El hombre en
busca de sentido es el título de uno de los diez libros de mayor influencia en
América. Este libro lo escribió el Dr. Víktor Frankl, nacido en Viena en
1905, ciudad en la que fue catedrático de neurología y psiquiatría, entre otros
muchos cargos.
Durante la II
Guerra Mundial, estuvo internado durante tres años en Auschwitz, Dachau, y
otros campos de concentración. El Dr. Frankl nos explica en su publicación
estrella, la experiencia que le llevó al descubrimiento de la logoterapia.
(Psicoterapia centrada en el sentido). Su interés por la psicología de los
internos en el campo. Y cómo pudo él, que todo lo había perdido, junto al
padecimiento de todo tipo de calamidades y brutalidades sin fin, aceptar, que a
pesar de todo, la vida fuera digna de ser vivida.
La vida
siempre merece la pena ser vivida. Incluso a pesar de grandes catástrofes, o de
haber perdido a seres queridos. También con el padecimiento de una gran
enfermedad. Estas desgracias como solemos llamarlas, en realidad forman
parte de la vida. Y aunque llenos de dolor, las veamos injustas debido a
nuestra gran ignorancia sobre la vida, en realidad ocurren porque sencillamente
son una ley universal de vida (nada es para siempre). Todas estas
tragedias, enfermedades, y problemas de toda índole que vivimos o padecemos, en
realidad no son sino oportunidades de crecimiento interior disfrazadas, para
que desarrollemos una mayor conciencia como seres humanos, y encontremos
nuestro camino de evolución interior dando sentido a nuestra vida.Si no
encontramos ese sentido a nuestra vida, no solo nos sentiremos vacíos, e
infelices, sino lo que es peor, al final de nuestras vidas, tendremos la
responsabilidad sobre nuestra conciencia, de ver como nuestra vida se ha
consumado, y no hemos sabido para qué hemos vivido.
“No es el
sufrimiento en sí mismo el que hace madurar al hombre, es el hombre el que da
sentido al sufrimiento”.
El Dr. Frankl
durante su primera noche en el lager (campamento), se conjuramentó consigo
mismo, para no lanzarse contra las alambradas. Ésta era la expresión
típica de la jerga del campo, para describir el método más frecuente de
suicidio: tocar la valla electrificada.
Frankl a
pesar de sufrir como un prisionero más, estudiaba las reacciones psicológicas
de los internados en los campos. Observó una apatía emocional que
permitía permanecer impasible ante los continuos sufrimientos diarios. El
prisionero enseguida construía, gracias a esa insensibilidad, un caparazón
afectivo que actuaba como un íntimo escudo protector, para desembocar
posteriormente, en una gran apatía; síntoma típico de lo anterior, actuando
como un mecanismo inevitable de autodefensa.
El Dr. Frankl
tenía especial dedicación, en ayudar a los que se encontraban en peores
condiciones, es decir, a los enfermos que se les permitía quedarse en el
barracón en vez de salir a trabajar. Le parecía más sensato intentar ayudar a
sus compañeros como médico, que vegetar o perder la vida en un trabajo
improductivo e inútil.
Intuyó, cómo
un hombre despojado de todo, puede saborear la felicidad, aunque solo sea un
suspiro de felicidad. Ahora estaba convencido de una cosa, algo que había
aprendido demasiado bien: el amor trasciende la persona física del ser amado, y
encuentra su sentido más profundo en el ser espiritual del otro, en su yo
íntimo. Esta intensificación de la vida interior, defendía al prisionero contra
el vacío, la desolación y la pobreza espiritual de su existencia actual, al
tiempo que le permitía evadirse devolviéndolo a su vida pasada.
A medida que
la vida interior del prisionero se hacía más honda, apreciábamos la belleza del
arte de la naturaleza quizá por primera vez, o con una emoción desconocida.
Bajo la viveza de esas vivencias estéticas, conseguían olvidarse de las
terribles circunstancias de su entorno.
Con el paso
del tiempo en el campo, la desnutrición, el trabajo forzado, y los maltratos,
hacen desaparecer por completo las últimas capas de grasa subcutánea de nuestros
cuerpos, los cuales presentaban la apariencia de esqueletos disfrazados con
pellejos y andrajos; se podía observar como los cuerpos se devoraban a sí
mismos. El organismo digería sus propias proteínas y los músculos se
consumían. El cuerpo se quedaba sin defensas.
