcionamos mejor.
Gracias desde aquí a los que habéis aportado miel, bombones, bufandas, escucha y abrazos a mi vida.
Y para qué la vida nos da todo ese sufrimiento del que hablas,Escribana? Para qué, lo sabes tú?
ResponderEliminarYo sólo sé que lo que viene, conviene. Que todo tiene un sentido,aunque de entrada nos cueste verlo.
EliminarLa escribana
Me quedo con tus palabras: siempre es bueno sentirnos queridos y funcionamos mejor. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo. BlueBoy
ResponderEliminarCuando acudí por primera vez al Teléfono pensaba que la vida era cruel conmigo. No me sentía comprendida por mi marido ni por mis hijos y menos aún por la familia de mi marido. Los coordinadores que he tenido me hicieron comprender que para avanzar tenía que dejar de echar balones fuera y personalizar mi malestar y dejar de buscar culpables fuera.Fue doloroso escuchar esto. Durante varias reuniones casi no participé nada en el grupo y estuvo a punto de marcharme.Recuerdo que un día dando un paseo por Eras me caí del guindo y me dije, mientras creas que es tu familia la culpable de lo que te pasa no vas a salir de ese laberinto. Me eche a llorar y no era capaz de calmarme. Mientras lloraba se despertó en mi una pregunta: que hago yo para provocarme todo lo que sufro como una idiota?
ResponderEliminarYa se que es más fácil tirar la pelota fuera y decir que son los otros.En el Teléfono he aprendido otra cosa.Por eso estoy tan agradecida, ya que después los dulces de los que se habla me han llegado multiplicados
El sufrimiento de esta vida me ha hecho llegar a una compasión que siento ganas de llorar cuando me ocurre. Y doy mil gracias por ello.
ResponderEliminarLa vida no siempre nos pone las cosas fáciles, no siempre nos proporciona alegrías o eso es lo que a nosotros nos parece. Cuando una situación nos produce dolor y no sabes cómo solucionarlo, nos cuesta aceptarlo, nos cuesta entender que nos está queriendo decir la vida a través de esta situación.Pero, no podemos quedarnos en este lado oscuro de la vida. Necesitamos ser optimistas, reir y disfrutar con los pequeños detalles, a pesar de los contratiempos y aprender de unas situaciones y otras.
ResponderEliminarJF
Es duro pasar por los contratiempos que nos presenta la vida; pero no hay como; aceptarlos, reconocerlos,y enfrentarnos a tratar de resolverlos, que aunque no se resuelva como quisiéramos siempre hay un aprendizaje y una recompensa. Así están siendo las vivencias de Pepi.
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