Contra planes

La Escribana del Reino

M. E. Valbuena

Imaginé un viaje a la India, que finalmente se transformó en unos días de playa y muchos largos de piscina. Maravillosos, eso sí.

No aprendí cultura india ni compré cosas típicas de ningún tipo para regalar, pero mis lecturas veraniegas me han llevado a conocer un poco más la efervescencia americana de los años 60, algo de la cultura afgana –tan desconocida para mí– y la visión africana de una sociedad capitalista. Y he recibido tantos regalos que no cabrían en este folio.

Me ofrecieron un tranquilo fin de semana para cuatro que se convirtió en un bullicioso encuentro de nueve. Maravilloso también. Me permitió conocer gente nueva y lugares hermosos que ellos me mostraron.

Aposté por la seguridad y puse mi empeño en ello. Y la vida volvió a regalarme, inesperadamente, incertidumbre. Señal de que aún me queda mucho para aprender a abrazarla.

Organicé varias cenas de jardín que pasaron a ser cenas de interior, pero aún así, me proporcionaron gran satisfacción y agradables momentos de comunicación y cariño.

Pensé en un verano de soledad, retiro y silencio para recuperarme del intenso trabajo al que me sometí los meses previos. Sin embargo, mi casa y mi vida han estado llenas de presencia y presencias, de encuentros y reencuentros. No fue lo que busqué, pero tal vez fue lo que necesité.

Todos los planes que tenía pensados se han tornado en contra planes. ¿Peores? No. Distintos. Posiblemente más enriquecedores que los previstos en un principio y, en cualquier caso, necesarios.

Así los he acogido y disfrutado. Así los he vivido.