Decisiones

El rincón del optimista

Juan

Tomamos decisiones cada día, cada hora y, si lo piensas bien, cada minuto que pasa. Unas son decisiones casi automáticas e intrascendentes, del tipo qué calle cojo, qué hago de comida, qué me visto hoy, con quién voy al cine… Otras decisiones son aquellas que dudas si acertarás o no porque acarrean un desembolso importante de dinero o unas relaciones sociales distintas, del tipo qué coche compro, alquilo o compro esta casa, me interesa quedar con este u otro amigo… Y luego están las decisiones gordas, las que pueden condicionar el devenir de tu vida, del tipo qué trabajo me interesa, acepto la relación con esta persona, lucho por lograr esta meta cueste lo que cueste, me la juego a cruces…

Cuando tengo pendiente tomar una decisión del segundo o tercer nivel intento no darle demasiadas vueltas a la cabeza porque cada vez estoy más convencido de que la decisión que tome será la correcta… aunque me equivoque. No me refiero con esto que comulgue plenamente con el axioma ‘Lo que viene, conviene’, sino que la vida me demuestra que aunque la decisión que he tomado sea supuestamente errada, me habrá venido bien para aprender de ese error. Más bien profeso la corriente determinista según la cual todo fenómeno está prefijado de una manera necesaria por las circunstancias o condiciones en que se produce, y, por consiguiente, ninguno de los actos de mi voluntad es libre, sino necesariamente preestablecido.

¿Y si mis padres no hubieran tenido una noche o una siesta de pasión a mediados de marzo de 1966 crees que hoy estarías leyéndome en este blog? He llegado a pensar que hasta mi propio ser pudo haber participado en aquel acto de amor, más como inductor que como consecuencia. Si así fuera, tú y yo no seríamos fruto de la decisión natural de dos personas adultas, sino consecuencia de la influencia de una cadena preconcebida y eterna.

Venga, que septiembre es siempre inicio del curso y de muchas cosas más. A pensar toca.

Asín sea.