De vez en
cuando, el Dr. Frankl levantaba la vista al cielo y contemplaba el diluirse de
las estrellas, mientras su mente se aferraba a la imagen de su esposa,
imaginándola con una asombrosa precisión. En ese estado de embriaguez
nostálgica se cruzó por su mente un pensamiento que le petrificó, “el amor es
la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre”.
Percibe en toda su hondura el significado del mayor secreto que la
poesía, el pensamiento y las creencias humanas intentan comunicarnos: “la
salvación del hombre solo es posible en el amor y a través del amor”.
Al Dr. Frankl
le invade como a todo prisionero, la idea de evadirse del campo; pero por
primera vez decide mandar sobre su destino. A pesar de tener la posibilidad
de fugarse con algunos de sus compañeros, decide no hacerlo. Al expresar
su inquebrantable resolución de permanecer junto a sus enfermos, desapareció su
inquietud interior, ganando una íntima paz, una paz que jamás había
experimentado.
Las experiencias
de la vida en un campo de exterminio, demuestran que el hombre mantiene su
capacidad de elección. El hombre puede conservar un reducto de libertad
espiritual, de independencia mental, incluso en aquellos crueles estados de
tensión psíquica y de indigencia física.
Al hombre se
le puede arrebatar todo salvo una cosa: La última de las libertades humanas, la
elección de la actitud personal que debe afrontar frente al destino, para
decidir su propio camino. Es decir: cada hombre, aun bajo unas
condiciones tan trágicas, guarda la libertad interior de decidir quién quiere
ser; espiritual y mentalmente. La libertad interior jamás se pierde.
Y es precisamente, esta libertad interior la que nadie nos puede
arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido.
El talante
con el que un hombre acepta su ineludible destino, y todo el sufrimiento que le
acompaña la forma en que carga con su cruz, le ofrece una singularidad
oportunidad, incluso bajo las circunstancias más adversas, para dotar a su vida
de un sentido más profundo. Aun en esas situaciones se le permite
conservar su valor, su dignidad, su generosidad. En cambio, si se
zambulle en la amarga lucha por la supervivencia, es capaz de olvidar su humana
dignidad, y se comporta poco más allá a como lo haría un animal.
Cualquier
situación difícil, ofrece al hombre una oportunidad para su enriquecimiento
interior. La libertad interior puede elevar al hombre muy por encima de
su destino adverso.En multitud de ocasiones, como antes dijimos, son las
circunstancias excepcionalmente adversas o difíciles, las que otorgan al hombre
la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo.
Algunos
prisioneros del lager, en vez de aceptar las dificultades del campo como una
prueba de su entereza humana, juzgaban su situación como un error o un
paréntesis del destino, como algo privado de cualquier consistencia
existencial. Para estas personas, se oscurece el sentido de la vida; y
esta acaba perdiendo todo su sentido. El prisionero que perdía la fe en el
futuro, en su futuro, estaba condenado. Con la quiebra de la confianza en
el futuro, faltaban asimismo, las fuerzas del asidero espiritual; el prisionero
se abandonaba y decaía, se convertía en sujeto del aniquilamiento físico y mental.
Bajo las
dramáticas condiciones de un campo de concentración, los reclusos deben
proponerse una meta futura, un objetivo concreto que de sentido a su vida.
“El que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”.
Lo que de
verdad necesitamos, es un cambio radical en nuestra actitud frente a la vida.
“En realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la
vida espere algo de nosotros” Pensemos en lo que la existencia nos
reclama continua e incesantemente, y no en lo que nosotros podemos extraer de
ella. Vivir significa, asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta
correcta, a las cuestiones que la existencia nos plantea cumplir, con las
obligaciones que la vida nos asigna a cada uno en cada instante particular.
La terapia de
Frankl, consistía en hacer comprender a sus compañeros, que la vida sí esperaba
algo de ellos. Esta unicidad y singularidad que diferencia a cada
individuo, confiere un sentido a su existencia, se fundamenta en su trabajo
creador, y en su capacidad de amar.
