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lunes, 10 de abril de 2017

La sexualidad integral

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


La sexualidad la podemos considerar como un gran puzzle, donde sus piezas están compuestas por sueños eróticos, las caricias, abrazos y besos, pasando por momentos de ternura, hasta llegar al propio acto coital. En definitiva, la sexualidad es toda sensación corporal y sensitiva que produce placer. Es ese mundo multisensorial lo que define a la sexualidad en un sentido más amplio y también genuino.
La sexualidad es una experiencia que atraviesa a toda la vida del sujeto: se comienza “jugando a los médicos” en la primera infancia, hasta finalizar en la ternura de los ancianos mirándose a los ojos o cogidos de la mano, pasando por la fogosidad del adolescente y joven y el sosiego del adulto. Todo ello está sostenido por una sensación de bienestar y placer que nos hace si cabe más humanos; lo contrario de la sexualidad es el odio, la agresividad, la muerte (el thanatos, diría Freud).
Familia y sexualidad
La familia es la “gran escuela” donde el niño aprende que el contacto físico es sinónimo de placer, pero también de cariño, de aprecio y de valoración. Además, las actitudes de los padres son el espejo en que todo niño se mira y aprende los comportamientos, y esto también ocurre en el terreno sexual. A través del amor de los padres y cómo lo manifiestan (contacto físico, miradas, caricias, etc) el niño debe aprender que el “sentir” no es malo ni vergonzoso. De aquí la importancia que la relación físico-afectiva del niño con los padres sea la adecuada para que después de adulto no esté reprimido ante las muestras de afecto.
Además, la “información sexual” principal debe partir de los padres, que debe ser siempre veraz, pero adecuada a la edad del niño; podemos pecar tanto por exceso como por defecto. Es decir, es fundamental que respondamos a lo que nos preguntan y por lo tanto hay que estar muy atentos a la evolución de cada niño para aclarar sus dudas e inquietudes cuando éstas aparezcan. Todo ello amasado en un clima de confianza y utilizando un lenguaje que el niño entienda, es decir, evitando los términos técnicos, sino más bien empleando un lenguaje coloquial.           
La sexualidad integral
Nos falta por hacer la cuarta revolución de la sexualidad (la primera la hizo Freud, el niño es un ser sexuado; la segunda los hippie, “haz el amor y no la guerra” y la tercera en los años 80 del siglo pasado con la aparición del sida, se potencia la información a los adolescentes) donde lo que prime no sean los conocimientos sobre la vida sexual, imprescindibles evidentemente,  sino que también se acompañe con un desarrollo armónico del individuo desde su tierna infancia, es decir, que haya podido sentir  sin trabas, ni culpabilizaciones  y donde la exteriorización de la emoción sea el centro de nuestras vidas. No basta, pues, amar al niño sino también exteriorizarlo, tocándole, abrazándole, besándole; no basta sentirse amado sino también comunicar nuestra gratitud por ese sentimiento a través de palabras, gestos y conducta.
La sexualidad integral implica tres aspectos: genitalidad, comunicación y placer. Freud fue pionero en superar el concepto de genitalidad pero se quedó corto al plantear que el placer físico solamente se consigue en algunas zonas erógenas del cuerpo (el ano y la boca, además de los genitales). La sexualidad es algo más. El placer no solamente se consigue con el orgasmo sino que es mucho más amplio: la sensación de bienestar que recorre nuestro cuerpo ante una buena acción, o ante la contemplación de la puesta de sol o el placer de tocar, abrazar, acariciar a un hijo o el fuerte abrazo con un amigo después de muchos años de separación o la emoción que nos embarga ante compartir una buena noticia. Eso también es sexualidad. Pero además la sexualidad tiene una dimensión de comunicación: la mirada, las caricias, un apretón de manos pueden transmitir amor, acercamiento o solidaridad.
Habremos conseguido una sexualidad integral, cuando además de una adecuada información, nos permitamos disfrutar de nuestro cuerpo, sin perjuicio de un tercero, y también saber manifestar nuestro amor al otro, a través de la palabra de las caricias, de los gestos. De esta manera el puzzle dinámico y trimensionalidad de la sexualidad se irá configurando, sabiendo que es un proceso cambiante y que lo que permanece es el deseo de sentir y disfrutar de nuestro cuerpo y del vínculo con los demás.

Tenemos 1 comentario , introduce el tuyo:

  1. Tenia que dar esta asignatura desde la infancia; igual que la de inteligencia emocional y encauzando las emociones, para Pepi
    son tan importantes como las matemáticas, humanidades etc etc etc

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