
El 18 de Abril comenzamos en el Teléfono de la Esperanza una andadura llamada “Autoestima”.

Este verano hay un inquilino nuevo en el jardín. Es un pájaro que tiene en la parra su sitio para pernoctar. Cuando no estábamos aquí el pájaro acampaba por sus fueros en todo el territorio (hay pruebas evidentes de ello). Ahora, se corta un poco más.
Me hace gracia verlo llegar cada noche. Se posa en el tejadillo oteando el horizonte para ver si está despejado el sitio. Observa inquieto durante un buen rato los movimientos de la casa. Hace escapadas rápidas y vuelve. A la cuarta o quinta vez decide por fin adentrarse en la parra. Está un ratito en ella. Vuelve a salir. Otea otro momento. Escucha. Vuelve a entrar definitivamente. Así cada tarde al oscurecer.
Durante los primeros días, de mañanas, no solía venir por aquí. Ahora ya sí. Llega al tejadillo. Observa. Revolotea un poco. Y se adentra en el jardín, cada vez con más confianza. Mientras ahora escribo está no muy lejos de mí, observando. Cualquier día de estos me lo encuentro dentro de la casa explorando nuevos territorios.
Este pajarillo me está hablando de la curiosidad que despierta la confianza afianzada.
Él, primero, necesita confiar en que puede seguir durmiendo en su sitio sin que nada perturbe su sueño. Una vez que confía va extendiendo su curiosidad a nuevos lugares, a nuevas experiencias. Poco a poco. Despacio. A medida que gana confianza se tranquiliza y sigue explorando. Como nosotros.
Sin confianza no avanzamos, ni nos sentimos con fuerza, ni crecemos. Si perdemos la confianza en nosotros mismos y en la vida habremos perdido, probablemente, la ilusión de vivir, y nos mantendremos en estado latente bajo el yugo del miedo y de la inseguridad.
Confianza. Esa palabra de la que tanto hablamos y que tan poco practicamos.
No somos el yo separado (persona) que nuestra mente piensa, sino plenitud de presencia que se expresa, manifiesta y experimenta en esta forma concreta –sumamente frágil y vulnerable– que llamamos “yo”.
¿Cómo pasar de esa creencia errónea –por más arraigada que esté– a la comprensión de nuestra verdadera identidad? En este “paso” se ventila la liberación de la ignorancia y del sufrimiento. Pedagógicamente, podría plantearse en las siguientes etapas:
Solo esta comprensión permite sortear las trampas de la mente y del ego. En ella se disuelve también la paradoja entre lo que somos –plenitud de presencia– y la forma (persona) que tenemos o en la que nos experimentamos.
Cuando eso se ha percibido, se comprende que todo consiste en poner consciencia, es decir, en vivir conscientemente en conexión con lo que realmente somos. De esa vivencia –que en realidad es un “fluir” en la Vida que somos– brotará la acción adecuada en cada momento.
No quiero castigarme de estar sin el bienlo necesito para depositarlo en cadarincón oscuro, vacío, grande o pequeñode mi conciencia para algún día dejarlofluir como polvo de estrellas.Estoy llorando por dentro, me compadezcoy a la vez me tengo rabia, reconozco quepoco adelanto, la angustia que me embargael cuerpo es tal, que no soporto esebrutal descontento de mi misma.Los pensamientos negativos afectan alánimo considerablemente (mucho)a veces no se soportan.Lo bueno de nuestras vidas sería que elsufrimiento no termine con nosotros, sinonosotros con el sufrimiento.Hay que aprender a no sufrir por sufrirNo pongas tristeza donde no la hay.En la ansiada propuesta de la vida semanifiestan diferentes bifurcaciones o sendasa seguir, si uno sabe, y sino…¿Cómo es tu vida?Inteligente, apasionante, desequilibrada,armoniosa (elige) y si no sabes… quedasen un estado de existencia melancólico y agónicofuera de la propuesta.En un gota de agua entrala satisfacción de verla caer.La sensación de mojarse.La abundancia de agua.La sed saciada.La nostalgia de un día.Riadas imparablesEl vapor que la hace permanecer.La fusión de un mundo de vida.Siempre se pierde algo por el caminoUn amor, una ilusión, el tener que decir algoEso quiero hace hoy, tengo que ir aun sosiego, un convencimiento, esaesperada grandeza, un renacer.Esa moneda.Cuando uno o alguien se proponehacer daño a la naturaleza,a una persona, o cualquier sero se imagina el daño que se haceasí mismo.Se está formando un eclipse en mis pensamientoslos buenos quieren tapar a los maloscreo que solo es parcialCuando en la eclíptica de su recorridose perfeccione y se visualice el eclipse totalserá fascinante.Necesito corregir la impaciencia que termina en ansiedadCreamos impaciencia en nosotros mismoscuando no sabemos por donde tenemos que ir, no actuamoscomo tiene que ser, y sufrimos cuando no debemosLa mente universal nos ha dado a cadauno un tanto de su sabiduría hastaque la podamos perfeccionar, ahí está la clavede lo absoluto, hasta llegar aconseguirla en su perfección.La configuración de la vida se manifiestaen espacios grandiosos o pequeñosgrandiosos en lo infinito ypequeños en lo cercano.
