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pero el que recibe nunca debe olvidar
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viernes, 23 de septiembre de 2016

Ser auténtico

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


La autenticidad es el envés de la mentira. Cuando decimos “este cuadro es auténtico” o este “vino es auténtico” estamos afirmando que ambos están en consonancia con lo que esperábamos de ellos. Es decir, un objeto o persona es auténtica cuando está en armonía con su propia esencia.
Desde el punto de vista etimológico la palabra autenticidad tiene su origen en el griego y quiere decir: “el que tiene autoridad”. Es decir, auténtica es toda persona que tiene autonomía y existe concordancia entre su sentir, pensar y actuar.
Por esto, la primera premisa para ser auténtico es que el sujeto se acepte a sí mismo, con todo lo que esto implica: aceptar su sexo, su familia, su país, sus capacidades físicas y psíquicas, etc. A partir de ahí es desde donde podemos construir el edificio de la autenticidad. Pero, también ser auténtico es aceptar al otro como es: bajo o alto, negro o blanco, generoso o tacaño, agresivo o pacífico, etc. Pero aceptar no significa asumir las deficiencias (propias o ajenas) sino luchar por neutralizarlas. Por ejemplo, si uno es propenso a la ira, ser auténtico no quiere decir que debemos dejarnos vencer por ella; por el contrario, la persona auténtica es la que es capaz de dominar su ira, agresividad, etc. porque tiene autoridad sobre sí mismo.
Ser auténticos como padres, amigos o compañeros consiste en poder expresar los sentimientos hacia el otro (tanto los positivos como los negativos: valoración, cariño, agresividad o rechazo) y con una finalidad constructiva, no destructiva. Eso sí, podemos confundir sinceridad con autenticidad; lo primero, consiste en decir lo que a uno se le ocurre sin tener en cuenta las consecuencias y la autenticidad presupone contar con los sentimientos del otro y sus circunstancias.
Falsos tipos de autenticidad
Lo más opuesto a la autenticidad es la alienación o la locura. En esa situación el individuo no actúa por sí mismo sino teledirigido por su vivencia psicótica. Sin llegar a ese extremo, en la vida cotidiana podemos encontrar algunas formas de inautenticidad, que revisamos a continuación:
  • ¿Dónde va Vicente? Donde va la gente: este dicho es un fiel reflejo de todas las  “personas robot” que actúan, no por sí mismas sino dirigidas por la moda, los mensajes publicitarios o el “qué dirán”. Son como barcos a la deriva, por un mar encrespado de teorías y gustos. Se olvidan de sí mismas y pretenden ser “buenas copias” ante de ser originales, aunque mediocres. Un claro ejemplo son los adolescentes, que tienen por bandera el ser únicos e irrepetibles y tener mucha personalidad cuando no saben elegir un vestido o un disco distinto del que sale en TV. Su “autenticidad” consiste en seguir los gustos del cantante o futbolista de moda.
  • Dime  de que presumes y te diré de qué careces: es el dogmático, tan intransigente, que siempre se considera en posesión de la verdad. En el fondo se está mintiendo y lo que esconde es su baja autoestima e inseguridad. Parece auténtico porque es rígido en sus ideas, pero en realidad es esclavo de sus creencias y por lo tanto ni es libre, ni tiene autonomía, requisitos indispensables para ser auténticos. Este tipo de personas pueden defender con mucho énfasis sus posiciones políticas, religiosas o su visión de la vida, porque tienen pánico al diálogo y que les cuestionen sus propias posiciones. El admitir nuestras equivocaciones y los errores es una manera de mostrar nuestra autenticidad.
  • “Estar en Babia o estar en la higuera”: son los que carecen de criterio, ni siquiera siguen la moda, y aparecen como si no tuvieran identidad. Su posición pasiva e huidiza es lo más opuesto a la expresión de autenticidad. Por desgracia, son tipos de personas que pasan del mundo laboral, social e incluso familiar, que nunca se comprometen con nada, y por lo tanto nunca se equivocan, pero tampoco pueden disfrutar con los posibles aciertos, pues no se arriesgan.
  • “No tener pelos en la lengua o cantar las cuarenta al lucero del alba”: son personas que alardean de autenticidad pues dicen lo que sienten, pero olvidan que se auténticos es algo más: tener en cuenta al otro y sus circunstancias. No somos más auténticos porque manifestemos claramente nuestra postura respecto a un asunto y no imitemos, sino cuando hacemos eso no de forma impulsiva y teniendo en cuenta al otro. Es lo que ocurre con Antonio: tiene un grave problema con su hijo que es un mal estudiante y en todo momento le está recriminando su falta de interés y su escasa preocupación por los estudios. Aquí el análisis es correcto pero las formas de exponerlo contamina toda la acción y se pierde toda credibilidad. A veces, es mejor callar que explotar o desahogarse.

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