La vanguardia 2017
Erling Kagge, explorador polar, escritor, abogado y editor
Nací y vivo en Oslo. Tres hijas. Desde la perspectiva noruega tengo preocupaciones pequeñas porque somos pocos, estamos a salvo y compartimos un país grande, pero respecto al mundo siento ansiedad por el medio ambiente y la paz. Si pasas tiempo en la naturaleza, es difícil no creer en algo más poderoso.
Guardar silencio
Ha sido el primero en completar el desafío de los tres polos. Caminó solo durante 52 días hasta el polo Sur, hasta que vio la infinidad de colores de la nieve y los relieves en ese mundo plano. Sabe lo que es ser diminuto ante la inmensidad, fundirse literalmente con la naturaleza y convertirse así en inmenso. Sabe guardar silencio, ese bien tan escaso y necesario. En su vida diaria es editor y escritor, conoce lo que es estar atrapado por los dispositivos modernos (móviles, watsaps...), la necesidad de llenar los huecos con cháchara y ruido, lo fácil que resulta vivir entretenido, alejados de nosotros mismos. Acaba de publicar El silencio en la era del ruido (Taurus), reflexiones de un hombre que ha hallado su propio silencio.
El silencio, ¿otra dimensión?
Es algo muy arraigado en nosotros, una necesidad que deberíamos atender.
¿La ignoramos?
En este mundo actual tenemos que escoger entre el silencio y el ruido, y la opción fácil es el ruido que te permite vivir con los demás, con tus dispositivos electrónicos y escapar de ti mismo.
Cuénteme su caso.
Cuando era niño el silencio equivalía a nada, a momentos de aburrimiento y tristeza. Pero haber caminado solo por el polo Sur durante 50 días con sus 50 noches...
¿Sin contacto alguno?
Sin internet ni teléfono ni radio, y no vi a ningún ser vivo. Allí empecé a percibir que la mente es mucho más amplia que el universo.
¿…?
Te das cuenta de lo pequeñito que eres, es una lección de humildad, pero a la vez te sientes grande porque percibes claramente que formas parte de todo eso que te rodea, parte esencial. Heidegger lo expresó así: el mundo desaparece cuando te fundes con él.
Maravillarse es una de las formas más puras de felicidad.
Hemos nacido para maravillarnos, pero a medida que crecemos vamos perdiendo esa capacidad. En la escuela básicamente lo que te enseñan es a que contribuyas a aumentar el PIB.
Esa sensación de que uno puede ser más amplio que el universo resulta difícil en la ciudad…
Yo creo que muchos se infravaloran, precisamente porque no acceden a su silencio. El ruido está constantemente disponible, a veces no reconocemos el ruido de tanto que hay.
Ruido auditivo, visual e interior.
Ruido es todo lo que te aparta de ti mismo, pero somos seres sociales, así que aislarse de vez en cuando requiere esfuerzo.
¿Al silencio hay que dejarle hablar?
Sí, y lleva inherente una suerte de poderío, es como un mar o como una extensión nevada. Uno se maravilla ante ese poderío si es que no le teme.
¿El estado normal del cerebro es el caos?
Te das cuenta de ello cuando sales de la rutina de siempre y te quedas en silencio, en un cuarto, solo, sin propósito, sin nada que contemplar; entonces se manifiesta el caos. He comprendido que muchos de los problemas que tengo residen precisamente en, como decía Pascal, no saber estar quieto y en silencio.
El silencio está bajo presión.
Para controlar ese caos necesitas silencio. El otro día leí la expresión Brain hacking y es lo que pasa: nos hackean el cerebro con mensajes repetitivos. Ya sabemos que no hay dietas milagrosas, pero seguimos creyendo que es posible.
Es ruido en forma de expectativa.
Entramos en un dopamina loop porque resulta más gratificante mantener la esperanza y seguir buscando que contentarse con haber alcanzado lo que uno quería.
Nuestra capacidad de concentración se va reduciendo.
Según un estudio, tenemos menos capacidad de concentración que los peces de colores. Hemos bajado de 12 a 8 segundos en 15 años. Pero el silencio no es pensar, el silencio es sentir.
“La vida es larga si sabes usarla”.
Hace dos mil años Séneca ya decía que todo el mundo existe pero muy pocos viven. La vida es larga siempre y cuando nos escuchemos más a nosotros mismos y miremos al frente. Pero si vivimos entretenidos con los dispositivos, la televisión y pegados a otros la vida se hace corta.
Qué sensación atesora de sus momentos de soledad y silencio…
En el día a día tengo clara la percepción de dónde termina mi cuerpo, pero cuando estoy perdido por los bosques noruegos, al cabo de dos semanas ese límite físico desaparece, tu cuerpo se adentra en el entorno y formas parte de él.
¿Desaparece la soledad?
Estableces un dialogo con lo que te rodea y te llegan respuestas a preguntas que ni siquiera eras consciente de que habías formulado. Hay un universo que se extiende hacia fuera, otro se extiende hacia dentro.
Recorrer las cloacas de Nueva York es una experiencia bien distinta.
Ves con claridad como todo lo que pasa arriba se refleja abajo, el exceso de consumo y toda esa flora artificial de cables y tuberías. Nuestra inmensa mierda tiene incluso cierta poesía.
¿Por qué se fue a explorar las cloacas?
Pasaba problemas con la madre de mis hijas y tuve esa necesidad de escapar del mundo, y allí me sumergí: dormí y viví durante cinco días, quizá fue un reflejo de mi estado de ánimo.
Los momentos reveladores de su vida ¿han sido sin palabras?
Sí, porque cuando no hay palabras la realidad y la verdad afloran a la superficie. Hace una semana compartí ascensor con una pareja de ancianos, ella le arreglaba con cariño la pajarita y él la miraba agradecido y embelesado a los ojos.
...
Pensé que seguramente habrían pasado infiernos en su relación, pero en aquel silencio era obvio que se amaban. Muchas de las cosas importantes no se pueden explicar con palabras.
La eternidad en el instante, ¿es su anhelo?
Esos momentos sin tiempo... Sí, la eternidad y el instante van de la mano. Creo que en la vida más que de sumar se trata de restar. Cuanto tenemos, lo llevamos dentro.
Bienvenido sea el silencio a nuestra vida..
ResponderEliminar"Bienvenido sea el silencio a nuestra vida..". Lo comparto totalmente.
ResponderEliminarLa meditación ya está siendo un gran bienestar en mi vida, y eso que mi aprendizaje está a la altura de mis tobillos. Pepi