Tengo 65 años. Barcelonés. Divorciado, dos hijas, dos nietos. Me he jubilado del hospital Universitario de Bellvitge. Trabajo en el Institut Dexeus y la clínica Tres Torres. La política se ha convertido en una profesión, pero debería hacerse en la calle, mirando alrededor. Soy agnóstico.
El “emocionólogo”
Es uno de los neurólogos que más saben sobre el dolor en nuestro país, durante más de cuarenta años ha combinado la docencia, la clínica y la investigación y ha sido uno de los impulsores del Grupo de Estudio de Dolor Neuropático de la Sociedad Española de Neurología. Resume su experiencia y conclusiones en Permiso para quejarse (Ariel). Pertenece a ese pequeño grupo de médicos que reivindican el buen trato y la calidad de tiempo con el paciente porque sabe que el dolor crónico está relacionado con problemas emocionales y es el motivo del 80% de las consultas de una unidad del dolor. “El siglo XXI es el siglo de las emociones, de las neurociencias y de las mujeres; este es el gran cambio en el que estamos inmersos”.
Más de seis millones de españoles sufren dolor crónico.
Sí, una de cada seis personas. Y, a diferencia del dolor agudo, el crónico no tiene una causa física.
¿No hay nada objetivo que lo produzca?
No, hasta ahora los médicos decíamos: “tiene cuento”, “es histérico”. Pero gracias a las neurociencias hemos podido observar que la actividad cerebral de las personas con dolor crónico es idéntica a la del dolor agudo.
¿Por fin tienen permiso para quejarse?
Sí, y su fuente son factores emocionales. Al fin y al cabo las emociones son lo que nos gobierna, lo más importante de nuestro cerebro.
¿Por encima de la razón?
Muy por encima. La razón, decía Einstein, es la servidora de la emoción. Puede que hayas tenido un dolor agudo y que cuando desaparezca la lesión continúes teniéndolo.
¿Emoción y memoria están ligados?
Sí, por eso explicarle al paciente por qué le duele hará que se encuentre mejor, y a partir de ahí hay que ayudarle a cuidar sus emociones con movimiento, fisioterapia, caricias, masajes.
¿Caricias?
La caricia es comunicación, y tiene un efecto clarísimo sobre el dolor. El contacto táctil es necesario en el animal. Si impides que la madre rata acaricie a sus crías, lo que hacen durante horas, las crías mueren.
¿Y qué ocurre con los humanos?
Hay estudios que demuestran que los bebés humanos que han tenido poco contacto con la madre tienen problemas en el aprendizaje.
¿El movimiento ayuda a paliar el dolor?
Sí, en la zona dolorida, porque es antiálgico. El neurocientífico Ramachandran, un sabio, ha ideado algo genial para las personas que tienen miembros fantasma.
Suelen doler.
Ramachandran engaña al cerebro: si al paciente le falta el brazo derecho, le pone un espejo frente al brazo izquierdo, le hace mover la mano mirando el espejo y el dolor se reduce.
El cerebro ve el brazo que le falta.
Exacto. La mayoría de los parapléjicos tienen dolor en las piernas y ahora los someten a realidad virtual, se ven corriendo y mejoran. Rizzolatti, el neurólogo que desarrolló la idea de las neuronas espejo, demostró que solo podemos entender algo si lo imaginamos, si lo reproducimos en nuestra mente.
Complejo.
Cuando Messi chuta, los cuádriceps de los espectadores se contraen en su cerebro. Cuando imagino el movimiento, neurológicamente estoy haciendo el movimiento.
¿Por qué las mujeres padecen más dolor crónico que los hombres?
