El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra
Un humorista estadounidense decía que “uno de los trucos de la vida consiste mas que tener buenas cartas, en jugar bien las que uno tiene” (John Gillings). En la vida cotidiana, desgraciadamente en muchas ocasiones estamos más preocupados por conseguir cosas (cultura, posición social, etc.) que en aprender a manejar y utilizar nuestras capacidades, que son las cartas con las que jugamos nuestra peculiar e intransferible partida de la vida. Otra consecuencia es que no podemos estar toda la vida quejándonos de las malas cartas que hemos tenido (familia disfuncional, graves conflictos infantiles, etc.) sino que siempre podemos ganar (disfrutar de la vida) con las capacidades que tengamos.
El niño
El desarrollo psicológico del niño, en nuestra cultura occidental, se distingue por dos preocupaciones fundamentales: el control de sentimientos y el almacenamiento de saberes. Así, el niño crece con el “freno de manos” echado respecto de sus emociones y deseos. Los mensajes cotidianos son: necesidad de controlarse (las rabietas, los malos modos, incluso en ocasiones las muestras de afecto y de bienestar, las malas compañías, el gasto, etc.). Esto que puede ser adecuado en su justa medida, se vuelve contra el propio individuo cuando todo el énfasis de la educación se pone en evitar que el niño se descarrile. El mensaje es claro: no debes ser tú, sino lo que los otros esperan que seas. De esta manera, se va configurando la convicción que “lo bueno” no es lo que uno siente que es, sino lo que los otros esperan. Conozco a muchos adultos que todavía van con el “freno echado” de sus deseos, sentimientos y disfrute.
El otro punto de apoyo en la evolución del niño son los conocimientos. Cuanto más sepa mejor. Así se prima más “el saber más” (idiomas, carrera universitaria, etc.) que el capacitar al sujeto para que resuelva su conflictos emocionales, fortaleciendo sus propias actitudes e incentivando la creatividad.
Si estos dos puntos de apoyo son muy acentuados, el niño crece como disociado: mucha razón y poco sentimiento. No es extraño que, en este contexto, el niño se vaya configurando a “imagen y semejanza” de los otros (padres, educadores, amigos, etc.) y el concepto de sí mismo sea negativo. De esta forma las llamadas “profecías autocumplidas” están servidas. Es decir, si el niño siente que es desobediente, posiblemente será díscolo en cualquier situación de la vida; si piensa que es tímido, evitará el contacto con el grupo y se convertirá en un solitario. De esta forma se puede llegar a actuar como un necio aunque sea inteligente, como un introvertido aunque no lo sea, o como un intolerante aunque sea la tolerancia en persona.
Como resultado de esta educación es evidente que a todos nos es más fácil definirnos en negativo (desordenado, vago, irresponsable, desobediente, etc.) que por los valores positivos (capacidad de ayuda, de esfuerzo, de simpatía, de compartir, etc.).
De todo esto surge una necesidad: de la misma forma que de pequeños nos enseñan a atarnos los cordones de los zapatos, el combinar diferentes prendas de vestir o el cepillarse los dientes, por poner solamente algunos ejemplos de la vida cotidiana, también se debería dedicar tiempo a favorecer una autoestima adecuada o el reconocer los valores físicos y personales del niño.
No es extraño, pues, que con este recorrido, en ocasiones, tengamos una imagen deformada de nosotros mismos, porque los otros (padres, profesores, amigos, etc.), que es el espejo en que nos miramos, transmiten con más fuerzas nuestras carencias que nuestras posibilidades. En cualquier caso, siempre es posible cambiar y ser uno mismo.
Termino, también, con un pensamiento del humorista John Billings, que dice, “aquel que obtiene una victoria sobre un hombre es fuerte, pero aquel que obtiene una victoria sobre sí mismo es poderoso”. Posiblemente el gran reto de cada ser humano es posibilitar el derecho a ser uno mismo y en todo caso estar abierto al cambio. En eso consiste la gran victoria sobre la vida.
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ResponderEliminarPara tener muy en cuenta en el desarrollo de nuestra vida, el pensamiento del humorista John Billings. Pepi
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