H.T.M.
Las personas hemos nacido para ser felices. No quiero ir contra corriente, ni quiere ser tachado de “iluso”. Estoy hondamente convencido que este mundo tiene sentido porque es posible ser feliz. La felicidad no es alcanzar algo, ni es conseguir a alguien, ni es llenar nuestra despensa. Aunque tenga mucho de todo ello. La felicidad es una actitud ante lo que se nos presenta o ante aquello que estamos buscando. Y una actitud es una forma de vivir. Es posible que conozcamos a alguien que, pase por lo que pase, parece que está en un estado permanente de rabia o de insatisfacción. Seguramente sabemos de otros que, en alguna situación difícil, ha sabido afrontar con verdadera entereza y sabiduría lo que le vino encima. ¿De qué depende? De la actitud que tengamos. La felicidad y la sabiduría van de la mano. No me refiera a la sabiduría intelectual, que también cuenta, me refiero, sobre todo, a ese saber que sale de lo hondo de la persona y que nos acerca a su esencia. Es en esa hondura donde comprendemos qué es la felicidad.
Dicho lo anterior, creo yo que, al menos, todos hemos pasado por momentos felices. ¿Cómo explicarlos? ¿Cómo describirlos? ¿Son coincidentes con los placeres? Que cada cual conteste y ponga nuevas preguntas. Todo esto lo traigo a cuento de lo que voy a decir a continuación.
El viernes pasado a las siete de la tarde en la sala de conferencias de la Biblioteca Pública de León en la calle Santa Nonia, el Teléfono de la Esperanza nos citó a “escuchar”. Celebraba, celebrábamos el día de la escucha y los organizadores y los asistentes hicieron posible que a lo largo de una hora y pico viviésemos momentos de felicidad.
Pudo ser la voz suave y convencida del la Escribana del reino leyéndonos su relato sobre el arte de escuchar.
Quizás la lectura con voz profunda de la llamada telefónica de quien desprendía inocencia y se reflejaba al mismo tiempo en el voluntario que escuchaba o un simple de talle de todo ese relato.
Para alguien pudo ser la representación teatral de “en esta casa, al menos se habla” y que llevó la sonrisa a nuestros rostros, pero que reflejó una crítica a una constante social: cada cual va a lo suyo, a su tema y qué poco importa lo de los de más. “Ande yo caliente, ríase la gente”.
A lo mejor fueron los poemas, la mayor parte tristes, de Julio, cuando ponía versos a situaciones vividas o a personas que han hecho mella en su vida. Recordar a su madre fue un momento sublime y no porque le saltasen las lágrimas sino porque renació el amor auténtico.
Habrá quien vivió un instante de felicidad en los cuentos de Manuel. Esas historias que, aunque nos hacen reír, descubren nuestras debilidades, pero al mismo tiempo alaban nuestras grandezas y nos invitan a volar y a escuchar.
No se si alguien vivió a un momento de felicidad cuando Valentín vino a reproducir una llamada de quien se enamoró limpiamente de alguien que simplemente depositó sus ojos en ella. Un amor sincero, de persona a persona, sin manosear, sin intereses por medio, un amor limpio, un amor compartido, un amor sin más. Un amor en el que caben todos los amores.
Qué se yo lo que pudo pasar en la sala, los pensamientos que pudieron surgir o los sentimientos que hicieron latir el corazón. Qué se yo lo que cada uno pudo vivir en ese rato de la tarde. Cada cual podrá ponerle palabras. O a lo mejor no. Porque las palabras se quedan cortas cuando queremos expresar instantes de felicidad.
Lo que sí quiero decir es que el viernes a las siete de la tarde el teléfono de la esperanza me hizo vivir momentos de felicidad. El homenaje a los voluntarios de la escucha me hizo darme cuenta de que los instantes de felicidad dependen de mi actitud ante lo que estoy viviendo, pero ayuda mucho el ambiente en el que me integro. A ello contribuyó el clima que se creó. Por eso, ese rato de la tarde del viernes, lo viví cómo instantes de felicidad.
Gracias a quien participó haciendo posible vivir esos momentos y a todos los que arroparon.
"Lo que sí quiero decir es que el viernes a las siete de la tarde el teléfono de la esperanza me hizo vivir momentos de felicidad"
ResponderEliminarA mi también����
EliminarY a mí.
ResponderEliminarTuve muchos momentos de felicidad porque ya fui con la ACTITUD para disfrutar, y también recibí enseñanzas. Pepi
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