La cultura tiene mucho que ver; por ejemplo, la religión católica imbuida de culpa, el dolor como castigo divino, es algo que, aunque seas agnóstico, está dentro de ti, y las mujeres en este sentido han sido más castigadas. Por eso es tan necesario que los médicos tengan tiempo para hablar con los pacientes y reflexionar sobre estos temas. Necesitamos emocionólogos.
Buen término.
Es muy difícil vencer el dolor crónico con la medicina convencional, debemos afrontarlo desde otro punto de vista, más humanista y más cariñoso. Hay que ponerse en el lugar del paciente y respetarle.
¿La migraña es emocional?
Los factores son emocionales y cognitivos con cambios físicos reales.
¿Y los dolores de espalda?
Hemos prolongado nuestra esperanza de vida. Tenemos un cerebro y un estilo de vida joven en una estructura vieja, y eso crea desajuste.
¿Cómo evitar el dolor crónico?
No distorsionando nuestras emociones. Frans De Waal se ha pasado años estudiando los bonobos, el animal más cercano al Homo sapiens. Tienen fantásticas relaciones sociales: de entrada, en vez de macho alfa tienen abuela alfa.
Lo resuelven todo con la relación afectiva.
Sí, táctil y sexual, se besan, se acarician, confían entre ellos, y no tienen conflictos.
¿Propone copiar su modelo?
Habría menos hipertensión arterial y menos dolores de cabeza. Estamos en un cambio de era y hay que vivir sin miedo a las emociones, clasificarlas, estudiarlas. Abordarlas desde la ciencia.
Nos tocamos poco.
Yo pedí oficialmente que se suprimieran las mesas de las consultas externas. Poder poner tu mano sobre la mano de un paciente es decirle “yo no soy un peligro para ti y te voy a ayudar”, y eso es magnífico contra el dolor crónico.
Hay que canalizar las emociones.
Hay que aplaudir cuando alguien llora, cuando alguien siente. No debemos reprimir las emociones, porque estamos expresando nuestra verdadera esencia. Reprimirlas es crearte problemas en tus redes neuronales.
Nos queda un largo camino.
Los humanos, por ejemplo, tenemos la esclerótica blanca, que nos permite ver los movimientos oculares del otro, leerle y ponernos en su lugar. Es la forma más sofisticada de caricia. Hay que poner las emociones en el centro de nuestras investigaciones, esta es la revolución.
¿Una revolución pendiente?
Como no exijamos que los médicos de familia tengan más tiempo para hablar con sus pacientes con dolor crónico, los políticos no nos lo van a dar. Valoremos lo importante.
Puedo vivir sin extrañar
sin necesitar más que un compartir
con solo una vasija para dar
toda llena de mi.
Ratan Naval Tata, GBE nació el 28 de diciembre de 1937 en Bombay, India, hombre de negocios, inversionista, filántropo y Actual Presidente de la compañía Tata Motors en la India.
Nos hacemos eco de un discurso que dio en Londres que resumimos en los siguientes apartados:
1. No eduque sus hijos para ser ricos. Eduque sus hijos para ser felices. Para que cuando crezcan sepan el valor de las cosas y no el precio.
2. Coma su comida como sus medicinas. De otra manera tendrá que comer sus medicinas como comida.
3. El que te ama jamás de dejará, porque aunque hayan 100 razones para rendirse el/ella encontrará una razón para quedarse a sostenerte.
4. Hay una gran diferencia entre un humano y ser humano. Pocos lo entienden.
5. Usted es amado cuando nace. Usted será amado cuando muera. Pero entre ambos usted tiene que aguantar…. Y saberse ganar el amor
OJO ¡Si usted quiere caminar rápido, camine solo!
Pero…
¡Si usted quiere caminar lejos, camine acompañado!
Los Seis Mejores Doctores en el Mundo son:
1. La luz del sol
2. Descanso
3. Ejercicio
4. Dieta
5. Confianza en sí mismo
6. Amigos
Mantenlos durante todas las etapas de la vida y disfrutarás una vida saludable.
El mundo es una mierda decía esta pintada. Y lo es cuando triunfa la injusticia, la corrupción, la insensibilidad y tantas y tantas otras cosas a superar.
Alguien tachó por una gran belleza. El mundo es una gran belleza cuando tú y yo lo hacemos posible o simplemente lo contemplamos y dejamos estar.
Esta pintada la puedes observar en la Calle San Tirso de León ciudad.
