Tras la noche mágica

La Escribana del Reino

M. E. Valbuena

Pasó la noche mágica de Reyes. Pasaron los preparativos previos que nos llevan a buscar aquello que puede hacer feliz a quien va destinado, aun en contra de nuestros gustos. Pasaron fiestas y vacaciones.

Y ahora toca enfrentar la realidad con lo nuevo y lo que dejamos pendiente. Y se hace un poco cuesta arriba, la verdad.

Cuesta coger el ritmo cotidiano después de tanta ruptura y acontecimiento extraordinario. Cuesta volver a la alimentación equilibrada después de tanto exceso y tanta desorganización. Cuesta tomar aquello inconcluso después de esperar –absurdamente– que se concluyera solo (ay, ay, ay… cómo conjugamos el verbo procrastinar).

Pero no queda otra. Y más vale que lo hagamos pronto y bien que mal y tarde. Porque cuanto antes empecemos a funcionar en la forma habitual, antes empezaremos a resolver y a tomar decisiones.

Recuerdo que, de pequeña, me costaba mucho la vuelta al colegio después de estas vacaciones. Quería estar en casa y disfrutar de los regalos de Reyes, del tiempo con mi abuela, de las películas de la tarde. Por aquel entonces no había cine a la carta y tampoco tenía acceso a las películas de dos rombos, así que las pelis de vacaciones eran para mí un festín.

Han pasado los años. Sigo viviendo la ilusión de la noche mágica por excelencia. Sigo disfrutando la estancia en casa, con ocupaciones alternativas, encuentros, celebraciones y silencio. Sigo preparando y recibiendo detalles.

Y, aunque a veces echo terriblemente de menos a los que ya no están conmigo, sigo dando gracias por haberlos tenido en mi vida y por haber contribuido, con su presencia, a construirme como soy.