La
logoterapia de Frankl, se centra en el sentido de la existencia humana, y en la
búsqueda de ese sentido por parte del hombre. La primera fuerza motivadora del
hombre, es la lucha por encontrarle un sentido a su propia vida. El
hombre necesita algo por lo que vivir. Nada en el mundo ayuda a sobrevivir, aun
en las peores condiciones, como la conciencia de que la vida esconde un
sentido.
Los campos de
concentración nazis, dan fe de que los prisioneros más aptos para la
supervivencia, resultaron ser aquellos a quienes esperaba alguna persona, o les
apremiaba la responsabilidad de acabar una tarea, o cumplir una misión (hecho
confirmado con posterioridad, por los psiquiatras norteamericanos en Japón y en
Corea).
El vacío
existencial es un fenómeno muy extendido en nuestros días.
El vacío
existencial se manifiesta principalmente, en un estadio de tedio
(aburrimiento). Con frecuencia el vacío existencial se presenta bajo
máscaras y disfraces. A veces la voluntad de sentido, se compensa
mediante la voluntad de poder, hasta en su expresión más tosca: la voluntad de
tener dinero. En otras ocasiones, el vacío de la voluntad de sentido se
rellena con la voluntad de placer. Y eso explica que la frustración existencial,
suela provocar un desenfreno libidinoso. En este vacío existencial,
germinan y florecen los procesos y mecanismos neuróticos.
El hombre no
debería cuestionarse sobre el sentido de la vida, sino comprender que la vida
le interroga a él. En otras palabras, la vida pegunta por el hombre,
cuestiona al hombre, y éste contesta de una única manera: respondiendo de su
propia vida y con su propia vida.
El sentido de
la vida ha de buscarse en el mundo, y no dentro del ser humano. Cuanto más se
olvida uno de sí mismo, al entregarse a una causa, o a una persona amada, más
humano se vuelve, y más perfecciona sus capacidades.
De acuerdo con
la logoterapia del Dr. Frankl, podemos descubrir o realizar el sentido de la
vida, según tres modelos diferentes: (1) realizando una acción, (2) acogiendo
las donaciones de la existencia, (3) por el sufrimiento. Uno de los axiomas
básicos de la logoterapia, mantiene que la preocupación principal del hombre,
no es gozar del placer, o evitar el dolor, sino buscarle un sentido a la vida.
El vacío
existencial es la neurosis colectiva más frecuente de nuestro tiempo. Se
describe como una forma privada y personal de nihilismo, y el nihilismo se
define por la radical afirmación de la carencia de sentido del hombre.
La vida es
como un lienzo, si no lo pintamos, este no tendrá nunca ninguna obra. Con
nuestra vida ocurre igual, no esperemos nada de ella, pues la vida en sí misma,
no nos dará nunca nada. Nosotros somos los pintores de nuestra propia vida, y
por tanto, los que tenemos que pintar en nuestro lienzo de vida. Venimos
al mundo a pintar ese lienzo. Venimos al mundo para aportar algo a la
existencia y disfrutar de ella. Venimos al mundo para amar y ayudar a nuestros
semejantes, y no para que estos nos sirvan o explotarlos. Venimos al mundo para
colaborar con nuestro creador, crecer interiormente y evolucionar con
conciencia.
La profunda
dignidad de sentirse un ser humano, está tan arraigada en la dimensión
espiritual del hombre, que resulta imposible arrancarla incluso en las
lacerantes condiciones de un lager.
El Dr. Víktor
Frankl, ha sido sin duda, uno de los mayores ejemplos de solidaridad y humanidad
que han nacido en el siglo pasado.
La vida
siempre merece la pena ser vivida.
Luis Ferrer
Fernández
Ejemplos como el del Dr, Frankl ponen de manifiesto la enorme capacidad del ser humano a la vez que todo ese gran ejemplo se reduce a su capacidad de amar, aún en las peores circunstancias. Ni siquiera el campo de concentración fue capaz de destruir su capacidad de decidir su destino. Todo un ejemplo. Norecic
ResponderEliminarQue fenomenal seria que todo el mundo encontrara un sentido en su vida.
ResponderEliminarPepi se queda con estas dos frases:
"El que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo."
"No es el sufrimiento en sí mismo el que hace madurar al hombre, es el hombre el que da sentido al sufrimiento".
Muy profundo, muy esclarecedor, muy firme. Me sirve para los duros momentos de mi vida, es decir para las grandes oportunidades que la vida me depara.
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