La Vanguardia, 2017
Thomas D’Ansembourg, abogado, psicoterapeuta de la comunicación no violenta.
Tengo 59 años. Nací y vivo en Bruselas. Casado , tenemos tres hijas. Me licencié en Derecho, ejercí 15 años , y después me licencié en Psicología, mi segunda vida. Es urgente que cada ser humano aprenda a saber quién es, qué siente y a gestionar sus frustraciones. La vida es una experiencia espiritual
Trabajar durante años como voluntario con jóvenes con problemas de drogadicción, violencia y prostitución le cambió profundamente. “Entendí que el primer ser humano que necesitaba mi ayuda era yo. Hice psicoterapia y descubrí hasta qué punto era importante entenderse uno mismo”. Profundizó, estudió y se convirtió en psicoterapeuta, profesor y conferenciante, su tema es el desarrollo personal y la comunicación no violenta. Su primer libro, Deja de ser amable: ¡se auténtico!, un manual práctico para la gente que acudía a sus talleres, se convirtió en un superventas que se tradujo a 28 idiomas. Ahora acaba de publicar con su amigo el historiador y antropólogo David van ReybrouckLa paz se aprende (Arpa)
Usted aboga por un ministerio de la paz.
La paz no es la ausencia de conflictos sino la capacidad de atravesarlos, canalizando y gestionando las posiciones encontradas para hallar una tercera vía.
Hoy eso suena casi ingenuo.
Estamos históricamente preparados para la guerra, tenemos ministros de guerra, ejércitos, cuerpos de élite, medios de entrenamiento, reclutamiento, espionaje, investigaciones científicas y cobertura mediática total.
La guerra se nos da bien, es cierto.
¿Dónde está el personal que se encarga de organizar la formación y los programas de paz?, ¿el apoyo logístico y la cobertura mediática? ¡Imagine que nos enfocáramos en la paz en lugar de en la guerra! La paz se aprende y hay decenas de herramientas para ello, pero requieren voluntad social y política.
A veces las sociedades se parten por la mitad y no quieren entenderse.
La solución es aprender a escuchar. El problema es que ni siquiera sabemos que no sabemos escuchar. Escuchar es cerrar la boca para estar atento a las necesidades del otro y hacer el esfuerzo de desprenderse de capas y capas de ego.
Últimamente los políticos se levantan del hemiciclo y se van si algo no les gusta.
Es un reflejo infantil. Además de aprender a escribir leer y calcular, hay un cuarto pilar en la educación que es la inteligencia emocional.
Engloba mucho.
Sí, comprender quién soy, qué siento, qué me hace feliz, aprender a ser solidario, creativo, a compartir con los demás... Todo eso permite la expansión de uno mismo para estar al servicio de los demás en lugar de proyectar nuestra cólera sobre los demás.
Hay parlamentos que parecen circos.
Son escuelas de lucha y no de paz. Yo hablo de interioridad ciudadana para expresar este vínculo entre lo personal y lo colectivo. La paz no cae del cielo, la paz se aprende, por tanto una persona que ha pasado su vida dando portazos y ofendiéndose lo va a hacer en el hemiciclo.
En el Parlamento británico tumbaron a los político y los pusieron a respirar.
Quisieron saber lo que se experimenta al perseguir la paz interior, y hoy más de 115 parlamentarios y 80 de sus colaboradores se forman en mindfulness. Los beneficios del autoconocimiento están muy comprobados.
Sí, no incidamos.
Aprender a vivir de otra manera el conflicto es posible, y eso permite construir entre todos un sistema en el que las distintas partes se sientan a gusto y ninguna se quiera separar.
¿La paz interior conduce a la paz política?
Imagine que el gobierno decide encontrar los recursos para que cada persona disponga de tres horas semanales para el conocimiento de uno mismo, que es la forma de entender al otro.
Bonita idea.
Imagine que esto no sólo ocurre en los colegios, también en las universidades, en los hospitales, en las administraciones, en las empresas, en todos los servicios públicos... Imagine el efecto que produciría este esfuerzo en la comunidad. Un ciudadano en paz es un ciudadano pacificador. Cada uno de nosotros dispone de un poder de transformación tan esencial como ignorado.
…
Cuando hay una epidemia el gobierno se asegura de vacunar a toda la población. Tiene dinero para ello, capacidad de organización, personal... ¿Acaso no es urgente expulsar la agresividad de nuestra sociedad?
Hay que alimentar el bienestar en lugar de intentar compensar el malestar.
Eso es algo fundamental. Hoy los psicólogos de Catalunya tienen sus consultas llenas, hay una epidemia de malestar y es urgente que los servicios públicos ofrezcan a la población un kit de supervivencia, es cuestión de salud pública.
Por fin una idea sugerente.
Podríamos soñar que en la televisión en lugar de ver las mismas escenas de violencia repetidas hasta la saciedad, insultos y crispación, tuviéramos la posibilidad de ver un formador que ayudara a la población a hacer este trabajo de conocimiento de uno mismo y de pacificación.
Creo que tendría mucho éxito.
Pero la paz no es una pastilla, no es magia, es jardinería. Trabajar con uno mismo y aprender la paz no es confortable, requiere esfuerzo, pero el beneficio es inmenso.
Ser empático es agotador…
No es necesario compartir todo el dolor ajeno, basta con cultivar una actitud benevolente, es decir reconocer que el otro, como tú, no quiere sufrir y aspira a ser feliz.
Conocerse a uno mismo te lleva una vida.
Porque no conocemos las herramientas y vamos dando tumbos. La sociedad y los gobiernos deben entender que la paz no es un buen propósito ni una declaración de intenciones, requiere tiempo, espacio, práctica y regularidad.
Perdone, ¿qué es la paz?
Un estado de tranquilidad interior que podemos aprender a nutrir y a mantener estable a través de las dificultades.
¿Y el egoísmo meditativo?
No hay paz sin conexión con los demás, es un trabajo psicoespiritual personal que tiene que ver con el desarrollo social sostenible, pero los políticos y los medios de comunicación lo tratan como algo naif, por eso debemos ser activos, pedir cursos de pacificación en las escuelas, universidades, hospitales, centros deportivos...
Las entrevistas que habeís presentado últimamente todas ellas me parecen muy interesantes: de aprendizaje y recordatorio. Pepi
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