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Últimas confesiones –
He tenido la suerte de escuchar
recientemente a alguien que acompaña a enfermos terminales en sus últimos
momentos. La muerte es un misterio que asusta por indescifrable y, a veces, nos
aleja de aquellos a los que más queremos cuando más nos necesitan. No podemos
con el dolor que provoca su marcha y huimos físicamente o no hablamos con
claridad de sus sentimientos. Por ello, la labor de quien acompaña los últimos
momentos de vida me parece valiente, generosa y muy necesaria.
En el caso que me ocupa, él sostiene
que escuchar a un moribundo es darle serenidad y calma, es ayudarle en la
partida haciéndole saber que no está
solo ante lo desconocido, es proporcionar alivio y esperanza por encima
de nuestro propio dolor.
También contó que la mayoría de las
personas terminales confiesan arrepentirse de no haber vivido más intensamente
los momentos importantes de su vida y los detalles que la hicieron grande.
Nadie –cuenta desde su experiencia- ha echado de menos tener más dinero, más
prestigio o más poder.
Alguna vez he llegado a intuir estas
cosas y esta conversación acabó de confirmármelas: La vida se vive o se pierde.
Y vivir implica escuchar, sentir,
contemplar, acallar, hacer desde nuestro yo más profundo. Lo demás no deja de
ser una suma de acciones inconexas y frenéticas, muchas ellas dictadas por
agentes externos a nosotros, a las que, en la mayoría de los casos, no
encontramos sentido.
M.E.Valbuena
Hermosa reflexión sobre cómo enfrentar ese momento. Gracias
ResponderEliminarHoy Pepi se levanto recordando los últimos días que vio con su madre antes de su fallecimiento, pues dentro de poco va hacer dos años que murió, y aunque su interior quedo muy satisfecho, hoy no pudo por menos de emocionarse recordando todo el cariño que ambas se dieron y las enseñanzas que recibío de ella: llenas de paz, serenidad, felicidad... , admitiendo sus besos, sus caricias, correspondiéndola con: "muchas gracias hija", y pidiéndola que siguiera a su lado.
ResponderEliminarEs cierto que la muerte asusta. Es por lo que no hablamos de ella y huimos. Hay que tener mucho valor para acompañar a un ser querido en sus últimos momentos y no rehuir hablar de ello.
ResponderEliminarNunca estamos preparados para la muerte d un ser querido aunque sepamos q es un enfermo terminal nos aferramos un clavo ardiendo sin querer ver la realidad.
ResponderEliminarMe habéis enseñado a apostar por la vida. La muerte, curiosamente, es la gran certeza. No debíamos temerla. Como dice Sócrates, cuando la muerte está yo no estoy, y cuando yo estoy, ella no está. No quisiera perder esta apuesta.
ResponderEliminarGracias por tu reflexión, profunda como siempre... Paco
Me apunto a esta reflexión y deseo que los entresijos de la vida no me hagan perder la visión global y más importante
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