El rincón del optimista
Juan
En el plazo de dos días se me rajó el parabrisas del coche (me gusta más llamarle luna, es más poético), se me rompió la pantalla del teléfono portátil y estalló una lámpara del salón de casa. Quizá fuera una simple coincidencia que fueran estos tres elementos de cristal los que llegaron a su final, pero lo cierto es que me hace llegar a la elemental conclusión de que las cosas físicas tienen esa fragilidad, que el cristal se rompe y que el uso doméstico de estos elementos tienen su caducidad, por no entrar a filosofar sobre la llamada obsolescencia programada del aparataje, esa vida útil con fecha de caducidad, pues creo bastante en sus fundamentos.
Frágil es el cristal, estamos todos de acuerdo, pero a mí me parece que más frágiles somos nosotros, no por la posibilidad de sufrir un accidente, infarto o parada cardiorespiratoria (palabraco este último), sino frágiles sobre todo a nivel mental, frágiles nuestros sentimientos, frágil nuestra sensibilidad. Estarás conmigo que cualquier traspié por pequeño que sea nos trastoca, nos desequilibra, nos hiere, nos deja ‘KO’. Por un lado es normal, somos humanos, todo nos afecta. No somos un bloque de frío hierro, aunque seguro que en este momento recuerdas a alguien que en vez de corazón parece que tuviera un trozo de metal entre pecho y espalda. No importa, céntrate en ti. Si te crees amenazado de partirte en dos o en más trozos, si todo apunta a que vas a ser herido con las flechas del desamor o con las punzadas del odio, e incluso si acabas de recibir la sacudida del desengaño o la traición de una amistad… te aconsejo que hagas lo mismo que yo hice con el parabrisas, el móvil y la lámpara: sustitúyelo.
Ah. ¿Qué no es lo mismo, qué un sentimiento negativo no se cambia igual que un cristal por uno positivo? Ahí es donde quizá estemos en desacuerdo. Ser positivo y optimista es un estado de ánimo, eso es algo que me has leído más veces. Cambiar el ceño fruncido por la sonrisa es una maniobra gimnástica, pura física. Esta práctica es infinitamente mejor que vestirte con la coraza que cuelga en el armario de la entrada de casa y que te pones tan a menudo. Con la escafandra no estarás a salvo de nada. Esa armadura simplemente te impedirá ver la realidad y la luz del sol en todo su esplendor. Una armadura que no se oxidará por más que te empeñes a no ser que sigas las prácticas del famoso caballero de Robert Fisher.
Asín sea.
ResponderEliminar"Con la escafandra no estarás a salvo de nada. Esa armadura simplemente te impedirá ver la realidad y la luz del sol en todo su esplendor". Me sumo
ResponderEliminarCon una buena salud emocional, no hacen falta armaduras.
ResponderEliminarOXO
Lo que somos, es esactamente lo que pensamos.
ResponderEliminarHay que tratar de ser; lo más positivos y optimistas, es un gran beneficio para el desarrollo de nuestra vida. Pepi
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