El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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miércoles, 20 de abril de 2016

Decálogo
del buen cuidador

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


Para evitar el “desgaste por empatía”, el cuidador de un enfermo crónico debe tener presente el siguiente Decálogo:
I. - El cuidador debe ser consciente de sus propias limitaciones de tiempo, psicológicas y/o económicas: en muchas ocasiones, y de forma equivocada, pensamos que cuanto más tiempo estemos con el familiar enfermo más demostraremos nuestro cariño. Craso error. Es frecuente contemplar a la madre o cualquier familiar (padre, hermano, etc.) que no se separa para nada del lecho del familiar en coma, pero son incapaces de dar una respuesta amable o preocuparse por el resto de los miembros familiares. Es como si al estar presente le fuera a devolver la salud por un “contagio mágico” de vida. Pero lo que sí puede conseguir es entrar en un cuadro depresivo o ansioso, que a lo único que conduce es a la claudicación de los mismos cuidados.       
II. - El cuidador debe saber compartir los sufrimientos del otro: es la consecuencia del anterior apartado. No somos mejores porque nos carguemos con todo el peso de los cuidados. El saber compartir y hacer partícipe a toda la familia de la atención al enfermo crónico es una buena señal de nuestro alto nivel de salud mental y que no nos consideramos omnipotentes. Además, de esta forma, damos posibilidad al resto de la familia para que demuestre su “cuanto” de solidaridad.
III. - El cuidador debe pedir información y actuar en consecuencia: se debe conocer la posible evolución del proceso crónico para ir tomando las medidas oportunas y poder también dosificar las fuerzas. Una buena información es el mejor antídoto contra el cansancio y el desánimo. No olvidemos que el ponerse una “venda en los ojos” no favorece nunca la buena resolución del problema.
IV. - El buen cuidador deberá crear un clima donde se pueda “sentir” y expresar emociones: hay que facilitar al propio enfermo la posibilidad de que pueda expresar sus miedos y temores ante el dolor y la muerte y al propio grupo de cuidadores que puedan intercambiar las preocupaciones, la sensación de hastío o el propio cansancio.
V. - El buen cuidador deberá “permitirse” alejarse del enfermo: unos días de descanso, un paseo para ver escaparates o una salida a tomar un café es un buen procedimiento para lograr un “distanciamiento amoroso” con la enfermedad.
VI. - El buen cuidador debe ponerse objetivos a corto plazo: el vivir día a día la enfermedad impide que se haga falsas esperanzas sobre un desenlace feliz. No debe atormentarse con un final irremediable, pero tampoco auto engañarse.
VII. - El buen cuidador debe buscar su recompensa en la propia acción de cuidar: las compensaciones complementarias (herencia, buscar el reconocimiento de los demás, etc.) solamente hacen empañar la acción de cuidar.
VIII. - El cuidador principal deberá pedir ayuda y colaboración cuando se sienta desfallecer: esto hay que hacerlo de forma explícita y directa, y no esperar que el resto de la familia se dé cuenta de su malestar. Un ejemplo: “me gustaría que este fin de semana te quedases con padre, pues yo necesito descansar”. Si ante este “mensaje yo” no se produce una respuesta, podemos decir que la colaboración no existe.
IX. - El éxito de los cuidados no se puede poner en la curación sino en conseguir que el enfermo sea capaz de integrar su dolencia: no podemos olvidar que el objetivo último de la atención al enfermo crónico es conseguir el más alto nivel en la calidad de vida; es decir, posibilitar que dentro de sus propias limitaciones sea capaz de integrar todo su dolor y sufrimiento, para conseguir una cierta armonía consigo mismo y con el entorno.
X. - La reparación y el perdón son el único camino válido para neutralizar la culpa y la vergüenza en el cuidado del enfermo crónico: en muchas ocasiones el cuidado del enfermo crónico nos producirá cansancio, irritabilidad e incluso cierto grado de agresividad verbal, amasado por un intento de esconder o negar la misma enfermedad; todo ello lo que tapa es la culpa y el comprobar que no tenemos paciencia infinita, ni por supuesto somos omnipotentes. A través, del reconocimiento de nuestras limitaciones y de “las sombras” de nuestras conductas es como podremos comenzar el difícil camino de la reparación y del perdón, hacia los demás y hacia nosotros mismos.
Estos “diez mandamientos” se encierran en dos:
1) amarás al familiar dependiente y 2) tendrás en cuenta tus posibilidades y limitaciones reales.

Tenemos 3 comentarios , introduce el tuyo:

  1. ¡Qué claridad y qué precisión! Gracias Sr. Psiquiatra

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  2. ¡Vaya enseñanza. Me ha encantado. Muchas gracias Alejandro!. Lo imprimiré en mi cuaderno personal.
    Y destaco los "dos mandamientos:
    1º.- Amarás al familiar dependiente, y
    2º.- Tendrás en cuenta tus posibilidades y limitaciones reales".
    Indirectamente nos estás indicando lo importante que es conocernos. Pepi

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  3. Totalmente de acuerdo con los dos comentarios anteriores. Gracias Alejandro por compartir tu sabiduria.

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