El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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viernes, 31 de marzo de 2017

Objetivo: Consciencia

Jose Maria Doria
Presidente Fundador de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal

 “Quien tiene un proyecto, tiene un tesoro”

¿Nos hemos preguntado por qué actualmente surgen múltiples vías de crecimiento personal tratando de apoyar un cambio de rumbo?

Lo que hace unos años pareció ser moda de unos pocos, con la llegada de la Inteligencia Transpersonal y el Mindfulness se ha demostrado que es algo de mucho más calado.

Bien sabemos que desde tiempos remotos se ha honrado la llamada sabiduría. Aquellos sabios no sólo parecían haber conquistado la paz interior, sino que además señalaban caminos fiables para acceder a ella.

Desde que la revolución científica y tecnológica ha conformado el paradigma cognitivo del sapiens, echamos de menos conectar con la esencia y profundidad de uno mismo. Tal vez lo que ahora queremos es recordar aquella canción que nos devuelva al sosiego y la lucidez de una esencia perdida. La verdad es que, hoy por hoy, nos reconocemos como habitantes de la ansiedad y el estrés y, asimismo, no ignoramos que vivimos en una especie de “escapada hacia delante”, cada día más virtual.

El ser humano de nuestro tiempo se siente atrapado en una esclavitud consumista y racional que, a veces, más parece una enfermedad evolutiva que el progreso natural de un–ser–humano–en–el–flujo–de–la–vida.

Si nos abrimos a la verdadera escucha es muy posible que percibamos el clamor del alma humana que demanda del silencio y la presencia como el mejor abono para la paz interna.

Intuimos que el cambio anhelado sucede primero en nosotros, en cada uno, y poco a poco, más tarde, se da en una sociedad coherente con los valores humanos. Se trata de un cambio que ya está sucediendo en el mundo. En realidad un número creciente de seres están respondiendo a un impulso que “de dentro a fuera” convierte sus vidas en un proyecto:

El proyecto de hacer de sí mismos la obra de arte más gigantesca de la historia: superar el sapiens y devenir plenamente conscientes

Bien sabemos que no se trata del despliegue de súper–poderes o de capacidades paranormales; sabemos que se trata de una ampliación de la visión que conlleva ofrecer lo más amoroso y lúcido de uno mismo. Y sin más razonamiento o esfuerzo, brota un estado de confianza que años atrás conformó la utopía transmitida por los sabios axiales de la humanidad.

Hoy sucede lo que un día atrás la humanidad supuso que podría suceder; sucede que la expansión de la consciencia es una realidad imparable por la que de pronto, en una mañana como otra cualquiera, se expande la percepción interna… Sucede de pronto que nos damos cuenta: ya nada será igual que antes, y atestiguamos que aquel proyecto que un día fue casi un ideal por el que crecer y expandirnos, está sucediendo…

¿Qué significa devenir conscientes?

Significa un estado interno de profundo discernimiento y goce que nos ha visitado en momentos especiales y que nadie olvida.

¿Quién no ha sentido de pronto que todo era relativo y perfecto tal cuál es? ¿Quién no ha sentido alguna vez que su mente dejaba ya de hacer juicios sobre unos y otros, y fluía en comprensión compasiva? Y asimismo, ¿quién no ha observado cómo su mente se enredaba en amenazas futuras y, de pronto, como si hubiese pasado un ángel, volvía al sosiego del ahora, sabiéndose plena?

Lo más probable es que reconozcamos tales chispazos de vida consciente que desgraciadamente se esfumaron tras dejarnos un sabor de boca de sencillez y calma.

Bien sabemos que nuestro ego no cesa de buscar ansiosamente reinos mejores en el “ahí fuera”. De hecho, ¿quién no se cansa de manipular el mundo creyendo que cuando las cosas sean distintas será por fin feliz? ¿Y quién no sospecha que esa plenitud que buscamos ya lo somos en el muy dentro?

¿En qué beneficia devenir consciente?

Si hasta ahora hemos tardado miles de años de evolución cognitiva para lograr tener una mente y vivirnos más o menos equilibrados en ella, terminamos por reconocer que, paradójicamente, es el ego mental lo que nos lleva al temor, al deseo y a la anticipación de la incertidumbre. Bien sabemos que la mente funciona como una máquina bien programada por aspectos genéticos, educativos, sistémicos…, y también que en alguna medida somos esclavos de creencias y “pautas” inconscientes que condicionan nuestra persona.

En realidad, a lo largo de nuestra historia hemos dañado y matado por ideas, hemos cometido daños irreparables por creencias, y la verdad es que el sufrimiento humano circula alrededor de la dramatización, el victimismo y de modelos mentales que funcionan entre el pasado y el futuro. Somos esclavos de la ignorancia y la inconsciencia, y repetimos pautas como entidades programadas con elementos pensantes ingeniosos, pero poco compasivos, violentos y temerosos.

Y si bien el Sapiens liberó al Neanderthal de los instintos primarios y de mecanismos biológicos que lo colocaban a la altura del chimpancé –con todos los respetos hacia los chimpancés–, la actual revolución de la consciencia abre la puerta de seres suprasapiens o supraconscientes que han devenido capaces de observar sus procesos pensantes y sintientes, y abrir nuevas opciones a circuitos compulsivos y fanáticos, que nos han venido dominando.

Ahora el poder está en quien dispone de una mayor cantidad de opciones; en quien es capaz, asimismo, de sostener situaciones emocionales sin adoptar posturas reactivas ante las que posteriormente puede arrepentirse. El poder emergente se llama autoconsciencia, y la nobleza de esta nueva especie humana –transapiens– la constituyen, simplemente, aquellos que se están dando cuenta… Incluso de que se dan cuenta. Se trata de aquellos que comienzan a despertar del sueño de la mente.

¿Cómo se logra devenir consciente?

No vamos a caer en la tentación de hacer un mapa en dos palabras y con un “Ábrete Sésamo” resolverlo todo. Mapas hay muchos y, en general, la mayor parte de personas que lee artículos como éste, conocen muchos de ellos. La propuesta de este momento es tan sólo la de confiar en que eso está sucediendo, de que las cosas ocurren por sí solas. Los árboles crecen y el Universo se expande. Se trata de reconocer que de “ahora en ahora”, caminamos de aquel Neanderthal a la promesa de los dioses.

¿Podemos terminar proclamando que quien hace de su vida un proyecto evolutivo tiene un tesoro? Sin duda, sí y mil veces sí.

El hecho de vivirse en el proyecto de crecer y cooperar con toda forma de vida en pro de su alivio y despliegue es, sin duda, una fuente de sentido existencial que a quien llega, regala sin límite. Un tesoro que no tiene precio y cuyo disfrute nadie puede comprar.

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