El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra
¿Qué ocurriría si un día nos levantáramos y no hubiera periódicos, ni libros, ni radio, ni TV, ni Internet, ni cine, ni ordenadores, ni teléfonos móviles, ni teléfonos fijos? ¿Seguiríamos viviendo? ¿El mundo seguiría siendo real? Por extraño que parezca el sol seguiría saliendo, la vida seguiría con sus momentos de alegría y sus momentos de tristeza, el amor, la esperanza y también el odio y la muerte serían un ingrediente cotidiano de nuestra existencia y habría nacimientos y fallecimientos. Es lo mismo que ocurría desde el inicio de los tiempos hasta la aparición de la imprenta. Y aquí surgen las preguntas: ¿qué nos aportan los medios de información? ¿El estar bien informados favorece el crecimiento personal o es un impedimento para la felicidad? Veamos la respuesta.
El síndrome de fatiga por exceso de información
El síndrome de fatiga por exceso de información -Information Fatigue Syndrome (IFS)- se caracteriza por el elevado nivel de estrés de quienes a toda costa intentan asimilar el caudal de información que les llega constantemente a través de la televisión, el teléfono, periódicos, libros, faxes y, sobre todo, de Internet. El IFS se caracteriza por un estado psicológico de "hiperexcitación", "ansiedad" e "inseguridad" que provoca la "parálisis de la capacidad analítica", pudiendo conducir a "decisiones imprudentes y a conclusiones distorsionadas". Según algunas estadísticas casi la mitad de los altos ejecutivos y un tercio de los gerentes padecen este síndrome.
No obstante, por extensión podemos afirmar que padecen este síndrome todas las personas que ante la toma de una decisión (la compra de un piso, elegir colegio par sus hijos, elección de una carrera universitaria, decisión para hacerse o no una operación quirúrgica, etc.), multiplican sus contactos y piden información exhaustiva a distintas entidades o consultan a numerosos médicos y a pesar de todo no se deciden a tomar una opción. En un intento por elegir el mejor camino se bloquean y nunca llegan a la meta, es decir, no se deciden por ninguna opción pues todas le parecen insuficientes o mejorables. Como consecuencia surge la ansiedad, la inquietud e incluso el aturdimiento con sensación de gran incapacidad y malestar consigo mismo y con los demás.
Pautas para evitar el síndrome de fatiga por exceso de información debemos tener presente algunas claves para que la información no peque ni por exceso ni por defecto:
1.- Debemos tener presente que tanto la desinformación como la sobreinformación es un inconveniente para el equilibrio psicológico del individuo. Aunque es cierto que debemos recabar datos para tomar una decisión (la compra de un piso, el cambio de puesto de trabajo, etc.), no es menos cierto también que una avalancha de información nos puede paralizar o confundir y, por lo tanto, no tomar ninguna decisión. Debemos correr el riesgo de equivocarnos, pues la completa seguridad de que hemos hecho la mejor opción, no existe y si continuamos acumulando información lo único que conseguiremos es multiplicar nuestra angustia y ansiedad.
2.- Necesidad de confirmar en el otro: ante un problema económico, médico, educativo, etc. debemos pedir información al experto, pero esto no supone que debamos consultar a todos los peritos en la materia, entre otras razones porque siempre pueden aparecer aspectos no contemplados por el anterior. A este respecto recuerdo una anécdota personal: cuando mi hija era pequeña ante la deformación evidente de su dentadura decidimos consultar a varios dentistas. ¡Cada uno nos dio una solución! Unos decían que era preciso la extracción, otro que precisaba un aparato corrector y un tercero nos llegó a decir que no era necesario hacer nada por el momento. ¿Ante criterios tan diversos qué hacer? Al final nos dejamos llevar por la pura intuición y por el que estaba más cerca del domicilio (como se observará ninguna eran razones científicas). No obstante, por los resultados parece que la opción fue la correcta.
3.- Respecto a la información sanitaria, el personal médico debe huir de excesivo tecnicismo y de una sobreabundancia de datos. Ambas posturas son graves errores a la hora de transmitir la información. La primera crea más confusión y angustia (“todos esos nombres raros me suenan a cosas malas”, decía un familiar de un enfermo); y la segunda, quizás descubra aspectos que el propio enfermo y la familia no se habían planteado, con lo cual la espiral del caos se acrecienta. Además, la información médica debe ser gradual, flexible y veraz, teniendo en cuenta al receptor (su formación, la situación ante la enfermedad, etc.) y buscar el momento oportuno para transmitirla.
4.- La información diagnóstica y del momento evolutivo de la enfermedad debe ser realizada por el personal médico responsable del enfermo. Las consultas a Internet, enciclopedias médicas, etc. en ocasiones mas que clarificar la situación la contaminan, entre otras razones, porque existen “web” pseudocientíficas que provocan falsas expectativas o soluciones excesivamente fáciles, ante problemas médicos muy graves.
Gracias Señor psiquiatra por su información
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