PEREGRINA
Anhelante de tus sueños vas
errando peregrina. Con más derrotas que glorias en las heridas del alma, por un
camino angosto de tropiezos y de trampas. Las costillas llevas rotas, la
espalda cuarteada, y los pies hinchados y maltratados por las piedras.
Nunca has mirado atrás
mientras avanzas con dificultad, día tras día, tropiezo tras tropiezo, sin
volver jamás la mirada para distinguir a lo lejos la distancia recorrida.
Luchando, penando, te adentras en la aridez del horizonte sin ver final ni
respiro en esta ruta tan dura.
¿Cómo no asombrarte al ver un
extraordinario vergel en medio de la desolación? ¿Cómo no pensar en trampas
oscuras o terribles sortilegios? No es normal, no… El camino es dolor, trabajo,
esfuerzo, llanto y angustia… ¿Cómo explicar tanta belleza surgida de la nada y
a tu entera disposición?
Si, peregrina: frota una y
otra vez los ojos mientras el irresistible deseo de internarte sin defensas en
el aroma de las flores, en el fluir de las fuentes y en la brisa de las hojas,
te embarga. Pero… ¿debe una concienzuda y esforzada peregrina traspasar ese
umbral? ¿No es mejor continuar arrastrando los pies y la vida por ese desierto
ya de sobras conocido? A fin de cuentas, peregrina, ¿quién te asegura que el
extraño paraíso sea cierto o que sea al fin la meta de tu viaje? ¡Difícil
elección!... O no…
¿Y a quién le importa si es
real o no? ¿De qué sirve dudar tanto? Conoces ya el camino y sabes dónde
encontrarlo. Entra pues y goza. Descansa por fin de la ruta. Ríe mientras
disfrutas el aroma de las flores o chapoteas sobre el agua. Quizá este oasis te
de nuevas fuerzas o quizá vuelva a partirte el alma. Pero si finalmente arranca
tus lágrimas, no te importe que ya sabes cómo curarte.
Hoy necesitas el descanso,
recibiendo con alegría los regalos de la vida, y si mañana al despertar
descubres que todo era un sueño, que abres los ojos en las ardientes arenas, no
sufras el engaño. Conoces el camino, tienes piernas para caminar y para volver
a ser una peregrina en ruta hacia tu alma.
Mª José Calvo Brasa
Siendo la vida camino, qué hacemos si no caminamos? Dejamos de vivir, y eso es renunciar al don más grande. Y aunque el camino esté hecho y recorrido por otros, cada uno hemos de recorrer el nuestros y ver con nuestros ojos todo lo que hay en él, bueno y malo, porque la vida tiene placer y dolor. Integrar ambos es aprender a vivir. Y eso solo se consigue viviendo, esto es, caminando. Norecic
ResponderEliminarNo haces los deberes, Cicerón. Tienes 2 preguntas sin contestar de atrás, del viernes 6 de diciembre. Como no recorras mejor el camino no sé si pasarás esta primera evaluación. No renuncies a caminar...pero "respondiendo"al que va a tu lado.Tienes otra oportunidad, aprovechala que queda poco para las vacaciones y si no los Reyes igual te dejan carbón. Gu, gu!
EliminarSigue peregrina recorriendo los senderos que conducen al templo de tu ser y al corazón de todos los seres humanos, sigue esa aventura...
ResponderEliminarPara mi la grandeza de las personas está en las que tienen: coraje, fuerza, y valentía, para enfrentarse y buscar nuevos caminos en su vida, y que si vuelven a caer se vuelvan a levantar; hasta llegar al equilibrio: entre su pensamientos, su sentimientos y sus acciones.
ResponderEliminarTodos somos peregrinos en la vida, pero para Pepi no valora a todos por igual.
A veces el peregrinar por la vida se hace tan árido que da miedo descansar porque te enfrías y volver a retomar ese mismo camino ¡cuesta más!
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