El rincón del optimista
Juan
“Es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe...”
Qué ternura desprende la lectura de este texto de Juan Ramón Jiménez, del hermoso Platero… ¿Verdad? Me acuerdo de Platero cada vez que realizo mi paseo matinal cuando paso por una finca vallada donde paran un rebaño de 15 ovejas y dos burros, madre e hijo. El buche negro es precioso. Nació el otoño del pasado año. Se diría ciertamente que es ‘de algodón’, un burrito de peluche. Es toda una atracción para los paseantes, sobre todo para los niños que se paran junto a la valla para acariciarle. Hay otras personas que les dan algo de comer: fruta, pan…, como hace un señor entrado en años que muchos días le encuentro repartiendo a los animales una bolsa de pan duro, que tanto ovejas como pollinos ronchan con presteza.
El dueño o dueña de los animales se limita a ponerles agua en un balde y de vez en cuando les deja una paca de paja bajo un cartelón publicitario que anuncia coches veloces. El resto de la alimentación se lo buscan entre los brotes de la hierba que nacen en la finca.
Nunca me gustó la palabra ‘burro’ empleada como insulto. “Trabajas como un burro de carga”; “Eres más burro…”; “¡No seas burro!”. Estos animales de carga fueron imprescindibles antaño para transportar enseres, agua y todo tipo de materiales, amén de su utilidad en las norias para regar o para acarrear alimentos a las ferias, mercados y a las tierras de labor donde agricultores y pastores se afanaban en sacar un poco de beneficio a la tierra. ¿Qué guaje no se subió sin permiso sobre un burro que permanecía estacado en el prado? Bueno, yo sí, lo confieso. Hoy, los burritos viven a cuerpo de rey, casi exclusivamente como animales de compañía, por el puro placer de acariciar su pelo suave. Al menos, en el entorno en el que vivo. Quizá en alguna parte montañosa de nuestro país y, sin lugar a dudas, en países catalogados como pobres, por ejemplo de África, sigue desempeñando una labor fundamental para las economías familiares.
Siento envidia cada vez que veo a ‘mi’ Platero negro, envidia y gozo al mismo tiempo. Hace tiempo que me planteo como un reto de futuro tener mi propio Platero, poder cuidarle, pasearle, mimarle... Me lo propongo, para a ver si puedo ver cumplido mi deseo algún día a corto, medio o largo plazo. No hay prisa.
Asín sea.
Asin sea. Amor por la naturaleza
ResponderEliminarMuy tierno y emotivo éste recuerdo al BURRO. Ojalá algún día pueda verte un Burro como animal de compañía.
ResponderEliminarElena