A salto de mata

La Escribana del Reino

M. E. Valbuena

Me dice un compañero que escriba sobre lo que significa andar a salto de mata. Y, la verdad, a estas alturas de curso, no podría escribir de otra cosa más acertada, ya que, quien más y quien menos del mundo educativo, estamos ya viviendo a salto de mata este último tramo.

Algunos alumnos –de esos que se enteran tarde de qué van las materias– se agobian picoteando de aquí y de allá, a ver si sacan algo. Memorizando a la desesperada algunos, especializándose en sutiles chuletas otros. Intentando subir nota los menos, rogando por llegar al aprobado los más. Como si en un mes –mágico, se entiende– se pudiera alcanzar aquello que se ha dejado de lado el resto del curso.

Mientras, los profesores haciendo “estiramientos” de notas, trabajos supletorios que animen los resultados, repescas definitivas, correcciones y más correcciones, repasos de última hora, alquimias imposibles.

Para aderezar este frenesí tenemos las largas sesiones de evaluaciones, las reclamaciones de notas, las graduaciones, excursiones y demás fiestas de convivencia, las memorias de fin de curso, los resultados académicos y algún otro evento que me queda  por recordar.

Cierto que quedan escasos veinte días lectivos ¡pero qué veinte días! De tanto saltar de mata en mata, llega un momento que ni las vemos y, cuando descubrimos una, resulta que ya está ocupada. Así que vuelta a saltar.

No sé si habré contestado adecuadamente a la pregunta del compañero. Si no es así, no tiene más que esperar a que pase junio para haber experimentado en carne propia lo que es vivir a salto de mata.