El psicólogo José Antonio Luengo advierte del peligro de facilitar todas las comodidades y evitar todas las incertidumbres a los hijos
¿Los adolescentes de hoy en día son como los de antes? ¿Asistimos a una nueva manera de enfocar ese cambio en la vida de todo ser humano? Muchas voces advierten, desde hace tiempo, que el exceso de protección no es en absoluto beneficioso para los niños que crecerán sin saber asumir responsabilidades. José Antonio Luengo, psicólogo experto en adolescentes, reflexiona sobre cómo han cambiado los paradigmas educativos desde hace tan solo tres décadas y cuáles son las consecuencias.
PREGUNTA: Para empezar, ¿qué es la adolescencia y qué etapas de la vida cubre?
RESPUESTA: La adolescencia es una fase de la vida, una etapa crucial del desarrollo, marcada por cambios orgánicos, fisiológicos, cognitivos, psicológicos y emocionales notables y muy significativos en la configuración definitiva de la personalidad; esa que nos hace y hará alguien diferente de todos cuantos nos rodean. Hablamos de un período que abarca, con flexibilidad, desde los 11-12 años a los 16-18, siempre dependiendo de factores personales, individuales, sociales y culturales. El adolescente es un ser que, en términos precisos, crece y aprende a crecer. La palabra, etimológicamente, nos remite a ese principio: un ser que está creciendo. Con los conflictos, incertidumbres, dudas y sorpresas que ello conlleva. Para el propio adolescente y su entorno.
P: ¿Se diferencia en algo la adolescencia de ahora con respecto a la que los que ahora son padres, tuvieron?
R: Existen diferencias y no son pocas. Pero, probablemente, tengamos muchas más cosas en común de las que pensamos en la actualidad. La revolución hormonal y fisiológica que se produce, los cambios físicos y psicológicos… La crisis inherente a un cambio tan drástico y aparentemente inesperado. Las dudas, la ansiedad, por saber, por ser. La impulsividad, la desproporción, el desequilibrio. Y cierta condición de rebeldía y oposición a lo establecido; por los padres y el entorno. Nos diferencian cosas, claro. Relacionadas, sin duda, por cómo vivimos, por cómo están hoy organizadas las cosas, a diferencia de ayer. Influyen en esas diferencias el cómo vivimos los adultos y cómo les hacemos vivir, las características de las familias de hoy, cómo organizamos sus vidas, el papel que juegan las tecnologías, y su fácil acceso a un mundo “inabarcable”…
P: España contempló una explosión económica sin precedentes en los ochenta y noventa. Se sabe que las situaciones económicas condicionan en buena parte la firma de educar. ¿Cree que los jóvenes nacidos a partir de esa época han sido educados en una cultura de poco esfuerzo y de tenerlo todo sin merecerlo solo porque sus padres no lo tuvieron?
R: Creo sinceramente que sí. Siempre se simplifica al realizar una afirmación categórica, pero no faltan evidencias de ello. Considerar que eres “mejor” padre o madre en función de las posibilidades de acceso a lo material que tienen tus hijos, evitar sus incertidumbres y “facilitarles” todo lo que tienen que vivir y experimentar han sido (y aún lo son) principios educativos torpes y, seguro, contraproducentes. Hay quien describió este fenómeno como una forma de “OPA amigable” a la infancia. “Te compro” con todo lo que te doy porque no tengo tiempo para estar contigo, para cuidarte, escucharte, tenerte y educarte como debería… Y como necesitarías.
P. Lo quiero/lo tengo y si no es así, entonces me frustro, tengo traumas, me drogo, bebo, tengo relaciones sexuales muy pronto y con muchas personas… ¿no será que nos hemos pasado de permisivos? ¿Hay lugar para la esperanza?
R: Hoy surge un término muy interesante, el de los padres “helicópteros”, en clara alusión a una manera de gestionar la educación de los hijos, basada en la hiperprotección. Una suerte de hiperpaternidad, que ve a los hijos como seres intocables, que, al fin, acaban teniendo más miedos que nunca. Padres que sobrevuelan sin tregua las vidas de sus hijos (de ahí lo de helicóptero), pendientes de todos sus deseos y necesidades. El mundo parece acabarse si tus hijos dudan, si aparecen frustraciones, desvelos. Si se entristecen o, un día, se enfadan con sus amigos. Involucrarse en la vida los hijos es consustancial, por supuesto, a ejercicio adecuado de la patria potestad. Otra cosa es la ofuscación por la perfección, por la necesidad, casi obsesiva, de que sean los mejores, en todo. En todo.
