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martes, 11 de junio de 2019

Ser solidario: un signo de salud mental

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra

El voluntario puede “pecar” por exceso o por defecto. Es decir, se puede cometer un doble error en la acción con el ayudado: mantener un distanciamiento defensivo (tratar fríamente al otro, para no “contagiarse de su angustia”) o por el contrario identificarse tanto con el ayudado, que le invite a comer a su casa. Entre ambos extremos se encuentra el punto medio, o la virtud: un distanciamiento amoroso. Consiste en un saber acompañar al ayudado, caminar junto a él, respetando sus necesidades, flaquezas y expresión de dolor, pero al mismo tiempo sabiendo de nuestras posibilidades, pero también de nuestros límites. Esto supone que al emigrante no hay que tratarle como a un “bicho raro”, ni al anciano hay que vestirlo y asearlo como si fuera un inútil, ni al paralítico transportarlo siempre en coche, ni a la persona deprimida dejar que esté todo el día en la cama, por poner algunos ejemplos. Es decir, debemos intentar compaginar una ayuda técnica con el afecto y la comprensión. Es lo que algún autor ha llamado “el eros terapéutico”: no es paternalismo, ni tecnicismo, sino una asociación de ambos.

Como ha dicho Dell (1983), no existe la “llave de oro” que abra la puerta de nuestros problemas, sino que, en cada momento, y dependiendo de la “cerradura” que estemos ofreciendo, habrá que actuar con una llave de oro, de platino o de bronce. Lo importante, pues, no es el instrumento utilizado, sino conseguir el encaje perfecto entre la situación angustiosa y el ofrecimiento de ayuda.

Todos los hombres nacemos con la semilla de la solidaridad, que puede evolucionar hacia un sentimiento auténtico de preocupación por los demás, o bien, convertirse en una fortaleza autosuficiente que desprecie a todo lo que no sea el mismo. Lo que nunca podremos negar es la presencia del “no-yo”, para bien o para mal. De ahí la importancia de los primeros años de la vida, donde desde nuestra primigenia indefensión, debemos ir construyendo un “yo” fuerte, que nos posibilite una interrelación con el prójimo sana y enriquecedora, pero sin caer en la autosuficiencia o narcisismo. El niño debe aprender de forma teórica y vivencialmente que no es el “centro del universo”, que no está sólo. Las necesidades de los demás y sus deseos, son el contrapunto de sus inclinaciones y proyectos. Ser adulto también es tener en cuenta a los otros y sus necesidades.

El voluntariado, pues, es una forma de abrirnos a los demás, potenciado la comunicación y sintiendo el dolor ajeno como propio. De alguna manera, el solidario, pone su mente y su corazón en la indigencia del otro, aplazando por un momento sus propias deficiencias. Además, el voluntariado favorece las relaciones interpersonales y provoca que el individuo salga de sí mismo para ayudar al más necesitado. Todas las personas que trabajan de voluntarios reconocen que “han recibido más” (afecto, valoración, respeto, autoestima, etc.) que han ofrecido: un poco de tiempo y de conocimientos. Por otra parte, también está comprobado que el voluntario, que hace de la solidaridad la bandera de su vida, su propia acción voluntaria (aunque solamente sea una hora a la semana) le ayuda a ser mejor persona, a tener menos ansiedad y a fortalecer su propia autoestima. Por esto podemos afirmar que ser solidario, es un signo de salud mental.   

Tenemos 5 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Qué buen artículo psiquiatra. Se te entiende muy bien. Y el contenido es excelente

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  2. "Ser solidario es un signo de salud mental". Ahora comprendo porque esta sociedad está tan enferma.

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  3. Todo lo que dice lo percibo que es así

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  4. Alejandro me ha encantado la exposición. La comparto totalmente. Gracias, muchas gracias e infinitas gracias. Pepi

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  5. Habla bien este psiquiatra y se le entiende a la perfeccion

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