MI NIÑO PEQUEÑO LLAMA A LA PUERTA

¡¡Guapo!! Gabriel, nieto de Puri y Jesús

Estaba tranquilamente en el sofá escuchando las últimas noticias - medias verdades - en la televisión que debiera de ser de todos, cuando alguien aceleradamente llamó a la puerta. Sin más preámbulos les diré que era mi niño pequeño. Entró como entran los niños, dando voces y gazapazos. Se sentía triste y herido. Algún desconsiderado le había tratado con desprecio. El no se atrevió a responder a los insultos. El miedo a un pescozón fue más fuerte que su rabia. Sí, estaba rabioso. Regurgitaba palabras inconexas y llantos reprimidos. Su dolor se llamaba soledad, frustración y desamparo. Las piernas le temblaban de un miedo que parecía incontrolado.

Se abalanzó a mis brazos sin pedir permiso. No quería discursos ni palabras elevadas. Tan sólo acurrucarse y sentir el calor de un cuerpo que fuera amigable, querible.

Poco a poco se calmó, dejó de llorar y me sonrió con sus ojos grandes, saltarines. ¡Gracias! , me dijo, y se fue a jugar.

En el entrevela de la noche me di cuenta de que mi niño pequeño era yo mismo, un ser que de vez en cuando se siente desvalido, desamparado y con unas ganas irresistibles de patalear y vomitar un par de gritos. Un ser con ojos de miedo y fríos los pies, que no pide otra cosa que ser acariciado y recibir una tableta de chocolate.

He decidido prestarle más atención antes de que me vuelva a tirar de los pelos.