El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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miércoles, 17 de enero de 2018

Oriente
entró en mi corazón

J. M. Doria
Escuela Transpersonal
Templo hindú, Patan
Reconozco que ya desde pequeño sentía cierta fascinación por el exotismo que desprendían los cuentos y las leyendas orientales.
Aquellos templos habitados por seres con turbante, aquellos monjes rapados frente a grandes budas silenciosos y no-sufrientes, en el fondo me decían que, tarde o temprano, tendría que adentrarme en aquella dimensión.
Fueron pasando los años y conforme recorría el camino de mi búsqueda interior, una palabra conmocionaba mi corazón: Nepal.
En realidad intuía que los Himalayas eran algo más que una cadena de montañas para escaladores atrevidos. No tardé en constatar que mi resonancia con los fértiles valles nepalíes se debía a su tradición espiritual que, hoy por hoy, la honro como patrimonio de la humanidad. Es decir, la consciencia y los niveles transpersonales del ser.
A mis 45 ya no pude resistir más la llamada que aquel Nepal me hacía, y al poco, las piezas encajaron, hasta finalmente verme caminando silencioso por la falda de los majestuosos Anapurnas. Por fin pisaba y respiraba aquel Oriente que me había enseñado a meditar. Un Oriente sagrado en el que las miradas sencillas de sus gentes, los corazones compasivos y un diferente significado de la pobreza, cambiarían mi manera de ver la vida.
Al tiempo, el hecho de caminar en grupo hermanado y atento por las montañas nepalíes se fue convirtiendo en la meditación raíz por excelencia. La leal sobriedad de los sherpas y la sabiduría de los guías que nos han venido acompañando por los senderos de esta cordillera sagrada, conmovieron mi corazón al tiempo que calmaban un anhelo que me latía desde que tuve uso de razón. Allí supe que en mi particular proceso de conciencia planetaria, mi Occidente había encontrado en Oriente su media naranja.
Hoy ya desde la Escuela de Desarrollo Transpersonal, han sido 17 los viajes que he realizado con grupos en los que se facilita una iniciación a la dimensión implícita y profunda que conlleva esa aventura iniciática.
En realidad puedo afirmar que cuando el Nepal profundo entra en el corazón del viajero, el radiante amanecer de sus Himalayas calienta su pecho ya de por vida.

Tenemos 1 comentario , introduce el tuyo:

  1. Me gustaría un día pisar y saborear esa tierra y abrazar a esas gentes

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