El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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lunes, 1 de febrero de 2016

Mineros

El rincón del optimista
Juan

Los mineros encerrados en el Pozo Calderón de la MSP en Villablino en 1992.
En este León nuestro, quien más o quien menos, tiene un amigo o un familiar minero. Yo, particularmente, trabajo en una zona minera del Bierzo desde hace 12 años y vivo a diario el drama de la crisis o más bien la reconversión del sector. Aquí perviven las dos teorías encontradas: la de quien ve la minería (extracción de hulla y antracita) como único medio de supervivencia económica de un territorio y de miles de familias; y quienes ven en la quema de carbón en las centrales térmicas como una fuente de contaminación inasumible, apostando por las energías renovables como alternativa. Si bien estos mismos detractores del carbón utilizan la electricidad fabricada en las térmicas y manejan a diario sus vehículos sin importarles si la gasolina o el diesel quemado en sus motores contamina mucho o poco.
Yo admiro a los mineros viendo como, los pocos que quedan ya, se juegan la vida a diario arrancando de la tierra el negro mineral en estrechas, oscuras y húmedas galerías a cientos de metros de profundidad. Y cuando trabajadores de otros sectores critican que los mineros se jubilen a tan pronta edad y con una pensión alta, sé que lo hacen por puro desconocimiento y por envidia, pues de verdad creo que no sólo es el premio al riesgo de muerte que han corrido durante jornadas y jornadas, sino que las condiciones de salubridad que han soportado, muchos con problemas pulmonares de por vida, debe ser justamente recompensado.
De los mineros tengo muchos testimonios de luchas y reivindicaciones en mis años de periodismo activo en León durante más de 20 años. Pero recuerdo un acontecimiento con especial viveza. En 1992, los mineros de la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP), en el marco de una serie de huelgas y protestas, puso en marcha la Marcha Minera que consistió en una marcha pacífica a pie de 500 mineros desde Villablino hasta Madrid. Mientras los valientes andarines se dirigían por etapas a la capital de España para llamar la atención de su delicada situación, el Comité de Empresa integrado por otros ocho mineros, decidieron encerrarse en el Pozo Calderón de Villablino, como medida de presión añadida para la Administración. A 400 metros de profundidad, en uno de los talleres del Pozo Calderón, los dirigentes sindicales apoyaban las medidas que sus compañeros realizaban en la superficie. Así permanecieron 50 largos días, en uno de los encierros más largos del sindicalismo, en condiciones durísimas de humedad, ruido, ausencia de luz,... Sus compañeros y sus esposas y madres se ocupaban del suministro de alimentos y de darles ánimos constantemente y conversaciones a través del telefonillo. Y allí me presenté yo, con los permisos previos pertinentes, con la libreta y la grabadora. Me acompañó mi colega y amigo fotógrafo, Secundino Pérez (Cundi). Fue un rato inolvidable el que estuve con estos ocho mineros charlando, entrevistando, preguntando sobre el vivir diario allí abajo, para luego escribirlo y publicarlo en La Crónica de León. Imagina la situación, dura como pocas. Casi dos meses ahí abajo. Increíble la lucha silenciosa, rozando la locura.
Por eso, cuando escucho a alguien criticando a los mineros que cobran mucho o que se jubilan pronto, no dejo de acordarme de mis recuerdos en el Pozo Calderón y en que esta profesión precisa de mucho respeto y comprensión. No me duelen prendas en gritar: ¡Vivan los mineros!
Asín sea.


Los trabajadores de la mina conocen mejor que nadie que la vida te la juegas cada día.

Tenemos 3 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Es verdad, optimista... en este día en que me cuesta ser optimista

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  2. No tengo nada que comentar, tan sólo decir que me ha gustado de mucho a muchísimo este apunte.

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  3. Juan, para mi es todo un homenaje que has hecho a los mineros con tu exposición. Pepi te aplaude y te felicita.

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