La Escribana del Reino
M. E. Valbuena
Uno de los momentos mágicos de este verano –de los muchos que he vivido– ha sido una puesta de sol en un acantilado gallego. No por la puesta en sí (el sol se pone todos los días en todas las partes del mundo) ya que he disfrutado de muchas en distintos lugares, sino por el rato compartido de contemplación.
Nuestro grupo éramos nueve, incluidos dos niños de 13 años y una adolescente de 17. Aparte, se fueron sumando parejas o personas solas sin romper en ningún momento la magia que se creó en aquel lugar.
Uno del grupo –siempre hay gente especialmente detallista– había llevado un pequeño altavoz que, colocado en la roca, proporcionó relajante música acompañando el ocaso. Lo demás era silencio, sólo roto por el movimiento interno del mar, suave brisa acariciando nuestros cuerpos y una paz inmensa.
Durante la hora más o menos que pudo durar aquello, los chiquillos no se movieron, absortos en el cambio del cielo, la adolescente se olvidó del móvil y los demás nos emocionábamos ante tanta belleza regalada.
Con frecuencia nos preguntamos qué es la felicidad, en qué consiste. Y puede que no sepamos definirla, pero lo que está claro es que momentos como aquel nos adentran de lleno en la felicidad, nos proporcionan tal grado de bienestar que sus efectos perduran en el tiempo y, durante días, parecemos sobrevolar la realidad en lugar de pisarla. Supongo que algo de esto tendrá que ver con la trascendencia.
Buscamos experiencias intensas, emociones fuertes, sensaciones placenteras y percepciones únicas en múltiples fuentes (unas mejores que otras). Compartir una puesta de sol nos da todo eso y más.
Cuánto hay dentro de un solo instante vivido cómo eterno!!!
ResponderEliminarCuanta verdad. Momentos como este nos permiten conectarnos con nuestra Paz interior.
ResponderEliminarEscribana del Reino, gracias, muchas gracias por tu precioso y emotivo comentario. Decirte que este verano, a mediados de agosto y en ese mismo lugar, yo también participé de un momento de contemplación similar. Fue algo muy espiritual donde sentí profundamente el patentesco cósmico que tenemos con toda la creación. Qué grande esa gente de Queiruga (Porto do son). Feliz día
ResponderEliminarUna puesta de sol te ofrece en ocasiones verdaderos espectáculos que producen paz y tranquilidad y son un regalo todos los días, a mi también me transmite que la vida continúa qué hay que seguir adelante pese a todo.
ResponderEliminarOXO
Yo no estuve, pero tal como lo expresas me haces sentir la paz y la felicidad que tú viviste en aquella puesta de sol. Gracias Escribana!
ResponderEliminar¡Uff que mmaravilla!, para mi lo que has transmitido son todo sentimientos. ¡Vaya regalo que te dio la vida!. Pepi
ResponderEliminarRecuerdo haber asistido a puestas de sol increibles, memorables y sin embargo son pocas las contemplaciones que recuerdo de salidas del sol. Sí que he presenciado muchas, pero no con esa presencia y consciencia plena de lo que está ocurriendo. En la puesta se acaba el día y llega la oscuridad, pero en la salida es nacimiento del día lo que ocurre y pasamos de lo oscuro a la luz. Tendríamos que madrugar y hacer convocatorias para ver nacer el día. Creo que la experiencia puede ser aún más enriquecedora.
ResponderEliminarDe todos modos, gracias por el sentimiento compartido.
Juan