El rincón del optimista
Juan
Soy vocal de la Junta Vecinal de mi pueblo y responsable voluntario del mantenimiento del santo cementerio. Hace unos días, domingo por la tarde, me acerqué al camposanto para limpiar el suelo de hierbajos, pues aunque se puso hace poco tiempo una malla para que no saliera hierba y se echó piedra encima, lo cierto es que sigue saliendo bastante vegetación entre tumbas, panteones y pasillos. Estuve más de una hora armado de azada y guantes trabajando, agachado, cavando y sacando hierba al contenedor de fuera. Sudé de lo lindo. Había que dejar el recinto adecuadamente visible para las muchas visitas que va a recibir de familiares de los fallecidos que allí reposan estos días de Todos los Santos y de Difuntos.
Confieso que fue una sensación muy agradable la que sentí ese rato. No me sentí incómodo en ningún momento. Muy al contrario, estuve feliz. Silbé, canté y creí escuchar algún que otro comentario, todos ellos buenos. Allí están los restos de mi madre y de mis abuelos. Con ellos mantuve conversación personal agradable. Y a medida que iba avanzando y cavando entre los panteones levantaba la vista a ver quién estaba enterrado allí. Para todos tuve un tiempo pequeño de recuerdo a modo de anecdotario. Me acordé del cementerio viejo que se ‘mondó’ (vaya término) en la década de los 90 para trasladar los restos al nuevo. Me sentí fenomenal entre tanto muerto, calculé que más de 100 repartidos en las 47 tumbas de este pequeño ‘corralín’.
Cuando estaba a punto de irme y justo al sacar la foto que ves aquí arriba, escuché en mi interior unos aplausos, una ovación sorda, de todos los muertos de mi pueblo que me agradecían el esfuerzo que les dejó la ‘casa’ tan limpia. Y seguí cantando mientras cerraba la puerta y bajaba la cuesta que separa el cementerio del pueblo. Me acordé de la letra de esa canción del grupo Mecano que decía así: ‘Los muertos aquí lo pasamos muy bien, entre flores de colores; y los viernes y tal, si en la fosa no hay plan, nos vestimos y salimos, para dar una vuelta sin pasar de la puerta, eso sí, que los muertos aquí es donde tienen que estar…. y el cielo por mí se puede esperar’.
Asín sea.
A nuestros seres queridos que se nos han ido los recordamos todos los días. Ese cementerio te quedó impecable.
ResponderEliminarTe deseo Juan que sigas teniendo en tu vida muchas ovaciones sordas por lo gratificante que te resultan. Pepi
ResponderEliminar