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pero el que recibe nunca debe olvidar
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miércoles, 4 de mayo de 2016

La familia sana

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


La familia sana psíquicamente no es sinónimo de ausencia de problemas sino que el bienestar familiar se produce cuando se ha conseguido armonizar a todos sus elementos, respetando sus posibilidades y también sus limitaciones, pero sin olvidar las exigencias del propio grupo. En este difícil equilibrio entre las necesidades del individuo y del colectivo es donde puede florecer la salud mental de todos los componentes de la familia.
Eso sí, la familia no será feliz si no consigue crear un clima de amor y seguridad, que posibilite crecer (psicológicamente) a los pequeños y robustecer las estructuras más sanas de los padres. Indudablemente toda la familia tiene el mismo objetivo: el bienestar de sus miembros, aunque en ocasiones no se ponen los medios adecuados: por ejemplo, cuando los padres tienen comportamientos patológicos (violencia, abusos sexuales, etc.) o cuando lo que predomina en el clima familiar es el temor, la desconfianza, la envidia, etc.
He aquí algunas claves que nos pueden ayudar a crear un clima de felicidad en las familias (siempre y cuando las necesidades primarias estén cubiertas: habitat, alimentación, etc.):
  • Saber escuchar: padres e hijos debemos aprender a escuchar, no solamente a oír, a los otros. La familia sana es aquella que permite decir todo lo que siente y también está capacitada para recibir (sin descalificaciones) las opiniones de los demás. En este encuadre, todos los miembros familiares deberían tener como un sexto sentido para poder captar el estado de ánimo del que tiene junto a su mesa. Convivir no solamente es compartir habitación sino estar alerta para detectar los pequeños y grandes sufrimientos del otro. 
    Por otra parte,  este talante de escuchar no se improvisa. El niño lo debe mamar desde la cuna. Debe vivir en un ambiente donde todo se pueda decir y expresar aunque sea negativo: el rencor, el odio, la envidia, etc. Lo patológico no es tener esos sentimientos, sino el no poder expresarlos: Sentir no “es malo”; “lo malo es tener que ocultar o reprimir esos sentimientos.
  • Dialogar casi siempre va unido a negociar: el diálogo es una manera de expresar una “escucha atenta”. Dialogar y negociar casi siempre van unidos: hay que renunciar a algo para que los demás ofrezcan algo. Este axioma se ve claramente en el diálogo con el adolescente: éste puede aceptar nuestras condiciones (horario, forma de vestir, etc.) siempre que compruebe que ha “vencido en algo”.
  • Saber adaptarse a las nuevas situaciones familiares: la familia como tal es una unidad dinámica y cambiante por esencia: salen y entran nuevos miembros, crecen unos, otros envejecen, etc. La familia, pues, es esencialmente cambio, y por lo tanto, todos sus miembros (padre e hijos) deberán hacer un esfuerzo para adaptarse a las nuevas situaciones. Precisamente los conflictos generacionales, entre otros, se producen por la tendencia de algunas familias a permanecer ancladas en el pasado: contemplar a los hijos como eternos bebés, o a los padres como la reencarnación de superman. Ambas posturas en nada contribuyen para conseguir una familia feliz.
  • Admitir las limitaciones del resto de los componentes familiares: tanto los padres, como los hijos, deberán exigir a los demás según sus posibilidades reales y no su fantasía, o como forma de satisfacer deseos o sueños no realizados. En muchas ocasiones, la confrontación en la familia se produce precisamente por poner el listón demasiado alto, o bien, demasiado baja. Son los padres, que al margen del hijo, se han imaginado un futuro determinado de éste; o bien, los hijos, que no desean ver las deficiencias de los padres, y siguen adorándolos como a auténticos dioses.
    Una de las consecuencias de esta actitud es que los padres aceptan las posibilidades y limitaciones de su hijo. No lo comparan ni con el vecino, ni con el primo, ni con otro hermano, ni siquiera se ponen ellos como modelos. Comentarios como: “mira que buenas notas ha sacado tu hermano...”, o “yo a tu edad estudiaba y trabajaba”, están completamente abolidos. No importa lo que logren los demás. Lo importante es que cada uno desarrolle  al máximo sus potencialidades. Ese es el verdadero éxito. Y en ello pone su empeño una “familia sana”, a cada uno se le exige y se le premia según su propio esfuerzo, no por el premiso conseguido.
  • Por último, generar un clima de amor y seguridad: el verdadero amor consiste en valorar al otro por lo que es, no por lo que tiene o consigue. Una familia feliz, que camina hacia la felicidad, será aquella que cree este clima: soy valioso para los míos. Pero además, el amor debe estar protegido por un aliento de seguridad, que se fomenta desde una información adecuada, hasta el permitir la expresión de sentimientos negativos (como reconocer los propios errores, etc.). De esta forma la familia irá construyendo su bienestar, su propio proyecto de felicidad. Es una tarea ardua, pero no difícil.
Termino, con un pensamiento de Virginia Satir: la familia nutridora (sana) en definitiva se caracteriza porque sus miembros tienen una autoestima alta, la comunicación es directa, clara, específica y sincera, las normas son flexibles y se acomodan a la propia evolución de cada familia y por último, mantiene un vínculo abierto y confiado con la sociedad que le rodea. Toda familia que cumpla estas características será una familia sana.

Tenemos 1 comentario , introduce el tuyo:

  1. Sabias lecciones. Esto se puede aplicar también; en el trabajo,con los amigos, en cualquier círculo social al que pertenezcamos etc. etc. etc.Pepi

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