Escapando. Fotografía Jesús Aguado |
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Cuando el inicio es el final –
En
las primeras horas del 2014, cuando todo son felicitaciones de año nuevo y
buenos propósitos, cuando los más trasnochadores regresaban a casa, la muerte
vino a buscar a mi hermano. Lo hizo mientras dormía, plácidamente, sin aviso ni
aspavientos, sin dolor.
Hacen
falta ilusión y fuerzas para iniciar nuevos proyectos, en este caso un nuevo
año, y él no tenía ni la una ni las otras. Hacía tiempo que vivía sin ilusión,
a salto de mata, sin alegría, buscando sus fuerzas en la ironía y en el humor
ácido que tan bien controlaba.
Su
brillante trayectoria profesional y su buen hacer en el trabajo ha quedado
patente estos días de duelo, con las muestras de cariño que tanto compañeros
como alumnos le han brindado y nos han hecho llegar. Sin embargo, su vida
personal se había ido convirtiendo en una espiral de aislamiento sin retorno,
sin anclajes ni ataduras emocionales.
Sus
amigos más íntimos y su familiares directos conocíamos el desapego y las barreras de
incomunicación que creaba a su alrededor, supongo yo que en un intento de
protegerse para no sufrir las decepciones de la vida cotidiana. Me consta que
somos muchos los que le queríamos, pero nunca quiso nuestra ayuda ni nuestro cariño,
probablemente porque él no se quería a sí mismo.
No
puedo afirmar que haya algo después de la muerte. Quiero creer que sí, aunque
sea sólo un autoconsuelo. Lo que está claro es que si no hay nada tampoco habrá
sufrimiento ni dolor, de tal forma que esté donde esté tendrá la paz que le
faltó mientras vivía entre nosotros.
Como
escribió Juan Ramón Jiménez (“Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando”)
la vida seguirá sin él, por supuesto, pero será distinta.
M.E.Valbuena
María Elena, lo siento mucho. Con todo mi cariño y apoyo. Tiquio.
ResponderEliminarGracias por esta valiente entrada de hoy, M. Elena. "Esté donde esté tendrá la paz que le faltó mientras vivía entre nosotros".
ResponderEliminarUn abrazo grande
Me maravilla, me deja muda y pensativa, gracias por este regalo, un fuerte abrazo,
ResponderEliminarElena.
¿Hay algo después de la muerte? Sí. Cuando no hay nada es ahora pues aquí todo es apariencia.
ResponderEliminarMe has emocionado con tu brillante exposición, y te felicito por el respeto que tuviste hacía él aceptando su forma de proceder, aunque no la compartías, porque veías que estaba "arruinando su vida".
ResponderEliminarTe envía Pepi un abrazo muy especial.
Un abrazo muy especial María Elena con cariño y apoyo.. Marcelo
ResponderEliminarMe emociona y me admira tu serenidad ... gracias por compartirlo... un fuerte abrazo..Emma
ResponderEliminarMe has emocionado profundamente. No dejo de llorar mientras leo el artículo. Lo siento mucho.
ResponderEliminarDescanse en paz. Un abrazo en esa misma paz.
ResponderEliminarGracias Mª Elena, eres muy valiente. Un abrazo, te acompañamos.
ResponderEliminarPiedad
Qué lección más maravillosa nos das con tu serenidad y dando nombre propio a lo que tu queridísimo hermano tanto rechazaba.
ResponderEliminarHoy tendrá una gran PAZ. Hoy VIVIRÁ más feliz. Eso es lo que pedimos para él. Que en paz descanse.
Entiendo tu dolor y me admira como te enfrentas a él. Eso demuestra el gran trabajo personal que hay detrás.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario, Mª Elena, es la muestra de lo que es, de lo que sois, en el Teléfono de la Esperanza. Confesiones crudas, vida total en estado puro... incluso en los momentos más duros... lucha continua por seguir viviendo... en felicidad. Vosotros lo sabéis perfectamente... aunque os vea, a ti y a Valentín, todavía un poco tocados y descolocados. La vida no continuará siendo igual... pero os servirá para crecer y para hacernos crecer con vuestras experiencias. Recibid todo el ánimo del mundo. ¡Un fuerte abrazo! Tú, Mª Elena, fuiste la primera persona que conocí en el teléfono... y me llamó mucho la atención tu sonrisa, una sonrisa que venía de muy adentro, amplia y acogedora. Esa alegría os dará fuerzas para crecer...
ResponderEliminarPaco