El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
Blog
martes, 16 de enero de 2018

La camisa del hombre feliz

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


La escuela de la vida no precisa de textos, ni de itinerarios. No existen evaluaciones periódicas, ni notas. Pero, sin embargo, todos vivimos  mediatizados por lo que opinen de nosotros el vecino, el amigo o el pariente más próximo y continuamente de forma inconsciente, quizás, nos sentimos como participando de un gran examen, que solamente tiene una nota global con la muerte. Y en ese momento, las calificaciones son de sobresaliente para arriba.
Esta escuela, mi vida o la tuya, querido lector, nos ofrece algunas lecciones tan universales, que incluso las encontramos en un lenguaje de todos los tiempos: los cuentos. Aquí repasaremos una de ellas.
La camisa del hombre feliz
“Érase una vez un príncipe que nunca se sentía feliz. Su padre no escatimó esfuerzos para devolverle la alegría. Invitó a todo tipo de artistas para que le entretuvieran –actores, músicos, bailarines, bufones– pero no consiguieron nada. El príncipe seguía triste. Se pasaba un día tras otro sentado, mirando por la ventana con la mirada fija y sin decir una sola palabra.
El rey decidió ir en busca de ayuda. Le pidió a eruditos de diversos países extranjeros que vinieran, visitaran al príncipe y ofrecieran sus consejos. El castillo se vio inmediatamente asediado por médicos, profesores y filósofos.
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo?, les preguntó el rey.
Los sabios hablaron entre ellos, miraron las estrellas y pensaron y pensaron durante mucho tiempo. Finalmente le ofrecieron una respuesta al rey.
Alteza –dijeron–, sólo se puede hacer una cosa. Encuentre a un hombre realmente feliz e intercambie con él la camisa de su hijo.
El rey difundió por todo el mundo el mensaje de que deseaba encontrar a un hombre realmente feliz. Entrevistó a un sacerdote, (que desechó pues quería ser obispo), a un rico mercader que estaba preocupado por sus bienes, a un deportista que estaba muy pendiente de conseguir medallas, a una madre de familia muy angustiada por la crianza de los hijos, pero ninguno era realmente feliz.
Un día estando de caza oyó cantar a un labrador. Siguiendo el sonido de la música llegó, finalmente, a un jardín en el que un hombre joven estaba podando árboles frutales mientras hacía oír su potente voz.
Buenos días, su Majestad –dijo el hombre joven.
Buenos días –dijo el rey.
¿Desearía venirse a vivir conmigo a palacio y ser mi amigo?
Gracias, su Majestad, pero estoy muy a gusto aquí.
¡Por fín! –pensó el rey–, ¡un hombre realmente feliz! ¡Mi hijo está salvado! Y el rey extendió su mano hacia el hombre joven.
Le daré cualquier cosa que desee si únicamente me da…–y agarró la chaqueta del joven y la comenzó a desabrochar.
¿Qué pasa, su Majestad? –preguntó el hombre joven asustado.
Sólo tú puede salvar a mi hijo –dijo el rey. Pero entonces se paró y miró fijamente: el hombre feliz no llevaba camisa”.
Corolario
La felicidad no se impone ni se puede copiar. Cada uno debe encontrar su propia “camisa” para sentirse bien. No sirve, pues, ni lo que hace el vecino del quinto, ni lo que ha servido para que el padre o la madre sean medianamente felices; cada uno escribe su propia vida y recorre su propio camino. Los demás pueden indicar posibles senderos (qué tipo de trabajo le puede ayudar, que pareja le conviene o no, qué casa puede comprar, etc.) pero el recorrido lo tiene que hacer uno mismo.
A veces, ante las encrucijadas de nuestros hijos (como el rey de nuestro cuento) pensamos la solución y ni siquiera contamos con ellos o bien ideamos una solución mágica (como ponerse una camisa de un hombre feliz) que nos resuelva el problema sentimental, laboral o de cualquier otro tipo, y no nos damos cuenta que la solución está en ellos mismos, no en nosotros.
Toda persona debe encontrar sus propias puertas de salida, aunque nosotros podemos y debemos indicar (solamente indicar) la solución más satisfactoria. Por esto, la vida nos enseña que los consejos son válidos siempre que no sean impuestos; aconsejar es sinónimo de indicar y señalar no que el otro viva nuestra vida o copie nuestra resolución de conflictos. Aquí el rey de nuestro cuento se equivoca nuevamente pues sin hablar con el hijo da por sentado que la solución que le ofrecen los “grandes sabios” es la correcta.
El hombre feliz no necesita “una camisa especial” (en el cuento, el hombre feliz no tiene camisa), no necesita adornarse con cosas ajenas; es decir, la felicidad no se consigue teniendo cosas (bienes, trabajo, etc.) sino siendo capaces de disfrutar de lo mucho o poco que tengamos.

Tenemos 6 comentarios , introduce el tuyo:

  1. "Toda persona debe encontrar sus propias puertas de salidas"..

    ResponderEliminar
  2. Cada uno debe encontrar su manera de ser feliz.
    JF

    ResponderEliminar
  3. Y si no eres feliz, no pasa nada,

    ResponderEliminar
  4. ¡Genial Alejandro!. Se puede decir más alto, pero no mas claro. Pepi

    ResponderEliminar