El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra
Recuerdo cuando mis hijos eran pequeños que el camino hacia el “cole” era toda una odisea. Tanto Javier como Cristina portaban sendas mochilas, donde además de los libros, cuadernos y bolígrafos llevaban el bocadillo para el recreo, los últimos cromos, un huevo kínder, pañuelos, goma de borrar, reglas, y un largo etcétera que convertía la mochila en una carga pesada. Era un signo de ser mayor el poder llevar esa pesada carga y “estaba mal visto” que los papás hiciéramos de portadores. La cosa se complicaba cuando Javier o Cristina querían llevar la mochila del otro. Un cierto día, en ese corto pero “largo” camino hacia el “cole”, Cristina encorvada por el peso de su mochila, se para, me mira y dice: “Papá, que bueno sería que la mochila tuviera alas… “Hoy quiero pensar que también sería bueno que la “mochila psicológica” que todos llevamos cumpliera ese deseo: tuviera alas.
Cada ser humano es como mis hijos o esos peregrinos que acuden a la Meca o Santiago de Compostela con su mochila a cuestas: dentro están tanto objetos necesarios como los no tan necesarios, pero también nuestros sufrimientos y alegrías, esperanzas y desesperanzas, odio y amores, fantasías que se han convertido en la guía de nuestras vidas. En ocasiones, también, nos echamos a la espalda las angustias de nuestra pareja, de nuestro hijo o del vecino del quinto, en un intento por ser el salvador del universo. Mas la vida está construida para que cada uno lleve su “mochila” (esta es única e intransferible) lo que no evita que en algún trecho del camino de la vida podamos compartir la pesadez de la misma. Como un buen peregrino el ser humano debe aprender a carga su “mochila psicológica” de aspectos positivos y a descargar todo aquello inútil que lo único que produce es más pesadez.
Proponemos las siguientes acciones para poner “alas a nuestra mochila psicológica”:
1).- Tomar conciencia de las “piedras pesadas” que llenan nuestra mochila. Es necesario, pues, que hagamos un alto en el camino de nuestra vida y seamos capaces de vaciar la mochila y observar qué es lo que más nos hace sufrir o qué nos facilita la felicidad. Debemos conocer nuestras posibilidades y limitaciones reales para poder construir el edificio de nuestra salud mental. Es pues desde el conocimiento de uno mismo desde donde podemos cimentar una vida saludable.
2).- No tener miedo al cambio y aceptar la nueva sensación de una mochila ligera. En ocasiones el cambio no se produce, por el miedo a lo venidero: temor al futuro de una relación, un nuevo trabajo, otro hijo, etc.
En nuestra vida cotidiana nos puede pasar algo parecido: seguimos atados a muchas cosas (relaciones, trabajo, costumbres, concepciones de incapacidad para hacer tal o cual cosa, vivencias infantiles que han marcado nuestra vida y la han determinado, etc.) y seguimos casi por inercia manteniendo comportamientos que nos hacen sufrir, o al menos no nos dejan ser felices.
4).- No tener ideas preconcebidas sobre el contenido de nuestra mochila: las cosas, las personas o los acontecimientos que nos rodean: es verdad que sufrimos con posibles reacciones de nuestros compañeros o amigos; pensamos que nuestros padres nos van echar la bronca por llegar tarde; o que nuestro jefe nos va a penalizar con la carta de despido; o que este turno de trabajo tan bueno lo vamos a perder con la reestructuración de la empresa dentro de dos años, etc. Luego no se da ni lo uno ni lo otro, pero la amargura y la angustia ya han invadido nuestras mentes. Es una manera de ir cargando nuestra mochila de “futuribles”, que la mayoría de las veces no se producen, pero hinchan de forma exagerada nuestra mochila. Resultado: ansiedad anticipatoria, que es un sufrimiento estéril e inútil.
6).- Llevar una mochila de acuerdo a las posibilidades de cada uno: a veces, en la experiencia clínica, uno se encuentra con el sufrimiento más atroz simplemente por no saber graduar los objetivos. No es cierto que "el límite es el cielo", sino las posibilidades de cada uno. La angustia y el sufrimiento se producen porque no hay concordancia entre las aspiraciones y las propias posibilidades: no haber estudiado una carrera universitaria, no tener un mercedes o simplemente un trabajo de 8 a 3 h.
Los objetivos o metas de cada persona son acicate y estímulo cuando existe una correspondencia entre la meta y los medios; de lo contrario se producirá una fuerte frustración, que provocará malestar y sufrimiento.
7).- Siempre queda la alternativa de pedir ayuda a otro. En este caso sería conveniente la consulta a un familiar, amigo o compañero o incluso a un profesional de la psicología para que nos iluminara el camino, sabiendo que cada uno de nosotros debe llevar su propia mochila, pero sabiendo también que el compartir durante un trecho del camino la mochila pude ser de gran ayuda. De aquí se desprende la importancia del “nosotros” en el proceso de bienestar de cada uno.
Pon alas a tu mochila
El deseo de mi hija Cristina se puede hacer realidad con la “mochila psicológica”: potenciando las fortalezas. Así como no podemos vaciar totalmente la mochila del cole pues es necesario llevar los libros y cuadernos para las clases, sí podemos retirar todo lo superfluo y además dejar que el otro nos ayude o en el último instante llevarla en un carrito que sería el equivalente a las alas, que deseaba Cristina. En la “mochila psicológica” las fortalezas descritas por Seligman pueden ser las alas que faciliten, a pesar de las dificultades y sufrimientos, poder llevar una buena calidad de vida.
Cada ser humano es como mis hijos o esos peregrinos que acuden a la Meca o Santiago de Compostela con su mochila a cuestas
ResponderEliminarLa mochila es necesaria darnos cuienta de lo que se lleva en ella, y tratar de tenerla lo más ligera posible. Pepi
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