P: Hace sesenta años se educaba a base de cinturón y ahora se educa cuidando no traumatizar al niño. ¿La virtud está en este caso en el término medio? ¿Qué hemos ganado y perdido con respecto a la generación de nuestros padres?
R. Hablando de nuestro entorno social, el de un país desarrollado, hemos de insistir en una idea. Nunca los niños han estado tan bien “tratados” desde que nos reconocemos como seres humanos. Nunca el ordenamiento jurídico que ampara los derechos de la infancia y de la adolescencia ha adquirido tanto valor, rigor, seriedad, criterio y eficiencia. El secreto, si es que existe, es educar desde el equilibrio, atendiendo las necesidades de nuestros hijos con esmero. Y esto supone, ineludiblemente, entender la frustración como una experiencia imprescindible. Entender que el “no” también educa, que es imprescindible el dolor, la insatisfacción, la duda, el conflicto. Que es necesario que se enfrenten al no puedo o no sé, y saber afrontar las situaciones. Con autonomía.
P: ¿Estamos más perdidos ahora los padres que antes?
R: A pesar de todo lo que sabemos y hemos ido aprendiendo de educación, a pesar de que las condiciones de vida han mejorado notablemente respecto a épocas pretéritas (siempre en términos generales y sin obviar situaciones desfavorecidas que no deben ser pasadas por alto), educar, hoy, es un proceso muy complejo. Influyen muchos factores. Padres y madres sabemos con certeza que el mundo ha cambiado y que nuestros hijos no precisamente van a mejorar las condiciones de vida que nosotros, sus padres, hemos tenido o tenemos. Y aparecen muchas más dudas. Y la obsesión, la preocupación porque no les falte de nada, que sean los mejores, competitivos… Y pueden perderse ciertos papeles en este proceso. Las condiciones de vida han hecho, también, que tengamos menos hijos. Y se pierden cosas. Los hermanos cubrían, y cubren, una parte sustancial de la experiencia de crecer en compañía.
P: La falta de compromiso es una de las características de la adolescencia pero es que ahora dura pasados los 18 y eso tiene que tener un porqué. ¿Sabría decirme cuál?
R: Soy de los que piensan que, a pesar de las circunstancias expuestas, tenemos los mejores adolescentes y jóvenes de toda nuestra historia. Pero no les ayudamos con principios y criterios educativos de hiperprotección. Muy al contrario. Acondicionar su vida desde la inacabable comodidad no es el camino. Nos estamos engañando. Crecer significa afrontar, caerse, saber levantarse, ayudar a quien dobla la rodilla a tu lado; a quien lo está pasando mal. Crecer significa, también, llorar y saber secarse las lágrimas. Y seguir. Crecer significa esforzarse, y tener disciplina. Automotivarse en cada tarea, en cada momento. Estos son, querámoslo o no, principios esenciales del manual del buen padre, del buen educador. ¿Pero es que no nos damos cuenta?
Diferente. Jesús Aguado
No sé por qué, cuando hablamos de poesía, nos salen siempre poetas consagrados y permanentes en el tiempo. Supongo que será porque en algún momento de nuestra historia escolar nos tocó estudiarlos y recurrimos a ellos a falta de conocimiento de otros.
No dudo de que fueron buenos en su tiempo –por algo trascendieron su época- pero todos somos hijos de la Historia y todos, precisamente por ello, hablamos y escribimos desde nuestra realidad. Y nuestra realidad, a día de hoy, no tiene nada que ver con la de siglos pasados.
A mí, los que me emocionan de verdad, son algunos de los poetas actuales, los que hacen versos y rimas en un día a día complicado, los que buscan su hueco en un mundo donde no hay mucho sitio para la poesía, los que luchan por sus sueños y los formulan de forma menos prosaica a lo usual, aunque cueste poner color en tanto tono gris.
Es verdad que no me gustan todos (al igual que no todos los poetas clásicos) pero confieso que algunos me han conmovido enormemente. Por ejemplo, ciertas poesías de Marwan, de Escandar Algeet y de Diego Ojeda, entre otros.
Eso demuestra que, con independencia de la edad, de las circunstancias y del momento personal de cada uno, hay un punto de conexión en el que nos encontramos y nos comprendemos, en el que vibramos juntos.
Sé que esta defensa de los nuevos poetas puede estar reñida con los parámetros culturales actuales y, a juicio de algunos, puede ser una barbaridad lo que he escrito hoy, pero no siempre la cultura oficial coincide con los gustos personales. Al menos, con los míos.