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viernes, 24 de marzo de 2017

De la automedicación a la polifarmacia

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra
Si repasáramos cualquier botiquín, de un hogar español, encontraríamos, entre otros fármacos, los siguientes: pastillas para los dolores, la fiebre, la gripe, antibióticos en diversas presentaciones (sobres, comprimidos, jarabe), expectorantes y antitusígenos y además varios termómetros y material de cura, (agua oxigenada, tiritas, algodón, etc.); en casos especiales podemos hallar hipotensores, píldoras para el colesterol, ansiolíticos, hipnóticos, antidiabéticos orales, antiácidos y un largo etcétera. Lo sorprendente no es que la lista sea tan extensa sino que en la mayoría de los casos los productos estén caducados, falte el prospecto o ni siquiera se sepa para que sirven. Posiblemente casi siempre el medicamento fue prescrito por un médico, pero en muchos casos se compró por la recomendación de un amigo o porque se enteró por cualquier medio de comunicación o porque a un familiar le sentó bien y queremos probarlo. Ante este panorama, podemos preguntarnos ¿usamos de forma correcta los fármacos?
Automedicación
En los países ricos la ansiedad, la obesidad, los dolores, el insomnio o la misma depresión, se suelen tratar por lo que dice un amigo o lo que ha ido bien a la vecina del quinto. Un ejemplo de esta situación es aquel paciente que al entrar en la consulta y como forma de presentación me dijo: “Mire, doctor, quiero que me recete la pastilla verde de la depresión pues a mi vecina se la prescribió y le ha ido muy bien”. Me quedé perplejo pues no sabía ni que le pasaba, ni quien era su vecina y por supuesto a que antidepresivo se refería con lo de “la pastilla verde”.
La automedicación se ha definido de forma clásica como “el consumo de medicamentos, hierbas y remedios caseros por propia iniciativa o por consejos de otras personas, sin consultar al médico”.
La automedicación constituye un hecho cotidiano y habitual en la mayoría de los hogares españoles. Se ha pasado de una actitud pasiva y sumisa ante el médico (éste es el que prescribía y al que no se le podía replicar: el enfermo era como un “cero a la izquierda”, “sin voz ni voto”, donde no se atendían sus indicaciones) a una actitud más autónoma pero también más arriesgada: “yo se lo que me pasa y conozco mi cuerpo y por lo tanto me tomo la medicación según considero oportuno”.
Entre estos dos extremos existe un termino medio: una relación médico-paciente responsable por ambas partes. El profesional médico es el que diagnostica y pone el tratamiento, pero teniendo en cuenta las sugerencias y recomendaciones del propio paciente sobre tratamientos anteriores: intolerancia de algún fármaco, efectos secundarios, dosis, etc. Es decir, el paciente debe participar de forma activa e inteligente en las decisiones y en la gestión de las actividades terapéuticas que le atañen, pero siempre bajo la supervisión de un profesional de la medicina.
Polifarmacia
Es otro gran lastre de la medicina actual. Cuando acude, sobre todo una persona mayor, a la consulta es frecuente que, incluso ante de manifestar su dolencia, a modo de muestrario, extienda sobre la mesa del médico “los diferentes cartones”, para indicar los medicamentos que está tomando: para el colesterol, la hipertensión, la ansiedad, el insomnio, el mareo, los dolores de cabeza, para el estómago, etc.
Entre otras razones, podemos afirmar que a esta situación se llega por dos caminos: una atención médica dirigida al síntoma (no a la persona como totalidad) y por parte del paciente una incapacidad para aceptar lo que mi abuela denominaba “las goteras de la edad” (dolores, insomnio, mareos, etc.). Ambas circunstancias cuando se cruzan se potencian y da lugar a la polifarmacia en un intento por no sufrir (paciente) y en un deseo omnipotente de evitar todo sufrimiento (médico). A todo esto podemos agregar otro dato: vivimos en “la cultura de la pastilla”: existe un comprimido para adelgazar, otro para dormir bien, para estar mejor, para estar más alegre, etc. Nuestra sociedad es una sociedad medicalizada y donde se busca el remedio mágico para todo, incluso en la medicina no oficial.
Medicamentos y familia 
La familia es uno de los marcos más adecuados donde se puede potenciar el uso correcto de los medicamentos. Desde el ejemplo de los padres ante la enfermedad, hasta la propia información de los tratamientos prescrito se va construyendo una forma sana de utilizar el fármaco: ni rechazo absoluto pero tampoco el acudir a la pastilla a la menor contrariedad o dolor. Ambos extremos son incorrectos. Tanto la automedicación como la polifarmacia, pasando por el rechazo total del fármaco o recurrir siempre a “medios naturales” son diferentes formas inadecuadas de enfrentarse a la medicación.

Tenemos 2 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Un artículo muy clarificador

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  2. Exposición: Muy clara, concreta, concisa, y hasta con sentido del humor. Si estamos cometiendo algún error, momento para rectificar. Como dice el refrán: "Nunca es tarde si la dicha es buena". Pepi

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