“Mi cura del cáncer fue
un milagro muy currado"
La médica de familia y superviviente de cáncer Odile
Fernández explica cómo cambios sencillos en la alimentación y el estilo de vida
pueden prevenir y alterar la evolución de la enfermedad
En los últimos tres años, la doctora andaluza Odile Fernández
ha vivido el más difícil todavía. Superó un cáncer cuando los oncólogos
estimaban que sólo tenía el 5 por ciento de posibilidades de curación y, contra
todo pronóstico, quedó embarazada de un bebé, su segundo hijo, que ahora tiene
dos meses.
Como tantos otros enfermos, ya embarcada en un tratamiento de
quimioterapia Fernández preguntó a los oncólogos qué comer y qué medidas tomar
para combatir por su cuenta la enfermedad. De su negativa a aceptar la
respuesta del equipo que le atendía –"no hagas nada y come todo lo que te
apetezca"–nace su libro 'Mis recetas anticáncer', que se publicó en junio
y está en su quinta edición. “El problema es que los médicos no tienen
formación sobre nutrición y todo les da miedo”, señala Fernández frente a un
batido de mango, kiwi y manzana –su desayuno– en una cafetería de Madrid. “El
cáncer es la enfermedad del miedo. Pero comer lechuga no va a tener una
interacción con la quimio”.
Fernández, de 34 años, insiste en que el libro se titula así
porque esas son las recetas que le funcionaron a ella. “No hay ninguna fórmula
mágica. Pero el mensaje que quiero hacer llegar es que podemos hacer mucho
contra el cáncer a través de la alimentación. No seas el sujeto pasivo.
Infórmate, muévete, pregunta, toma las riendas de tu enfermedad junto a tu
equipo médico”.
¿En qué medida cree que su curación se debe a los cambios en
su alimentación y estilo de vida, versus tratamiento convencional?
No sabemos si fue la quimio o la alimentación. Lo que creo es
que fue todo. Me habían dado un 95 por ciento de posibilidades de morir en
cinco años. En principio, no se planteó como quimio curativa, sino paliativa,
que podía alargar la vida unos meses o años. Pero yo no quería vivir unos pocos
meses más, quería sanarme. Así que hice mi quimio junto con grandes cambios en
la alimentación y en el tema emocional.
¿Cuáles fueron, en esencia, estos cambios?
Lo primero fue eliminar todo lo refinado y azucarado; los
niveles altos de azúcar se relacionan con niveles más altos de cáncer. Después
eliminé fritos, barbacoas, precocinados, la comida fácil de microondas. En
aquel momento hacía muchas guardias y me alimentaba con mucha prisa, no había
tiempo para cocinar. En lugar de eso, introduje verdura cruda y fruta y eliminé
la leche y la carne.
¿Y en el estilo de vida?
Dejé de trabajar, se acabaron las guardias. Aprendí a
mantener la mente en calma a través de la meditación. Era muy perfeccionista,
muy dada a los demás, y aprendí a sosegarme, a pensar primero en mí y después
en los otros. Empecé a hacer ejercicio. Perdí 25 kilos en la época de la
quimio. Una de las cosas más importantes es tener el peso adecuado. Y aprender
a decir que no, a relajarte.
¿Si tuviera que recomendar un único cambio en la dieta, cuál
sería?
Huir de la comida envasada y comer alimentos frescos y de
temporada. Mira cómo comían nuestras abuelas. Recuperemos la dieta mediterránea
tradicional, la alimentación hecha en casa.
¿Por qué dice no a la leche?
En la facultad nos dicen que la leche es buena por el calcio,
para la osteoporosis. Pero observemos las estadísticas: donde hay más
osteoporosis es en los países donde más leche se consume. La leche no es tan
buena. Nos enseñan ese dogma y no nos lo planteamos, pero es antinatural. Para
digerirla necesitamos lactasa. La tenemos al 100 por cien cuando somos
pequeños, pero a partir de los 6 o 7 años va descendiendo. Estamos concebidos
para tomar leche sólo de pequeños, cuando la necesitamos.
¿Qué tiene de malo la carne?
Un alto consumo, sobre todo de carne roja y embutidos,
aumenta la incidencia de cáncer, principalmente de colon. La carne no tiene
fibra, viene cargada de nitratos, de pesticidas, de omega 6 por el tipo
alimentación que llevan los animales. La carne blanca podríamos consumirla con
moderación. Pero el problema es que somos hiper-carnívoros: hay gente que toma
carne tres veces al día. En la dieta mediterránea original se hacía matanza en
Navidad y se tiraba de ello todo el año.
¿Nos recomienda un plato anticancerígeno?
El gazpacho, que es de mi tierra. Lleva tomate, cebolla, ajo,
aceite de oliva, pimiento y pepino, todos ellos alimentos anti-cáncer y crudos.
¿Cómo se alimenta ahora?
