El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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domingo, 13 de abril de 2014

LA ESCRIBANA DEL REINO


-      Últimas confesiones –

         He tenido la suerte de escuchar recientemente a alguien que acompaña a enfermos terminales en sus últimos momentos. La muerte es un misterio que asusta por indescifrable y, a veces, nos aleja de aquellos a los que más queremos cuando más nos necesitan. No podemos con el dolor que provoca su marcha y huimos físicamente o no hablamos con claridad de sus sentimientos. Por ello, la labor de quien acompaña los últimos momentos de vida me parece valiente, generosa y muy necesaria.

         En el caso que me ocupa, él sostiene que escuchar a un moribundo es darle serenidad y calma, es ayudarle en la partida haciéndole saber que no está  solo ante lo desconocido, es proporcionar alivio y esperanza por encima de nuestro propio dolor.

         También contó que la mayoría de las personas terminales confiesan arrepentirse de no haber vivido más intensamente los momentos importantes de su vida y los detalles que la hicieron grande. Nadie –cuenta desde su experiencia- ha echado de menos tener más dinero, más prestigio o más poder.

         Alguna vez he llegado a intuir estas cosas y esta conversación acabó de confirmármelas: La vida se vive o se pierde.

         Y vivir implica escuchar, sentir, contemplar, acallar, hacer desde nuestro yo más profundo. Lo demás no deja de ser una suma de acciones inconexas y frenéticas, muchas ellas dictadas por agentes externos a nosotros, a las que, en la mayoría de los casos, no encontramos sentido.


                                                                           M.E.Valbuena

Tenemos 6 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Hermosa reflexión sobre cómo enfrentar ese momento. Gracias

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  2. Hoy Pepi se levanto recordando los últimos días que vio con su madre antes de su fallecimiento, pues dentro de poco va hacer dos años que murió, y aunque su interior quedo muy satisfecho, hoy no pudo por menos de emocionarse recordando todo el cariño que ambas se dieron y las enseñanzas que recibío de ella: llenas de paz, serenidad, felicidad... , admitiendo sus besos, sus caricias, correspondiéndola con: "muchas gracias hija", y pidiéndola que siguiera a su lado.

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  3. Es cierto que la muerte asusta. Es por lo que no hablamos de ella y huimos. Hay que tener mucho valor para acompañar a un ser querido en sus últimos momentos y no rehuir hablar de ello.

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  4. Nunca estamos preparados para la muerte d un ser querido aunque sepamos q es un enfermo terminal nos aferramos un clavo ardiendo sin querer ver la realidad.

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  5. Me habéis enseñado a apostar por la vida. La muerte, curiosamente, es la gran certeza. No debíamos temerla. Como dice Sócrates, cuando la muerte está yo no estoy, y cuando yo estoy, ella no está. No quisiera perder esta apuesta.
    Gracias por tu reflexión, profunda como siempre... Paco

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  6. Me apunto a esta reflexión y deseo que los entresijos de la vida no me hagan perder la visión global y más importante

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