Hace unos días hemos terminado el curso de Inteligencia Emocional. Ha sido muy enriquecedor. Nos ha permitido empezar a comprender mejor, acoger y querer, aquellos aspectos de nosotros que nos hieren o no nos gustan, porque ellos, también son parte nuestra.
A lo largo de una decena de jornadas hemos ido desgranando los ingredientes que nos permiten gestionar nuestro mundo emocional diario de un modo sano y eficaz.
Comenzamos detectando cómo influye la capacidad de sentir en nuestra toma de decisiones, en la forma de pensar y actuar. Cómo es posible que el tiempo de reflexión que requiere nuestra razón para llegar a una conclusión, la emoción la alcance de modo intuitivo, rápido y certero.
Poco a poco, la implicación de todos los participantes iba a ir revelando, de modo cómplice, el ciclo natural de la emoción:
- Aprendimos a reconocer los diferentes estados emocionales, sus causas o acontecimientos desencadenantes en el momento en el que se presentan, percibiendo nuestras reacciones corporales: sudores y cosquilleos, tensiones y palpitaciones… Sí, es nuestro cuerpo, el medio de comunicación a través del cual nuestra capacidad de sentir se manifiesta.
- Descubrimos cómo aceptar y dar expresión a lo que sentimos, como acoger y recibir voluntariamente y con agrado lo que nos llega es más sano que pensar y razonar en ello. Porque quien no acepta, reprime su emoción o la proyecta, culpa o se culpa, dañándose a sí mismo y a quienes rodea.
- Dirigimos nuestra mirada, una vez reconocidas las propias, hacia las emociones ajenas (en nuestra pareja, familia o amigos), a través del don de la empatía o cómo sentir en la piel del otro sin dejar de ser uno mismo; y en este ámbito, aprendimos a sortear barreras de comunicación tan habituales como el juicio y el prejuicio, el consejo, la crítica o el sermón.
Y así llegamos al final dando rienda suelta a nuestras emociones, cantando, bailando, sintiendo, en una ambiente de franca camaradería y estrecha complicidad.
La meditación mindfulness ha demostrado fomentar la habilidad para inhibir los impulsos emocionales.-Daniel Goleman.
ResponderEliminarY esto es bueno? Inhibir emociones?
EliminarOjalá siempre sea consciente de mis emociones; resolverlas y no reprimirla. Pepi
ResponderEliminarLas emociones son inherentes al ser humano; no dependen de la voluntad. Su vivencia sana consiste en reconocerlas y expresarlas en el momento en que se producen dándolas el cauce adecaudo para que no nos dañen ni a nosotros ni a quienes nos rodean. Y es ahí donde la meditación mindfulness (o ser consciente del rabioso presete, único momento que tenemos), cobra todo su sentido.
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