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miércoles, 25 de abril de 2018

Sanación y curación

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


Sanación y curación son dos conceptos que pertenecen a dos culturas diferentes: la primera es defendida, con más énfasis,  por Oriente y la segunda por Occidente. Estamos inmersos en una sanidad que lo que propone fundamentalmente es curar, hacer desaparecer el síntoma y esto a través de medidas  (farmacológicas, quirúrgicas, etc.) y se “olvida” de la prevención como medida esencial de la salud y de la actitud del enfermo ante la enfermedad; la cultura oriental, por el contrario, cree en el ser humano y en sus posibilidades como persona, y así, el remedio fundamentalmente se encuentra en uno mismo (sobre todo en las dolencias de la psique) y se potencia ante todo las medidas preventivas.
El objetivo de la curación es reparar lo dañado y por lo tanto es importante una patografía para conseguir curar la enfermedad, todo ello partiendo de una visión reduccionista de la persona, como si solo fuera un cuerpo; desde la orientación de la logoterapia, con una visión integral, total y dinámica de la persona, se pretende reconstruir la totalidad del sujeto (a través) del sentido y por esto se basa en una patobiografía y pretende en las situaciones de culpa inexcusable, sufrimiento ineludible o muerte inevitable sanar, más que curar, a través de encontrar el sentido en la adversidad.
El largo camino de la sanación, que parte de la adversidad (trauma, crisis y duelo) tiene varias vivencias que, con mayor o menor intensidad, son comunes a todas las personas. Este proceso es como un jeroglífico vivencial al que hay que dar cumplida respuesta  y es también un laberinto que precisa de un acompañamiento para no perderse. De aquí la importancia del otro  en la situación de adversidad y por esto podemos completar la sentencia de Séneca  “no importa qué, sino cómo se sufre”… y yo añado “…y con quién se sufre”.
El jeroglífico se inicia  con un angustioso ¿por qué?, que en ocasiones está teñido por un defensivo “no es posible” (negación); se continua mirando hacia fuera y preguntado, ¿quién es el agresor? en un intento por echar balones fuera (vergüenza, extrainculpación); o bien, uno se pregunta ¿qué siento? buscando el origen del mal en uno mismo (culpa depresiva o culpa existencial), hasta finalizar, casi en la solución del enigma, con un ¿para qué? (el perdón) que nos puede conducir, como un valor de actitud, hacia la sanación.

Tenemos 2 comentarios , introduce el tuyo:

  1. La pregunta del para qué es sin duda la pregunta más INTELIGENTE?
    La que necesita tiempo

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  2. Me quedo con estas preguntas, y sabio el que llega a dar unas respuestas certeras. "De aquí la importancia del otro en la situación de adversidad y por esto podemos completar la sentencia de Séneca “no importa qué, sino cómo se sufre”… y yo añado “…y con quién se sufre”. Pepi

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