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pero el que recibe nunca debe olvidar
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jueves, 1 de noviembre de 2018

Acueducto

El rincón del optimista
Juan


Hace pocas semanas viajé desde León a un pueblo de la provincia de Ávila por motivos laborales. De mi regreso a casa decidí visitar a mi hermano que vive en otro pueblecito al norte de Segovia, para lo que tenía que cruzar la capital de la provincia. Más que cruzar, podía rodearla por una circunvalación y así hice. Tomé la ronda para salir en dirección Soria, pero unas obras tenían cortada esa salida, por lo que me obligaron a coger un desvío que acabó metiéndome en el corazón mismo de esta bella ciudad. Así, sin yo quererlo, pasé junto al altivo Alcázar, también cerca del hermoso convento-iglesia donde se encuentra el sepulcro de San Juan de la Cruz y, cuando tenía que tomar una calle a la izquierda, me equivoqué (o puede que no) y entré en una calle cuesta arriba que me acabó sacando a los mismos pies del fabuloso acueducto romano.
No estaba en mi mente hacer turismo aquella tarde y sin haberlo planificado me planté delante del imponente acueducto de Segovia. Cómo iba a pasar por Segovia sin visitar tan renombrado monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. Cuántas veces nos pasa, hacer algo imprevisto, algo no planeado de antemano y cambiamos de planes, hacemos lo contrario de lo que nos habíamos marcado previamente. Improvisamos cada minuto. Pueden ser aspectos imprevistos negativos o, como fue mi caso, una grata sorpresa que me insufló una ráfaga de optimismo, una carga de positividad. Esa visión absolutamente fugaz (no me llegué a bajar del coche, desde donde hice la foto a contraluz que ves aprovechando el semáforo en rojo) me hizo pensar un poquito a posteriori sobre esta grandiosa edificación y lo que encierra entre sus piedras.
Hay datos del acueducto -aqua (agua) + ducere (conducir)- que impresionan: construido por los romanos en el siglo I-II d de C, en tiempos de los emperadores Adriano o Trajano; integrado por 120 pilares que sostienen 167 arcos, a su vez constituidos por sillares de granito –piedras labradas en forma de rectángulo– y unidos sin ningún tipo de argamasa, que se sostienen mediante un perfecto estudio de las fuerzas de empuje entre los grandes bloques de piedra; la arcada que vemos es sólo una minúscula parte de toda su extensión, la que encauza el agua desde la Sierra de Guadarrama desde unos 16 kilómetros hasta salvar la depresión de la Plaza del Azoguejo y que transporta el líquido elemento a la otra parte de la urbe, hasta llegar a abastecer finalmente al mismo Alcázar, un recorrido con un sofisticado sistema de distribución mediante arquetas, que a su vez se subdividían para abastecer las fuentes y aljibes de las casas privadas… En definitiva, una maravilla de la arquitectura civil que no sólo ha maravillado a millones de personas y que sigue eclipsando la atención de los turistas japoneses que llegan en riadas a fotografiarlo, sino también a turistas accidentales como yo convertido en obligado admirador del acueducto aquella soleada tarde de otoño.
Asín sea.

Tenemos 3 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Me maravilla que haces tantos años crearan ésa obra de ingeniería tan perfecta.

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  2. A veces me he despistado haciendo turismo, y me ha sido; agradable y de gran aprendizaje. Pepi

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  3. Recomiendo perderse, y no reconocer dónde estás, descubres lugares únicos, porque no esperas nada..

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