Reportaje de Ana Gaitero
Diario de Leon
«Me tenía tan agarrada que no denuncié»
MERCEDES es licenciada en Filología Inglesa y artista. Nunca identificó su situación con el maltrato. Vio la luz en el servicio de la Mujer de la Junta y al psicólogo.
Mercedes tiene dos pozos de tristeza en el rostro. Llegó a la sede de la Gerencia de Servicios Sociales en Burgos sin saber a dónde tenía que dirigirse. «Estaba a punto de perder a mi hija definitivamente y pensé que me enviarían a protección de menores». Pero, no. La remitieron al servicio de atención a la Mujer. Es leonesa y quiere contar su historia.
«Iba muy nerviosa. No sabía lo que me pasaba. No le había puesto nombre. Hasta que me dijeron que era víctima de maltrato», explica esta mujer de 45 años que durante años convivió con un hombre que «me ha boicoteado la carrera profesional, la autoestima personal y mi relación con mi hija».
Nunca le denunció y oficialmente no es un maltratador. «Me tenía tan agarrada que no denuncié. El psicólogo me dice que he normalizado cosas que no son normales. Y tampoco podía demostrar nada porque nunca me golpeó. «Yo no era consciente de que las amenazas, la minusvaloración, los insultos, la sodomización contra mi voluntad y las violaciones... eran maltrato», confiesa.
Entró en la espiral del miedo y del pánico y ha peregrinado durante los últimos quince años por clínicas y fisioterapeutas. «Ahora he descubierto que tengo fatiga crónica, fibromialgia y una depresión para los restos», dice.
Se hicieron novios con 14 años y tuvieron una hija una década más tarde. «Me consideraba suya: una pieza de barro que moldeaba a su gusto». Mercedes logró acabar su carrera de Filología Inglesa y también se desarrolló como artista. Todo parecía ir bien hasta que la vida se torció. Y ella decidió poner fin a la relación cuando su hija tenía apenas año y medio de edad. «No perdonará nunca que me separara. No me creía capaz de tomar esa decisión y no se lo esperaba».
Lo que ella tampoco esperaba es que su vida se convirtiera en un infierno después de la separación. «Ha sido una carrera obstáculos, un acoso sin tregua, entraba en los juzgados por la mañana y salía por la tarde. Soy su obsesión y cuando dejamos de hablarnos empezó a acosarme por carta, que es como nos comunicamos desde hace más de diez años», explica.
Su expareja paga la pensión religiosamente, pero «ha hecho lo indecible por perjudicarme: no quería que fuera independiente y cuando trabajaba fines de semana se negaba a cambiarme los días de visita para que me coincidieran los descansos con mi hija. Gracias a que la sentencia fue favorable a mí».
En aquel tiempo su expareja vivía en otra provincia y solo veía a la niña los fines de semana correspondientes. «Estaba cerca, pero no le interesó tener una relación con su hija y cuando venía la metía la tarde en un parque de bolas».
Con 15 años, la niña se negó a ir con el padre en el régimen de visitas establecidos. «Yo estaba dividida entre mis sentimientos y mis obligaciones como madre y el deber que me imponía el juez», admite. La situación con la niña llegó a ser insostenible: «La llevé al psicólogo para que retomara la relación con su padre y seguía sin querer. Fue a declarar al juzgado y lo pasó tan mal que cedió», añade. «Pero le hirió mucho que yo insistiera, era como que le hubiera fallado».
Retomaron las visitas y sorprendentemente, tras las vacaciones, la niña le plantea la custodia compartida. «Yo accedí. Si era su deseo, no me iba a oponer. Pusimos dos meses de prueba y en el primero tuvo un incidente muy gordo y se suspende la prueba». Desde marzo no se ven, pero él se presenta cada semana a la puerta de casa y llama. «Sigue escribiéndome correos que ya no le responde... No sé hasta cuándo aguantaré», dice desalentada.
No denunciar supone no tener acceso a ayudas específicas. Sin embargo, Mercedes pudo entrar en el programa de apoyo psicológico de la Junta y también en la oferta de formación específica para mujeres víctimas de malos tratos. Esta oportunidad le ha cambiado la vida en los últimos nueve meses. Había perdido su trabajo y estaba en el paro. Ahora acaba de estrenar un empleo, su hija está más tranquila y va bien en los estudios.
Muchas veces el desconocimiento puede arruinarnos nuestra vida.
ResponderEliminarAl terminar de leerlo he tenido que hacer varias respiraciones profundas ¡UFF, que horror!. Pepi