El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra
Sanación y curación son dos conceptos que pertenecen a dos culturas diferentes: la primera es defendida, con más énfasis, por Oriente y la segunda por Occidente. Estamos inmersos en una sanidad que lo que propone fundamentalmente es curar, hacer desaparecer el síntoma y esto a través de medidas (farmacológicas, quirúrgicas, etc.) y se “olvida” de la prevención como medida esencial de la salud y de la actitud del enfermo ante la enfermedad; la cultura oriental, por el contrario, cree en el ser humano y en sus posibilidades como persona, y así, el remedio fundamentalmente se encuentra en uno mismo (sobre todo en las dolencias de la psique) y se potencia ante todo las medidas preventivas.
El objetivo de la curación es reparar lo dañado y por lo tanto es importante una patografía para conseguir curar la enfermedad, todo ello partiendo de una visión reduccionista de la persona, como si solo fuera un cuerpo; desde la orientación de la logoterapia, con una visión integral, total y dinámica de la persona, se pretende reconstruir la totalidad del sujeto (a través) del sentido y por esto se basa en una patobiografía y pretende en las situaciones de culpa inexcusable, sufrimiento ineludible o muerte inevitable sanar, más que curar, a través de encontrar el sentido en la adversidad.
El largo camino de la sanación, que parte de la adversidad (trauma, crisis y duelo) tiene varias vivencias que, con mayor o menor intensidad, son comunes a todas las personas. Este proceso es como un jeroglífico vivencial al que hay que dar cumplida respuesta y es también un laberinto que precisa de un acompañamiento para no perderse. De aquí la importancia del otro en la situación de adversidad y por esto podemos completar la sentencia de Séneca “no importa qué, sino cómo se sufre”… y yo añado “…y con quién se sufre”.
El jeroglífico se inicia con un angustioso ¿por qué?, que en ocasiones está teñido por un defensivo “no es posible” (negación); se continua mirando hacia fuera y preguntado, ¿quién es el agresor? en un intento por echar balones fuera (vergüenza, extrainculpación); o bien, uno se pregunta ¿qué siento? buscando el origen del mal en uno mismo (culpa depresiva o culpa existencial), hasta finalizar, casi en la solución del enigma, con un ¿para qué? (el perdón) que nos puede conducir, como un valor de actitud, hacia la sanación.
La pregunta del para qué es sin duda la pregunta más INTELIGENTE?
ResponderEliminarLa que necesita tiempo
Me quedo con estas preguntas, y sabio el que llega a dar unas respuestas certeras. "De aquí la importancia del otro en la situación de adversidad y por esto podemos completar la sentencia de Séneca “no importa qué, sino cómo se sufre”… y yo añado “…y con quién se sufre”. Pepi
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