Procuro seguir la misma alimentación que hacía durante la
quimio. Mucha gente descubre que la alimentación influye y víctima del miedo
cambia, pero luego vuelve a las andadas. Sin embargo, el cambio hay que
mantenerlo en el tiempo.
Hay quien ha seguido todo esto –una alimentación y un estilo
de vida más saludable– y no le ha funcionado. ¿Cuál es el mensaje para estas
personas?
No hay fórmula mágica, y por eso tenemos tanto miedo al
cáncer. No hay ningún tratamiento que sea totalmente efectivo. El problema es
que no hay una enfermedad, sino enfermos, y cada caso es diferente. Hay casos
de cáncer muy extendido que se curan, y otros muy localizados que se extienden.
Yo creo que el tratamiento emocional marca la diferencia. No es lo mismo
enfrentar un cáncer desde la positividad y la alegría que desde el miedo y la
soledad. Aquí se demuestra el poder de lo emocional, pero no sólo en el cáncer
sino en todas las enfermedades. Por eso reivindico que seamos parte activa.
No recomienda usar la olla exprés, presente en todos los
hogares. ¿Por qué?
Porque alcanza los 140 grados, y queremos conservar los
fitoquímicos de los alimentos, que se pierden a partir de los 95 grados. Está
bien para legumbre y cereal, pero si metes verdura le haces fosfatina.
Asumía que la barbacoa era una forma de cocinar saludable
hasta que leí su libro.
Lo que es saludable es la plancha, siempre y cuando no quemes
el alimento. Pero en la barbacoa, ese color negro son los benzopirenos,
carcinógenos… Lo ideal es cocinar el vapor, sin grasa ni aceite.
Recomienda encarecidamente las setas…
En Japón, donde más se consumen, algunos oncólogos lo
utilizan como suplemento alimentario. Permiten que la quimio se tolere mejor.
La colonia, mejor no olerla.
Para que perduren tanto, los perfumes tienen ftalatos (un
grupo de compuestos químicos). Cuanto más permanezcan en nuestro cuerpo, peor
para nuestra salud. "Sexy para ellas, veneno para el bebé", decía una
campaña en EEUU para mamás embarazadas. Los perfumes van al torrente sanguíneo;
se asocia con cáncer de mama. Lo ideal son aceites esenciales o algo que se
está perdiendo: ser más sencillos y oler a personas, no enmascarar nuestro
olor.
¿Y de dónde bebemos agua?
Este es un tema muy controvertido. El agua del grifo de
Madrid, por ejemplo, contiene muchos tóxicos. Se podrían eliminar si en lugar
de filtrar con sales de aluminio, como se hace ahora, se filtrase con filtros
de carbono. El agua embotellada no es la solución: es un atentado ecológico.
¿Cuál fue la reacción de sus compañeros tras su curación?
Cuando se cumplieron los dos años libre de enfermedad, me
dijeron que había sido un milagro. Pero les dije que no, que era un milagro que
había hecho yo. Lo mío es un milagro muy currado. La reacción de mis compañeros
de primaria fue buena. Recomiendan mucho el libro, no sólo para cáncer, también
para diabetes, hipertensión, obesidad… Los especialistas son más reacios.
¿Qué planes tiene tras la baja por maternidad?
Tengo mi plaza en atención primaria. Me gustaría continuar en
sanidad pero centrada en el paciente oncológico, aconsejando sobre alimentación
y estilos de vida.
¿Cuál fue para usted la mayor sorpresa al investigar y,
después, escribir este libro?
El poder de los alimentos, de la naturaleza. Cómo contienen
fitoquímicos anticáncer, y como algunos medicamentos incorporan fitoquímicos en
quimio. La curcumina de la cúrcuma, por ejemplo, o la quimio que se extrae de
un alga del mar. Si tiene poder a nivel de laboratorio ¿por qué no tomar
nosotros más algas, más cúrcuma, etc? Me sentí engañada porque nadie me hablase
de esto, sólo de quimio, de radioterapia.
Pero es lo que a menudo hacen los médicos: en cuanto entras a
la consulta tienen lista la receta.
Hay pacientes que si no salen de la consulta con su pastilla
creen que eres un mal médico. Pero cada vez más profesionales contamos al
paciente lo que puede hacer para prevenir la enfermedad. Los médicos y
sanitarios tenemos mucho poder en este sentido. Más medicina preventiva y menos
pastillas.
Entrevista publicada en
El País
Me gusta: "No es lo mismo enfrentar un cáncer desde la positividad y la alegría que desde el miedo y la soledad. Aquí se demuestra el poder de lo emocional, pero no sólo en el cáncer sino en todas las enfermedades".
ResponderEliminarAlimentarse bien es aprender a construir los cimientos sobre los que se tiene que asentar el cuerpo.
ResponderEliminarEstá de acuerdo Pepi que tener un gran poder emocional y llevar una buena alimentación, desarrollas una vida con mayor equilibrio; y ante las enfermedades y cualquier problema de otro tipo que se te presente te vas a ocupar de solucionarlo con más: esperanza, serenidad, optimismo etc.etc.
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