El que da, no debe volver a acordarse;
pero el que recibe nunca debe olvidar
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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Educar con
inteligencia emocional (I)

El rincón del psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


En estos primeros días de septiembre todos los años se repite la misma estampa: niños, adolescentes y jóvenes cargados con sus pesadas mochilas y en sus rostros reflejado el ansia por saber. Ante esta imagen nos podemos preguntar por el viejo dilema de la educación: ¿qué es más importante el pensamiento o los sentimientos?        
A este efecto, el libro de Goleman (1996) , “Inteligencia emocional”  supuso un reencuentro de la psicología con los sentimientos. La vieja dicotomía entre “razón y “emoción” se había superado y se intentaba la integración de ambos aspectos de la persona humana. A la clásica división  del ser humano (memoria, entendimiento y voluntad) había que añadir otro aspecto: los sentimientos. Estos, sin olvidar el entendimiento, se convirtieron en el motor de la vida.
El mismo Goleman define “la inteligencia emocional como el conjunto de habilidades, entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo”. Y este proceso se puede iniciar en la escuela y ser el caldo de cultivo donde se desarrollen estas habilidades. Por esto, podemos definir el rol de los profesores como un forma de ayudar a sus alumnos a crecer “para ser emocionalmente inteligentes”.
Si ponemos los sentimientos en el centro de la vida humana la sentencia de Descarte: "pienso, luego existo”, se convierte en “siento, luego existo”. Es decir, lo que distingue al ser racional del bruto es la emoción; aunque no pensemos, ni razonemos, si sentimos, somos personas. Es decir, la emoción es lo que mueve al mundo y es la impulsora de todo ser humano. El sentimiento bien actualizado produce la felicidad; su descontrol, produce la angustia.
Mensajes “sin  inteligencia emocional”
La vida escolar está preñada de órdenes, reglas y pautas para la convivencia; pero sobre todo está impregnada de mensajes emocionales o mensajes antiemocionales. Entre estos últimos, señalamos los siguientes:
  • “Eres un cerdo y un vago pues tu cuaderno es una porquería...” : dice el profesor al contemplar el cuaderno de apuntes del alumno . La segunda parte del mensaje puede ser verdad (“tu cuaderno es una porquería”) pero no se puede inducir que es un vago y un cerdo. Habría que preguntarse qué siente el alumno con la repetición de esa conducta y qué nos quiere transmitir: rebeldía, autoafirmación, ataque al excesivo orden y limpieza de la clase, hacerse presente a través de esta conducta, defender su originalidad, etc. etc. Alguna, de estas posibles explicaciones, es la cuestión de fondo, no que el cuaderno tenga tachones.
  • “Como sigas así terminarás de barrendero o albañil...”: es una manera frecuente de intentar incentivar al adolescente para que aproveche más el tiempo de los estudios. Pero perdemos de vista, que lo importante no es que nuestros alumnos estudien una carrera universitaria; lo verdaderamente  importante es que sean felices. Nuevamente el temor es lo que predomina en este tipo de mensajes, pensando que se cambiará al “malestudiante”, pero en muchas ocasiones ocurre lo contrario: “si ya mis profesores no confían en mi para que me voy a esforzar”, me decía un adolescente en una situación parecida.
  • “Mira tu amigo que buenas notas saca, deberías aprender de él...”: esta afirmación además de ensalzar al compañero es una forma de descalificar al destinario del mensaje. Toda comparación es odiosa, pero en este contexto educacional mucho más. Aquí se elude el verdadero punto de mira: cuáles son los motivos por los que el alumno no cumple con los resultados académicos previstos. Los profesores también se pueden preguntar si el “fallo” está en el alumno o en ellos mismos porque sus aspiraciones son excesivamente altas. Todo es posible. Pero siempre habría que preguntarse: ¿ cómo le puedo ayudar en esa situación?
  • “Los profesores siempre tienen la razón...”: El “ordeno y mando” o “cuando seas padre comerás huevo”  está presente en algunas actuaciones escolares. Aquí la razón y la autoridad han ahogado a la emoción y al sentimiento, provocando unas relaciones distantes y frías, entre profesores y alumnos, y una falta de comunicación en profundidad.
A estos “mensajes sin inteligencia emorcional” debemos contraponer otros mensajes que estén rezumando sentimiento y emoción…pero esto será el contenido de la siguiente entrega en este blog.

Tenemos 3 comentarios , introduce el tuyo:

  1. Lo veo tan evidente: sin inteligencia emocional pasamos a ser máquinas por la eficiencia, pero ¿Dónde ponemos el cariño y la cercanía? Hemos nacido para amar. Esfuerzo, sí. Cariño, también. Combinación perfecta. Sin ambos, cojera. Jairo

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  2. Tiene razón el psiquiatra, ¡cuanto daño hace la educación escolar y cuántas posibilidades encierra para los profesores que se curran este aspecto!. Nadie puede dar lo que no ha cultivado.

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  3. En mi infancia la inteligencia emocional nula, por tal motivo hubo continuamente malos tratos; físicos y verbales. Así hemos sufrido las consecuencias. Pepi destaca una de sus vivencias: a los 12 años una profesora de francés (que era monja de las Carmelitas de la Caridad), me tira una bota a la cabeza por reírme en clase de una gracia que hizo una compañera.
    Se va mejorando, pero todavía hay mucho que mejorar. Una asignatura de inteligencia emocional, y otra encauzando las emociones, me parecen imprescindibles

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